Capitulo 5. Desconocida

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...o tal vez era una exageración que el mismo castaño no sabía interpretar con exactitud. Poco tiempo después, supimos la identidad de la figura misteriosa: Sylvia Valente. Una joven de cabellos anaranjados, con un corte pequeño en el que las puntas rebeldes parecían desafiar a quien las poseía, bastaba solo un par de segundos para mirarla y perderse en la hipnotizante profundidad de sus ojos café claros, mientras su rostro se iluminaba con una sonrisa de oreja a oreja, revelando una dentadura perfecta y blanca.

Mientras el gobernador permanecía en silencio, analizando a la mujer que se había presentado ante ellos, Bladimir, por otro lado, desenfundó su espada, asustando a la joven.

—¡Preséntate! —exigió con una voz firme, la autoridad resonando en cada sílaba.

—N-no es necesario sacar la espada —respondió Sylvia, nerviosa, permaneciendo quieta en su lugar, una mezcla de sorpresa y miedo cruzando su rostro.

—¡Ahora! —insistió Bladimir, su mirada intensa y decidida.

El carraspeo de Maximilian logró desviar la atención de ambos hacia él. Al volver del trance, observó a la mujer que irradiaba una presencia tan natural; no se sentía forzada, sino que su esencia parecía fluir con cada impulso.

—Bladimir, la asustas —regañó, su tono un tanto más calmado, buscando mitigar la tensión del momento.

—Solo intento protegerte, mi rey —replicó Bladimir, sin apartar la vista de Sylvia, cuya inquietud era palpable.

—¿Mi rey? —se atrevió a preguntar la mujer, sus ojos reflejando confusión y curiosidad.

Bladimir dirigió una mirada seria hacia ella. Ante esa intensidad, Sylvia se encogió ligeramente, sintiendo el peso de la situación. Fue entonces cuando el caballero habló de nuevo.

—Te encuentras en presencia del último gobernador, Maximilian Atheron. Es sorprendente que no reconozcas su nombre, dado que es el rey de estas tierras.

—Bladimir, tanta formalidad solo asustará a la dama —intervino Maximilian, su tono intentando suavizar el ambiente tenso que se había creado.

El gobernador descendió de su yegua, acercándose a la joven con pasos firmes pero cuidadosos. Dando una pequeña vuelta a su alrededor, la observó con interés antes de volver a quedar frente a ella, esbozando una suave y cálida sonrisa.

—No esperaba encontrar a personas viajando por estos rumbos —dijo Maximilian, su voz clara y serena—. ¿Cómo te llamas?

—S-Sylvia —tartamudeó al principio, antes de aclararse la garganta—. Sylvia Valente —se presentó con mayor seguridad, fijando su mirada en el hombre—. Solo soy una poeta que disfruta de viajar e inspirarse para seguir creando arte.

—Wow, es admirable —respondió Maximilian, asintiendo con aprecio—, pero el rumbo que tomas es peligroso.

La joven lo miró, confundida por sus palabras, hasta que el caballero intervino con su voz profunda.

—Como puedes ver, esta zona está cubierta de nieve —comentó Bladimir, su tono firme—. El pueblo al que te diriges no deja pasar. Si intentas avanzar, tendrías que tomar un desvío que te llevará alrededor de dos semanas a pie hasta el pueblo más cercano, o dos días si viajas a caballo. Además, con la tormenta que se avecina, estarías obligada a buscar refugio en una cueva.

Hizo una leve pausa, permitiendo que las palabras calaran en la joven, que ahora miraba a Bladimir con un matiz de inquietud.

—Por la pequeña bolsa que llevas, solo calculaste para un viaje de cuatro días —continuó él, con un aire de preocupación—. ¿Qué pretendías hacer con tan pocos bienes?

Las cadenas de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora