Capítulo 1

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Tiene cara de estar pensando que preferiría estar en cualquier
parte antes que aquí.

Camila contrajo el rostro, disgustada consigo misma. ¿Tanto se le
notaba? Tenía toda la intención de negarlo, por supuesto, pero cuando se
volvió hacia su interlocutora se quedó sin palabras. No era que nunca hubiera visto a una mujer apuesta, pero ese adjetivo se quedaba corto para describir a la mujer que tenía ante sí.

Sus ojos eran de un verde muy claro, sus facciones perfectamente
simétricas, su mandíbula recia, como esculpida con martillo y cincel, y su
cabello de un tono pelinegro y ligeramente ondulado.

—A mí tampoco me gustan las bodas —comentó ella con una media sonrisa.

Los ojos de Camila descendieron a sus labios y el estómago le dio un
vuelco.

—¿No habla inglés? —probó ella de nuevo.

A pesar de los nervios, Camila logró esbozar una sonrisa.

—Pues claro que sí.

—Entonces, ¿es tan diplomática que no quiere criticar la boda?

—No, es que… es la boda de mi hermana —dijo ella señalando a Emma, que estaba bailando con Andrew —. Me alegro mucho por ella.

—Ya se nota.

Camila parpadeó antes de echarse a reír. Cuando ella bajó la vista brevemente a su escote, se sintió acalorada.

—¿Siempre es tan directa?

—Sí.

—¿En serio?

—¿Qué se supone que debería hacer sino? ¿Mentir?

—No, pero a veces decir la verdad no se considera apropiado.

—Pues la verdad es que a mí me da igual lo que se considere o no apropiado —contestó ella encogiéndose de hombros.

Camila se rió de nuevo.

—¿Viene por el novio o por la novia? —le preguntó.

—Por el novio. Andrew es mi mejor amigo.

—¿Y cómo es que no ha hecho de madrina?

—Vaya… Veo que no soy la única que no se anda por las ramas.

—¿Acaso se trata de un secreto?

—No, claro que no.

—¿Y entonces?

—Como he dicho, no me gustan las bodas. Habría sido hipócrita que hubiera tomado parte en la ceremonia. Además, no creo en el matrimonio.

Ni lo respeto como institución, ni veo que sea una necesidad. Por eso rehusé educadamente cuando Andrew me pidió que fuera la madrina.

Camila ladeó la cabeza.

—¿Cómo ha dicho que se llamaba?

—No se lo he dicho.

—Además de directa, veo que se toma las cosas de un modo literal —apuntó Camila.

La sonrisa que se dibujó en los labios de ella le provocó mariposas en
el estómago.

—¿Me está preguntando mi nombre, señorita? —murmuró.

—Supongo que sí —contestó Camila con picardía.

—Lauren —dijo ella finalmente.

De modo que era extranjera… ¿Tal vez española? Eso explicaría el ligero acento que tenía.

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