Capítulo 11

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El sol se asomaba entre las montañas, muy lentamente se alzaba hacia el recién iluminado cielo, seguí su recorrido sintiendo mis ojos arder y mis parpapados pesar.

Suspiré mientras cerraba mi latop derrotada, una noche sin encontrar alguna solución. Pero la hoja al lado del aparato me devolvió la esperanza, así como el sol iluminaba un nuevo día lleno de expectativas.

"Los milagros son más comunes de lo que se piensa"

Leí el encabezado de un artículo que había encontrado entre mis búsquedas. Muchos textos similares estaban regados sobre la mesa del comedor, donde personas compartían sus historias sobre cómo, milagrosamente, su cáncer había sanado. Pero, ¿dónde estaba mi milagro? ¿Dónde estaba la respuesta concreta que pudiera ayudar a Jennie?

Me sentí decepcionada, no solo por la falta de información útil, sino también por la impotencia de no poder ofrecerle una solución. La idea de que su vida dependía de un milagro me resultaba abrumadora.

Tomé un respiro profundo y volví mi mirada hacia la hoja junto a la laptop. Quizás no había encontrado la respuesta que buscaba, pero eso no significaba que no existiera. Las historias de aquellos que habían superado la enfermedad eran un faro de luz en medio de tanta oscuridad.

Miré la cámara al costado y, por un momento, cerré mis ojos. La imagen del rostro de mi novia, iluminado por su bella sonrisa, se proyectó en mi mente, disipando la oscuridad. Necesitaba seguir buscando; no me rendiría tan fácilmente. Haría todo lo que estuviera a mi alcance por ella.

Apagué el motor de mi motocicleta, dejándola mal estacionada frente a la mansión Kim, apresuradamente baje del vehículo corriendo hacia la puerta mientras quitaba el casco de mi cabeza

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Apagué el motor de mi motocicleta, dejándola mal estacionada frente a la mansión Kim, apresuradamente baje del vehículo corriendo hacia la puerta mientras quitaba el casco de mi cabeza.

Corrí por el sendero de altos arbustos hasta llegar a la puerta principal, antes de siquiera poder llegar frente a la gran puerta, esta se abrió al mismo tiempo en que subí el último escalón. Por el marco el hombre de cabello gris hizo una reverencia ante mí, imite la acción con respeto.

-Buenos días señorita Manobal -con una sonrisa amable saludo educado, haciendo un edeman con su mano para que ingresara.

-Buenos días Arthur -le respondí el saludo mientras ingresaba y el hombre cerraba la puerta tras nosotros -. ¿Jennie esta en el jardín?

Pregunté volviéndome hacia el mayordomo, puesto que normalmente mi novia todas las mañanas de los sábados estaba junto a su madre en el jardín, regando las flores mientras conversaban.

-No señorita Manobal -negó, mientras seguíamos caminando -, la señorita Kim aun se encuentra descansando en su habitación -me informó -. Realmente toda la familia sigue descansando.

Arthur señaló en reloj que colgaba a lo largo de la pared, y caían unos cristales en forma de gotas hasta casi tocar el suelo.

-Aún es temprano -señaló, el reloj marcaba las seis y treinta de la mañana.

-No me había percatado de la hora. Si, aun es temprano -afirmé -. Creo que me adelante a la hora habitual de mi llegada -bromeé, tratando de hacer el ambiente más ameno, pero el hombre seguía con su postura erguida y su rostro serio -. Bueno, gracias Arthur.

Sin darle tiempo a responder corrí hacia las escaleras subiendo cada escalón como si al pisarlo cayera a un abismo, luego corrí por el extenso pasillo hasta llegar a la puerta de la habitación de Jennie.

Giré el pomo con cuidado, temiendo hacer ruido y de estar dormida, despertarla por el ruido, por un pequeño espacio entre el marco y la puerta note que efectivamente aún estaba dormida, Ingresé con sumo cuidado, cerrando la puerta de igual manera, camine de puntillas hasta acercarme a la cama, donde me senté al lado de ella, sintiendo cómo el suave colchón se hundía ante mi peso.

Sonreí ante el rostro relajado de mi hermosa castaña, con suavidad temiendo lastimarla y despertarla lleve mi mano a su rostro, delineando sus facciones, su pequeña nariz, sus mejillas esponjosas y por último sus labios carmesí.

Me pregunté: ¿Cómo un ángel como ella puede tener una enfermedad tan mala?. Nunca cuestioné las decisiones de Dios. Pero, ahora lo hacía, ¿cómo es posible que a personas buenas les pase algo tan malo?

No lo entendía.

De repente, Jennie se removió, me perdí en lo mágico que es verla despertar, sus ojos abriendose lentamente, mientras su boca se fruncia de una forma que me pareció tierna, sus ojos aún adormilados se encontraron con los míos, pude notar que el café de sus ojos al despertar se encontraba más claro, casi como un color miel, me perdí completamente en el mar de su mirada, ella parpadeando tratando de quitar la nube del sueño de su cuerpo.

Ella me observó por un momento confundida con su ceño fruncido, pero luego relajo su rostro mientras susurró:

-¿Lisa?

-Hola amor, ¿dormiste bien? -pregunté casi en un susurro, acariciando su mejilla.

-¿Qué haces aquí tan temprano? -cuestionó aún adormilada mientras se sentaba sobre el colchón.

Sonreí mientras me sentaba a su lado, rodeando su cuerpo con mis brazos, abrazándola con cariño dejando un casto beso en su cabeza.

-No soportaba un minuto más estando lejos de ti, así que en cuanto salio el sol vine a donde pertenezco -ella ladeo su cabeza sin comprender mis palabras.

-¿Y en donde perteneces? -preguntó suavemente.

-A tu lado.

Su rostro se frunció en sorpresa, pero segundos después una sonrisa se plasmo en el.

-No digas esas cosas con tanta facilidad -susurró, bajando se cabeza y sus dedos rozando entre sí.

-Solo digo la verdad -afirmé, tomé su mentón con delicadeza para hacer que me mirara, ella tenía sus ojos brillantes en lágrimas -. Yo pertenezco a tu lado, el propósito de mi vida es estar junto a ti, solo contigo con nadie más -le aseguré mis palabras dándole un beso en sus labios, aunque corto era una forma de hacerle entender la veracidad de mis palabras.

-¿Entonces no saldrás con otras mujeres cuando muera? -susurró contra mis labios, mirándome con intensidad.

-¿Qué? -la miré con sorpresa. Sin entender el porqué derrepente preguntó eso.

-Si, me refiero a si saldrás con otra mujer cuando muera, le dirás cosas lindas, la abrazaras, la llevarás a conocer a tu familia, le dirás cada minuto del día lo mucho que las amas, te casarías con ella, tendrás hijos y vivirían felices por siempre.

-Qué cosas dices -rei con nerviosismo -. Primero que nada tu no vas a morir, te lo aseguro -ella me miraba con atención, no tenía intención de responder a su pregunta porque era demasiado obvia, pero en su mirada note la desesperación por saberlo -. Sinceramente no saldría con otra mujer, porque yo solo le pertenezco a una, y esa eres tu Jennie. Además, ¿quién saldría conmigo?, toda la universidad sabe lo mucho que estoy enamorada de ti, ninguna mujer se atrevería a intentar algo conmigo sabiendo que mi corazón jamás le pertenecía porque ya tiene dueña, ¿Qué mujer...

-¿Qué mujer no querría salir contigo? -me interrumpió -. Eres hermosa, amable, educada y inteligente, por no decir que tienes una manera extraordinaria de amar, que hace que te enamores cada día más, hasta el punto en que lo único que piensas es en ti, en tus abrazos, tus palabras dulces y románticas, en tus extraordinarios besos, en tus caricias, en verte de nuevo. Eres de lo que no hay Lisa, ¿qué mujer no querría salir con una persona tan maravillosa como tu?. Si tuviese la posibilidad de renacer cientos de veces esas cientos de veces me enamoraría de ti, tenlo por seguro.

-Tienes una manera extraordinaria de acelerarme el corazón, Jen.

The Night We Met Donde viven las historias. Descúbrelo ahora