Antes de que Andrew le pidiera que distrajera a Camila, Lauren apenas se había fijado en ella.
Había estado demasiado absorta en sus pensamientos, preguntándose qué había hecho que el Andrew al que conocía
se hubiera transformado en un dócil cachorro, en un marido complaciente.En cambio, ahora no lograba sacarse a Camila de la cabeza. La observó, cerveza en mano, desde la distancia, mientras ella se paseaba por entre la gente. Era una suerte que Andrew no tuviera ojos más que para la novia, porque no sabía cómo iba a poder volver a mirarlo a la cara.
De todos modos Camila parecía feliz. Se había detenido y estaba
charlando con una mujer mayor con el pelo corto y plateado. Se rio de algo
que esta le acababa de decir, echando la cabeza hacia atrás, y su cabello
castaño volvió a hipnotizarla.Daría lo que fuera por deshacerle el recogido, agarrarla por el pelo
para obligarla a mirarla a los ojos y besarla hasta que… Maldijo para sus
adentros. Debería marcharse antes de hacer algo verdaderamente estúpido, como proponerle que pasasen la noche juntas, se dijo. Y, sin embargo, no se movió. Se quedó donde estaba, observándola, ansiosa y pensativa.—Sabes que no estoy preparada para casarme, Linda. Aún no.
—¡Pero mira todos las personas que hay aquí! —exclamó la anciana,
señalando en derredor con un ademán. Sacudió la cabeza—. Tienes tanto
donde elegir…—Sí, pero ninguno de ellos es el adecuado para mí —replicó Camila.
Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no girar la cabeza hacia donde
estaba Lauren, aunque podía sentir su mirada sobre ella.—¿Y qué me dices de mi Carl? Sabes que te aprecia muchísimo.
Camila puso los ojos en blanco y sonrió con indulgencia.
—Trabajo para él —le recordó.
—Pero Carl te haría feliz.
—¡Linda! —la increpó Camila. Se rió, sacudió la cabeza y recalcó—: Eso no va a pasar.
La anciana torció el gesto.
—Pues es una lástima. Me habría gustado tanto que fueses mi nieta
política…Camila se enterneció y, poniendo una mano en el hombro de Linda, le dijo:
—Pero podemos seguir siendo amigas.
Linda sonrió y brindaron con sus copas de champán.
—¡Ah, mira, hablando del rey de Roma…! —exclamó al ver que se
les acercaba su nieto.—Ya me parecía a mí que me pitaban los oídos… —bromeó él.
Carl Peterson, conde de Highbury y jefe de Camila, se detuvo junto a ellas con una copa de champán en cada mano.
—Pensé que a lo mejor os apetecía tomar algo, pero veo que ya vais servidas —dijo.
Carl era una de las pocas personas, aparte de su abuela Linda, que conocía bien a Camila y la comprendía. Y sabía que, aunque se sentía
feliz por su hermana, cualquier evento familiar como aquel le provocaba
una tensión tremenda.—Bueno, personalmente, no por eso voy a rechazar una segunda
copa —replicó Camila.Aún se sentía excitada por lo que habían hecho Lauren y ella, pero ella le había dejado muy claro que aquello no se repetiría y no iba a rebajarse a suplicar que volvieran a verse.
«Ninguna persona podría sentirse atraído por una cosa fofa como tú.
¿Qué he hecho yo para merecer a una hija cómo tú, eh? Dímelo». Sin
motivo, esas hirientes palabras de su madre acudieron a su mente.
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Noches De Pasión Prohibida
RomanceUna petición escandalosa que resultó en una semana de pasión. A Lauren Jauregui su amigo Andrew le había pedido dos cosas en el banquete de su boda: que entretuviera a su cuñada, Camila Cabello Estrabao, y que se abstuviera de intentar seducirla. D...