Capítulo 5

167 32 16
                                    

Perdona que te interrumpa, Lauren.

Al oír por el interfono la voz de Ana, su secretaria, Lauren, que se estaba quitando el traje para ponerse su ropa de correr, pulsó un botón
en el teléfono para activar el altavoz.

—Dime. ¿Qué pasa? —contestó mientras se desabrochaba la camisa.

—Hay una mujer aquí que quiere verte.

—Voy a salir —respondió ella irritada, arrojando la camisa sobre el respaldo de la silla de su escritorio.

—Lo sé, sé que es la hora a la que sales a correr.

La respuesta de Ana le hizo esbozar una media sonrisa. Llevaba seis años trabajando para ella, y después de Andrew era la persona que mejor la conocía.

—Y no suelo recibir a nadie sin cita previa.

—Eso también lo sé.

—¿Y entonces por qué no le has dicho que se vaya?

Ana suspiró y se rió suavemente. Se picaban la una a la otra así a
diario; se había convertido en una costumbre. Lauren se desabrochó el pantalón, e iba a alcanzar los shorts cuando su secretaria contestó:

—Dice que es importante.

Ella enarcó una ceja.

—¿Te ha dicho su nombre?

—Camila Cabe…

Lauren levantó el teléfono de la base antes de que su secretaria
pudiera terminar de decir el apellido de Camila.

—¿Y dices que está aquí? —la cortó de sopetón.

El estómago le dio un vuelco al pensar en que solo podía haber una
razón para que se presentase allí de esa manera: estaba embarazada.

—¿Le digo que pida una cita para otro día? —preguntó su secretaria.

Lauren se quedó mirando la pared. Jamás sería la clase de mujer
que rehuía sus responsabilidades. No sería como su padre. Si Camila estaba embarazada, aunque probablemente Andrew no volvería a hablarle, haría lo que tenía que hacer: se casaría con ella.

—No. Dile que pase.
Dejó el teléfono de nuevo en la base, se volvió hacia la puerta, nerviosa, preparándose mentalmente para todos los cambios que estaban a punto de producirse en su vida.

Cuando Camila entró en su despacho, fue como si recibiera una descarga de alto voltaje. ¿Qué había en ella que irradiaba esa electricidad?

Era como una fuerza de la naturaleza, con su cabello castaño. Y a pesar de que lo llevaba recogido en un moño medio deshecho, no pudo evitar fijarse en cómo atraía la atención hacia sus altos pómulos, sus ojos marrones y esos
labios carnosos que parecían estar suplicando… No, se reprendió, conteniendo sus pensamientos. No era eso por lo que ella había ido hasta allí.

—Hola, Camila —la saludó, manteniendo las distancias entre ellas
para controlarse—.   
Siéntate, por favor —le dijo, indicando los sillones junto al ventanal.

Camila se quitó la mochila de cuero que tenía colgada del hombro y la dejó en el suelo, junto a la puerta.

Lauren se sentó en el borde de su escritorio con fingida indiferencia mientras ella se dirigía hacia los sillones. Sin embargo, en vez de sentarse, se quedó detrás de uno de ellos,
y la miró con una expresión inquieta.

—¿Te apetece beber algo? —le preguntó ella, señalando el mueble bar que había en un rincón—. Tengo refrescos y…

—No, gracias.

Noches De Pasión Prohibida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora