11. Preguntas

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—¿Quieres algo de tomar? —pregunté mientras abría la nevera y le echaba un vistazo a lo que había dentro.

—Agua está bien —respondió ella, girando sobre sus talones y explorando el salón con la mirada.

—Aquí tienes tu agua —dije, colocando el vaso en la mesita de enfrente, que estaba llena de bolsas que Mar había traído.

Ella no dijo nada, solo seguía observando el salón como si estuviera buscando algo o queriendo descifrar cada pequeño detalle.

—¿Quién es esa niña? —preguntó, señalando una foto enmarcada con curiosidad—. Ella es Mildred, y la niña... ¿eres tú?

Me acerqué para ver a cuál se refería. Me puse a su lado, tomé la foto y sonreí al recordarla. Mostraba a una niña de unos cuatro años con la cara llena de pintura, en los brazos de una mujer de mediana edad que tenía el mismo brillo en los ojos que su nieta.

—Sí, soy yo... y ella es mi abuela. Fue después de hacer mi mejor obra de arte —dije riendo un poco y señalando otra foto, donde se veía un montón de garabatos hechos con acuarelas.

Dejé la foto en su lugar y volví al sofá.

—Bueno, ¿a qué has venido, Vio? —pregunté, acomodándome con las piernas cruzadas sobre el sofá para estar más cómoda—. No creo que hayas venido solo para decirme que has rechazado al uruguayo.– según Rus, ibas a darme una sorpresa de cumpleaños, aunque lo cierto es que quería escuchar su versión.

Violeta me lanzó una mirada entre divertida y misteriosa antes de responder.

—Vine porque alguien me contó que hoy es tu cumpleaños —dijo, sentándose a mi lado y tomando una cajita pequeña que había dejado en la mesita sin que yo me diera cuenta.

—No hacía falta que trajeras nada —dije, cogiendo la cajita y dejándola a un lado sin abrirla.

—Lo que no hacía falta era que me ocultaras que era tu cumpleaños —dijo, tomando de nuevo la caja y poniéndola sobre mis piernas—. Y tampoco eso de que eres millonaria.

—No soy millonaria, la millonaria es Clara. Yo solo vivo en la casa de lujo que compró mi tutora legal —respondí, levantándome con una sonrisa juguetona—. Pero si quieres, te la enseño.

Sin esperar una respuesta, rodeé su cintura con mis brazos en un abrazo por la espalda. Sentí cómo Violeta tomaba mis manos y las apretaba contra ella, dejando que el silencio hablara un poco.

—Es tu madre, Chiara— había hablado de con Violeta, ella siempre me regañaba por como hablada de mi madre pero sabía que nunca iba a dejar de hacerlo.—Sería un placer —susurró, sin moverse.

—Venga, vamos, que si no, me quedaría así todo el día —dije, intentando soltarme, pero Violeta no me dejó ir tan fácilmente, como si estuviera cómoda en esa burbuja.

Justo en ese momento, mi móvil empezó a sonar desde el sofá. Ella me soltó, y yo le lancé una sonrisa antes de dirigirme a contestar.

—Puedes echarle un vistazo al piso si quieres —dije, mientras iba hacia el sofá. Ella asintió con una sonrisa de complicidad, y yo tomé el móvil para ver quién llamaba.

—¿Kekes? —reconocí al instante la voz de Ruslana al otro lado de la línea.

—¿Me puedes explicar qué ha pasado antes, Rus? —pregunté, llevándome el teléfono a la cocina para hablar con más privacidad.

—No estaba en casa, me quedé sin batería y... tuve que llamarte desde otro teléfono para que supieras que Violeta iba para allá —me dijo, soltando un suspiro al final.

27 de FebreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora