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Namjoon se quedó inmóvil cuando los labios de Jin se separaron de los suyos, dejando tras de sí el sabor agridulce de la lluvia y la emoción contenida. Su corazón seguía latiendo con fuerza, incapaz de procesar lo que acababa de suceder. Ambos respiraban con dificultad, sus cuerpos empapados y temblando por el frío, pero ninguno de los dos se movía.

Jin bajó la mirada, nervioso. Sabía que no podía correr esta vez. Algo dentro de él lo mantenía anclado en ese lugar, frente a Namjoon, frente a la única persona que lo había hecho cuestionar toda su vida. Quería decir algo, pero las palabras seguían atrapadas en su garganta.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Jin levantó la mirada, sus ojos brillando bajo la luz tenue de la casa de Namjoon. Sus labios temblaron, y con la voz quebrada, al fin lo dijo:

—Me gustas, Namjoon… me gustas mucho

Namjoon, quien hasta ese momento había estado en shock, sintió como todo su cuerpo se relajaba de golpe. Una inmensa sensación de alivio y felicidad lo inundó, haciendo que sus propios ojos se llenaran de lágrimas. Sin decir nada, dio un paso hacia Jin y lo abrazó con fuerza, como si en ese abrazo pudiera protegerlo de todas las dudas, del frío, de todo lo que los había mantenido separados.

Jin se dejó llevar, sintiendo el calor del cuerpo de Namjoon contra el suyo. Cerró los ojos y por primera vez en mucho tiempo, dejó de luchar. Simplemente se permitió sentir, permitiéndose ser feliz, aunque fuera por un momento. Ambos se quedaron así, abrazados en medio de la tormenta, sin importarles el frío o la lluvia que seguía cayendo con fuerza.

Namjoon fue el primero en reaccionar. Separándose ligeramente, miró a Jin con preocupación. Estaba completamente empapado, temblando por el frío, y su rostro aún mostraba las marcas del llanto. Sin pensarlo dos veces, Nam lo tomó de la mano y lo llevó adentro de la casa.

—No puedes seguir así, te vas a enfermar —dijo con urgencia mientras cerraba la puerta tras ellos.

Jin lo miró en silencio, sintiendo una mezcla de alivio y confusión. No estaba acostumbrado a que alguien se preocupara tanto por él de esa manera, y menos aún alguien como Namjoon, cuyo simple toque hacía que su corazón se acelerara.

Namjoon corrió hacia su habitación, sacando una camiseta y un par de pantalones cómodos del armario. Al regresar, se acercó a Jin, que seguía temblando en la entrada.

—Aquí, ponte esto —dijo, entregándole la ropa seca—. Ve al baño y cámbiate, no quiero que te resfríes.

Jin asintió, tomando la ropa sin decir nada, sintiendo una calidez en su pecho que no tenía nada que ver con el clima. Caminó hacia el baño y se cambió rápidamente, sus pensamientos aún revueltos. Cuando se miró en el espejo, vio lo cansado que estaba. Su rostro seguía rojo, no solo por el frío, sino por todo lo que acababa de suceder.

Cuando salió del baño, con la ropa seca de Namjoon y el cabello aún húmedo, encontró a Nam en la cocina, preparándole una taza de té. La calidez de la casa, el sonido suave del hervidor, todo le hizo sentir que estaba en un sueño del que no quería despertar.

—Siéntate —le dijo Namjoon suavemente, señalando el sofá mientras servía el té—. Esto te hará sentir mejor.

Jin se sentó en el sofá, envolviéndose en una manta que Namjoon había dejado a un lado. Cuando Nam le llevó la taza, se miraron a los ojos, y por un momento, ninguno de los dos supo qué decir. Pero no hacía falta. El silencio que compartían era reconfortante, y ambos entendían lo que el otro estaba sintiendo.

Namjoon, sin embargo, no podía dejar de preocuparse. Se sentó junto a Jin, mirándolo con una expresión seria.

—¿Te sientes mejor? —preguntó, tocando suavemente la frente de Jin para asegurarse de que no tuviera fiebre.

Jin asintió, dándole un pequeño sorbo al té caliente. El calor lo reconfortaba, pero lo que más le reconfortaba era la presencia de Namjoon a su lado. No podía recordar la última vez que alguien había sido tan atento con él, que se preocupara de esa manera.

—Gracias —susurró Jin, sus ojos reflejando la gratitud que sentía—. Por todo.

Namjoon sonrió, aunque sus ojos seguían llenos de preocupación. Él mismo estaba empapado aún, pero había estado tan concentrado en cuidar de Jin que no se había dado cuenta. Cuando Jin lo miró más de cerca, vio que Namjoon también temblaba ligeramente por el frío.

—Nam, estás mojado… —dijo Jin, su voz llena de preocupación—. No puedes seguir así.

Namjoon intentó restarle importancia. —No te preocupes por mí, estoy bien —dijo con una pequeña sonrisa, pero Jin no se dejó engañar. Se levantó del sofá y caminó hacia él, tomando la manta que lo cubría a él y envolviéndola alrededor de los hombros de Namjoon.

—Ahora no es solo tu trabajo cuidar de mí —dijo Jin suavemente, sus ojos fijos en los de Namjoon.

Namjoon lo miró sorprendido, pero no dijo nada. En cambio, dejó que Jin lo envolviera en la manta y, de repente, Jin se acercó y lo abrazó. Era un abrazo cálido, lleno de afecto, como si intentara compartir su propio calor con él. Namjoon cerró los ojos y dejó que ese abrazo lo envolviera, sintiendo cómo todo el peso de los últimos días desaparecía.

Ambos se quedaron así, abrazados bajo la manta, mientras la tormenta seguía rugiendo afuera. Ninguno de los dos necesitaba decir nada más. En ese momento, solo existían el uno para el otro. En medio del silencio y la lluvia, algo había cambiado entre ellos. Habían dejado de luchar contra sus propios sentimientos, aceptando finalmente que la felicidad estaba en esos pequeños momentos compartidos, en esos gestos de cariño.

Esa noche, bajo el techo de la pequeña casa de Namjoon, ambos supieron que ya no podían seguir negándose lo que sentían. La lluvia que caía afuera se llevó sus dudas, dejándolos en paz por primera vez en mucho tiempo.

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