Capítulo 9

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A la mañana siguiente Camila se despertó sola en la cama. Aún era muy temprano. Se puso una camisa de Lauren y fue a buscarla. La encontró en el gimnasio, golpeando un saco de boxeo con puñetazos fuertes y rítmicos. Solo llevaba unos shorts y un sostén, y no pudo evitar quedarse un momento de pie en el umbral, observándola y admirando sus músculos y su piel sudorosa y bronceada.

Cuando advirtió su presencia, Lauren le propinó unos cuantos
golpes más al saco, dejó caer los brazos y se volvió hacia ella.

—¿Una de tus aficiones? —le preguntó.

—Es un modo de hacer ejercicio —contestó ella—. Me entreno casi todas las mañanas.

Camila alargó una mano hacia su pecho y recorrió con los dedos la cicatriz que tenía en ella.

—¿Dijiste que te hicieron esto con una botella rota?

Lauren asintió con un gruñido.

—¿Y que fue un borracho?

Esa vez se limitó a asentir con la cabeza.

—Y que acabaste aprendiendo a pelear.

Lauren apretó la mandíbula.

—No me quedó otro remedio.

—¿Por qué?

Ella clavó sus ojos en los de ella y por un momento Camila creyó que no iba a contestar.

Cuando finalmente habló, fue en un tono desprovisto por completo de emoción.

—Porque cuando vives en la calle tienes que ser capaz de defenderte.

Ella frunció el ceño, confundida.

—Pero… si Andrew y tú fuisteis compañeros de estudios…

—¿Y qué?

—Tengo entendido que así es como os conocisteis, ¿no? Y según he oído es una escuela muy exclusiva.

—Así es.

Lauren se apartó de ella para alcanzar una toalla y se puso a secarse el sudor con ella, pero a Camila le picaba demasiado la curiosidad
como para dejar el tema.

—¿Y cómo pasaste de ser una chica de la calle a asistir a una escuela
así? ¿Y por qué te fuiste a vivir a Inglaterra? ¿Y cómo es que acabaste
viviendo en la calle? ¿Qué les ocurrió a tus padres?

Lauren esbozó una sonrisa forzada y Camila supo que no iba a
contestar.

—Tantas preguntas a estas horas de la mañana… —murmuró.

Pero ella no iba a darse por vencida.

—Es que quiero comprenderte mejor —dijo remedándola.

—No hay mucho que comprender.

Una media sonrisa se dibujó en los labios de Camila.

—Tienes razón. Por lo que me has dicho, tuviste una niñez muy normal —murmuró con sorna.

Lauren avanzó hacia ella. Le desabrochó el primer botón de la
camisa con una sonrisilla burlona en los labios, como desafiándola a que hiciera más preguntas mientras seguía desvistiéndola.

—¿Me harás el favor de quedarte desnuda hoy?

—Si lo hago, ¿te quedarás conmigo en vez de irte a la oficina?

—No puedo, lo siento —murmuró ella.

Cuando le quitó finalmente la camisa y la dejó caer al suelo, a Camila le flaquearon las rodillas y sintió como la llama del deseo prendía en su vientre. Luego, cuando Lauren la atrajo hacia sí y quedaron casi piel contra piel, se estremeció como una hoja.

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