Capítulo 10

184 28 8
                                    

Justo antes de las cinco llamaron al timbre y Camila fue a la entrada preguntándose quién podría ser. Cuando abrió la puerta se encontró
con el conserje, que le tendió lo que parecía una bolsa de boutique cerrada en la parte superior con dos tiras de cinta adhesiva.

—Han traído esto para usted —le dijo.

Camila frunció el ceño, pero le dio las gracias y tomó la bolsa.

Cuando hubo cerrado la puerta retiró las tiras adhesivas y miró dentro.

Una sonrisa se dibujó en sus labios y su corazón palpitó nervioso. ¿Unos
pantalones de cuero? Al sacarlos cayó algo al suelo, y cuando se agachó para recogerlo vio que era una tarjeta con la letra de Lauren que decía:

Confía en mí y póntelos.

No podía ponerse algo así. Nunca se había puesto nada tan ceñido.

Entonces, ¿por qué palpó el material, como fascinada, y luego apretó los pantalones contra su pecho mientras se los llevaba al dormitorio para probárselos?

Le sentaban como un guante, y cuando se giró y se miró en el espejo
por encima del hombro no se vio tan mal como había esperado. De hecho, le gustaba cómo le quedaban.

Cuando bajó al vestíbulo del edificio unas horas después, se encontró
con que Lauren ya estaba allí, y sus ojos la recorrieron con una
intensidad que la dejó sin aliento.

—Deja que te vea —le pidió, trazando un semicírculo en el aire con el dedo.

Nerviosa, Camila giró lentamente, y el silbido de apreciación de Lauren la hizo sonrojarse.

—Casi perfecta —murmuró.

—¿Casi?

Lauren metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y extrajo un saquito de terciopelo negro. Cuando se lo tendió, Camila lo tomó sin pensar, creyendo que dentro habría una fruslería. Sin embargo, cuando lo
abrió y lo puso boca abajo, se quedó boquiabierta al ver la joya que cayó en su palma. Era una fina cadena de oro con un colgante que llevaba
engarzada una esmeralda.

—Es precioso —murmuró, aunque aquel adjetivo se quedaba corto—. Pero… ¿a qué viene esto?

—Es para ti —fue la simple respuesta de Lauren.

—¿Para mí? ¿Por qué?

—¿Y por qué no?

El corazón de Lauren palpitó nerviosa. ¿Sería algo que hacía a menudo con sus conquistas? ¿Tal vez para que se sintieran especiales?

Probablemente, sí.
Estaba tratándola como a cualquiera de sus otras conquistas; no significaba nada.

—No tienes que comprarme regalos —balbuceó.

—Ya lo sé —Lauren tomó el colgante de su mano para ponérselo,
se echó hacia atrás para ver cómo le quedaba e hizo un asentimiento de aprobación—. ¿Lista para irnos?

—¿A dónde vas a llevarme?

—Ya lo verás.

Cuando salieron del edificio el aire cálido de la noche y el olor a mar
los envolvieron. Mientras caminaban, Camila estaba tan distraída por lo guapa que estaba Lauren que, cuando esta se detuvo, y empezó a
quitarle las horquillas del moño, la miró contrariada.

—¿No te gusta que lleve el pelo recogido? —inquirió.

—Pues claro que sí —replicó ella, acabando de soltarle el cabello—.

Pero con ese peinado no podrías ponerte esto —le explicó, colocándole un
casco de motorista.

—¿Es parte de mi «disfraz»? —preguntó ella.

Noches De Pasión Prohibida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora