D13・ Cultivar Un Jardín

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Hace años humanos y dioses con vivían en armonía. Los dioses protegían y ayudaban con su poder a los humanos y estos les retribuian con ofrendas y devoción. Sin embargo, su relación se vio manchada por la avaricia del hombre, que celoso del poder de los dioses, se alio con su más antiguo enemigo.

DEMONIOS

Seres de la obscuridad cuyo propósito no era otro más que generar caos y destrucción.

La guerra comenzó y cegados por el nuevo poder adquirido los humanos buscaron hacerse también del poder de los cielos.
Arrogantes, arremetieron contra el dios más fuerte de todos, el dios de la creación, sin embargo éste no pudo poner resistencia, pues pese a las circunstancias, el amaba a los humanos, su don era para dar vida, no para arrebatarla. Pero claro, no todos los dioses eran tan pacientes, de entre todos ellos, uno en particular era más temido que amado entre los humanos, el dios del equilibrio, amo de la naturaleza, un ser que no dudaba en exterminar y destruir cualquier cosa que pudiese alterar el orden del mundo.

Sin embargo, aún con todo su poder, los humanos y demonios los superaban en número, y con su gente al límite aquel dios tomó una decisión.

"Mientras uno de los dos viva, siempre nos volveremos a encontrar"

Se despidió mirando con dulzura al dios a quien desde hace siglos le prometió su amor.

"No, ¿¡QUÉ HACES!? NOOOOOO"

El dios del equilibrio absorbio a seres humanos y demonios por igual, y cuando llegó a su límite, murió, llevándose consigo a todas las almas que pudo. Muchos enemigos murieron junto con aquel dios y los que quedaron juraron venganza contra los dioses que quedaban, sin embargo ninguno imaginó lo que la pérdida del amor de su vida causaría en el alma de un dios tan benevolente como lo era Satoru, que alzandose sobre todos ellos los exterminó con violencia y crueldad.

Cuando Satoru recuperó la cordura se dio cuenta de todo lo que había causado, y aún con ello no se sintió mal. El 80% de la población humana se perdió, y luego de esa guerra los dioses y sus raza se alejaron completamente de los humanos, volviendo la vida en la tierra cruda, fría y sin color.

...

Los siglos pasaron, poco se recordaba de aquella guerra y la humanidad volvió a crecer, sin embargo pese a sus esfuerzos, el mundo no podía alcanzar la belleza que alguna vez poseyó, los cultivos crecian pero no eran tan verdes como los libros antiguos contaban, el cielo, alguna vez azul, era ahora casi gris y de las flores solo quedaban dibujos y recreaciones baratas que jamás igualarian la belleza de una real.

Ahí, en ese mundo gris y casi sin vida nació un joven, de obscuros cabellos y ojos dorados. Nadie además de sus padres le prestó atención, sin embargo, con el pasar de los años el niño creció y comenzó a tomar relevancia.
El joven era bueno con los cultivos y las plantas, no importaba lo que sembrara siempre crecía y daba fruto, con ello, comenzó a cuidar, primero de su familia y después de su aldea. Pronto su fama recorrió el país entero y el rey que gobernaba esas tierras se vio interesado en el.

—Dime joven, cual es tu nombre?

—Suguru Geto señor

El monarca de aquella nación quedó fascinado con aquel muchacho. Con 20 años, Suguru Geto era todo lo que muchos podían considerar hermoso, con sus cabellos largos y negros como la noche, su piel tersa y sin imperfecciones pese a trabajar arduamente bajo el sol, un cuerpo fuerte y unos ojos que brillaban como el oro, el rey sabía que no había en el reino belleza igual.

—Bien Suguru...

—Porfavor le ruego que no pronuncie mi nombre, solo dígame Geto.

El monarca se sorprendió ante tal atrevimiento, sin embargo no dijo nada.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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