Todo empezó un 27 de Febrero. Como olvidarlo, recuerdo que era un día feo, nublado, la noche anterior no había parado de llover. Una versión más joven de mí estaba sentada en una sala de espera, coma las mejillas húmedas de tanto llorar.
-¿No vas a decir nada, Chiara?- pregunto mi madre sentándose a lado mio.
-¿Qué quieres que te diga? La mujer más importante de mi vida acaba de morir- conteste a dejándome levemente de ella.
-¿La mujer más importe de tu vida? Pero si tu madre soy yo, Chiara- mi madre estaba enojada, no entiendo porque si era verdad lo que estas diciendo.
Mi abuela mi única influencia materna desde que tenía conciencia, hasta que paso lo del accidente.
-Si, y la única- dije levantándome estaba enojada, con mi madre por como era, conmigo misma por no poder hacer nada , con mi abuela por morir , con el mundo por ser tan injusto.
-Quien te crees para hablarme así, Chiara. Después de lo que he echo por ti- se levanto y me tomo del brazo con fuerza, me miraba con odio.
-Quien te crees tu para decir eso, lo único bueno que haz echo por mi es perder mi custodia- me solté de su agarre y camine hacia el baño no tenia ganas de verle la cara a la señora que decía ser mi madre.
Caminaba mientras recordaba lo que mi abuela significaba para mí, lo que me enseñó y cómo me soportó durante tanto tiempo. Recordaba cómo fue ella quien me enseñó a montar en bici cuando papá no estaba, a cocinar cuando mamá no llegaba a casa a tiempo (que era casi siempre), a tocar la guitarra y el piano, a amar la música como ella lo hacía. Pensaba en cómo me apoyó en todo lo que le propuse, aunque a veces fueran tonterías, porque para ella nunca lo fueron. En convirtió en uno de los pilares más importantes de mi vida.
Sin darme cuenta, ya estaba de pie frente al espejo del baño, viendo cómo las lágrimas caían de mis ojos. Los ojos verdes que tanto le gustaban a mi abuela, los que ella solía comparar con un bosque, los que antes brillaba con solo pensarla y que ahora ya no.
Pero mis pensamientos se vieron interrumpidos por unos ruidos extraños, era como si alguien estuviese vomitando y llorando a la vez.
-¿Hay alguien allí?-pregunte acercándome hacía el único baño cerrado.
-No- contesto una voz dulce pero otra vez se escucharon eso extraños ruidos.
-Entonces aquel fantasma de allí dentro sería tan amable de decirme su nombre- pregunte acercando el oido a la puerta para escuchar mejor.
-No- volvió a contestar pero esta vez los ruidos no la siguieron.
-¿Y qué te pasa, No?- pregunte preocupada.
-Nada, déjame en paz, seguro que te mando la enfermera, dile que no estoy aquí y te prometo darte todos mis postres por lo que queda del mes- soltémosles una pequeña risa por la confusión.
-Pues mira que creo que no me convine, estamos a 27, No, en dos días se acaba el mes- le seguí el juego -ademas no se de que enfermera me hablas, yo solo vine al baño y te escuche...¿vomitar?
-¿No te han mandado la enfermera García?- pregunto quitando el pestillo
-No- dije quitándome de la puerta, y menos mal porque enseguida salió una chica.
La miré detenidamente, con los tubos y los cables conectados a su brazo. No parecía real, como si todo en ella estuviera más allá de lo que una persona normal soportaría. Su piel castaña, tan suave y delicada. Parecía más frágil de lo que cualquier adolescente de nuestra edad era. Los parches en su pecho, los tubos, los dispositivos en su espalda... todo eso la hacían ver como un frágil rompecabezas de carne y metal.
Su cabello, pelirrojo, ondulado y corto, caía sobre sus hombros, apagado pero hermoso. No era el cabello brillante y lleno de vida que esperas ver en una chica de su edad, pero aún así, tenía algo de luz. Los ojos, aunque un poco apagados, tenían un brillo dorado. Los ojos de alguien que ha visto más de lo que le corresponde. De algún modo, había algo en su expresión que, incluso en medio de todo eso, me hacía pensar que era bonita. No solo por la apariencia, sino por la manera en la que, a pesar de todo, seguía de pie. Había algo en su resistencia, en la fuerza silenciosa que irradiaba, aunque su cuerpo pareciera estar a punto de quebrarse.
Me quedé allí, callada, sin poder evitar que mi mente repitiera una y otra vez cuán increíblemente bonita era.
-¿Qué miras?¿nuca habías visto a una enferma o qué?- pregunto, note su enojo pero entendía porque.
-Si pero no de nuestra edad- dije acercándome a ella para observarla como si de un experimento se tratara, era curioso como podía tener tantos cables.
-¿Cómo sabes que tenemos la misma edad?- pregunto alejándose a cada paso que daba.
-No lo sé, solo lo supuse ¿Cuantos años tienes, No?- le pregunte mirándola a los ojos por primera vez, pero el contacto visual no duro mucho pues me puse nerviosa al ver la miel de sus ojos.
-14, ademas no me llamo, No- dijo mirándome raro.
-Lo supuse bien, tenemos la misma edad- dije tomando su mano y agitándola, esta muy nerviosa, no sabía en qué estaba pensando -¿Como te llamas?- pregunte para disimular lo que acababa de pasar.
-Soy...
-¡Aquí estas señorita Hódar!- exclamo una señora mayor entrando e interrumpiendo a No.
-Ya voy Tamara- dijo la chica de lindos ojos siguiendo a la señora mayor- Adiós, chica rara- se despidió con un movimiento de mano.
Me quede enbobada viendo como salía del baño, era muy lindo. Y otra vez sin darme cuenta ya esta sonriendo, ya no pensaba en la muerte de mi abuela, ahora pensaba en que tal vez no volveré a ver ojos más hermosos como los de No.
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27 de Febrero
RomanceVioleta ha pasado casi toda su vida en el hospital, luchando contra una enfermedad que le debilita el sistema inmunológico. Con 17 años, finalmente convence a sus padres de ir al instituto, pero hay una condición: Denna, su amiga de la infancia tien...