2. Anillo Lunar

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Estaba sentada junto a Violeta en la camilla, que aún intentaba calmarse después de que sufriera ese pequeño ataque, que según la profesora fue de fatiga. La enfermera fue rápida, le puso la mascarilla de oxígeno, y en pocos minutos su respiración se hizo más estable, aunque su expresión seguía cansada.

—¿Estás mejor? —le pregunté mientras me levantaba para alcanzarle un vaso de agua.

Violeta no respondió enseguida, solo tomó el vaso y bebió despacio. Me volví a sentar a su lado, buscando algo que decir para romper el silencio incómodo.

—No le hagas caso al tonto de antes. No sabe lo que es la empatía —dije, intentando hacerla reír un poco pero ella no contestó.

Bajó la cabeza y empezó a girar un anillo que llevaba en el dedo. Me quedé observando el anillo un momento, y al fijarme mejor, me di cuenta de que se parecía mucho a uno que yo había perdido hace tiempo.

—Me gusta el anillo —comenté intento que no nos quedáramos en silencio—. Es muy bonito. Me encanta la luna, se parece mucho a uno que tuve hace años.

Violeta me miró, y una gran sonrisa se formó en su rostro, dejando ver su lindo hoyuelo. Sin decir nada, se quitó el anillo y me lo tendió.

—Toma —me dijo.

—¿Pero qué haces? ¡Es tuyo! —protesté dulcemente, intentando devolvérselo —. Es genial como para que me lo des a mí.

Ella negó con la cabeza y, con suavidad, tomó mi mano y deslizó el anillo en mi dedo.

—Tranquila, ahora es tuyo —susurró mientras lo ajustaba en mi mano.

Me quedé mirándolo, sorprendida, sin saber qué decir. El anillo encajaba perfectamente, como si siempre hubiera sido mío. Aún confusa, la miré y le pregunté:

—¿Por qué?

Violeta se encogió de hombros, sonriendo con esa calma que tenía cuando no quería explicar demasiado.

—Porque a ti también te gusta la luna —respondió—. Y me gusta que lo lleves tú. No sé... siento que lo vas a cuidar mejor que yo.

Solté una pequeña risa, mirando el anillo en mi mano.

—¿Solo por eso? —pregunté, aún tratando de procesar todo.

Violeta se quedó mirando el anillo en mi mano por un segundo, como si estuviera pensando en cómo explicarlo. Al final, se encogió de hombros con una pequeña sonrisa.

—No sé, simplemente creo que te queda bien —dijo, con una risa suave—. Es como si te perteneciera desde siempre.

Me quedé en silencio, sorprendida por lo casual pero significativo de sus palabras. No era algo grande, ni un gesto muy profundo, pero aún así, había algo en el hecho de que quisiera que lo llevara yo, algo que no necesitaba más explicaciones.

—Tampoco es tan especial —añadió, como para quitarle importancia—. Pero me hacía ilusión que lo tuvieras tú.

La miré, sonriendo, mientras volvía a jugar con el anillo en mi dedo, sintiendo que, aunque apenas nos conocíamos, este pequeño gesto decía mucho sin decirlo directamente.Justo cuando el ambiente empezaba a relajarse, la puerta de la habitación se abrió de golpe. 

Denna entró alterada, con pasos rápidos y el ceño fruncido. No se molestó en saludar ni en preguntar si estaba todo bien. Su mirada fue directamente hacia Violeta, y después, a mí. Su expresión cambió de confusión a furia en cuestión de segundos.

—¿Qué le has hecho? —pregunto, caminando apresurada hacia nosotras—. ¡¿Qué le hiciste?!

Me quedé paralizada. La situación me tomó completamente por sorpresa. Denna se plantó frente a mí con una mezcla de enojo y nerviosismo, y antes de que pudiera explicarme, continuó hablando.

27 de FebreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora