Capítulo 13

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La Huida


La noche se iluminaba intermitentemente con destellos de disparos, mientras Naomi, Tae-Jun y Kaito corrían en dirección opuesta al peligro. El sudor empapaba sus frentes, y el aire se sentía espeso con el miedo que los envolvía. La adrenalina corría por sus venas, impulsándolos a seguir adelante a pesar del dolor y la fatiga.

—¡Por aquí! —gritó Tae-Jun, señalando un camino estrecho que se adentraba entre los edificios.

Naomi y Kaito lo siguieron de cerca, el sonido de sus pasos resonando en el silencio de la noche. Al voltear la esquina, encontraron un pequeño espacio detrás de unos contenedores.

—Espera —dijo Kaito, llevando una mano a su costado herido—. Necesito un momento.

—No podemos detenernos —respondió Naomi, el pánico retumbando en su pecho—. Si nos atrapan, será el final.

Kaito asintió, pero su rostro mostraba una palidez que la preocupaba. Ella no podía dejar que su amigo se debilitara, así que hizo un esfuerzo por mantener la calma.

—Solo un segundo más —dijo Tae-Jun, observando atentamente la calle—. Necesitamos planear nuestra próxima movida.

En ese momento, un grupo de hombres del clan rival apareció al final de la calle. Naomi contuvo la respiración, sintiendo que el tiempo se detenía.

—Rápido, detrás de los contenedores —susurró Tae-Jun, empujando a Kaito hacia el refugio.

Se agacharon, las sombras cubriendo sus cuerpos mientras los hombres pasaban, sus voces llenas de odio.

—No podemos permitir que se escapen. Sabemos que están cerca —decía uno de ellos, su voz grave y amenazante.

Naomi cerró los ojos, el temor apretándole el pecho. Sabía que su vida dependía de permanecer ocultos.

Una vez que los hombres se alejaron, Tae-Jun volvió a asomarse.

—Parece que nos están buscando —dijo, su expresión tensa—. Debemos encontrar un vehículo o una forma de salir de esta ciudad.

Kaito respiró hondo, sus ojos llenos de determinación a pesar de su dolor.

—Hay un garaje de autos cerca de aquí. Si llegamos a él, tal vez podamos encontrar algo que funcione —dijo, señalando hacia una dirección.

—¿Estás seguro de que puedes caminar? —preguntó Naomi, preocupada por su bienestar.

—Lo haré —respondió Kaito con firmeza, aunque su voz sonaba entrecortada.

Naomi miró a Tae-Jun, quien asintió en silencio, consciente de la necesidad de moverse rápidamente.

—Vamos, sigamos —dijo, tomando la delantera.

Mientras se movían con cautela, el bullicio de la ciudad se desvanecía, dejando solo el sonido de sus pasos. Cada esquina que doblaban sentía como si estuvieran atravesando un umbral hacia lo desconocido, la incertidumbre pesando en sus corazones.

Finalmente, llegaron al garaje. Las puertas estaban entreabiertas, y una tenue luz parpadeaba en el interior. Tae-Jun se asomó, asegurándose de que no hubiera enemigos a la vista.

—Está despejado —dijo, señalando a los demás para que entraran.

Una vez dentro, el olor a aceite y metal impregnaba el aire. Los coches estaban alineados, cubiertos de polvo, como si hubieran estado abandonados por años.

—¿Ves algo útil? —preguntó Naomi, buscando entre los vehículos.

—Este podría funcionar —dijo Kaito, señalando un sedán que parecía estar en buenas condiciones.

Bajo la Luna RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora