Capítulo 2

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Impotencia.

Ese sentimiento se arraigo en mi pecho torturandome.

La impotencia de no saber que sucedía con mi novia, la impotencia que sentí al sentirme inútil y no poder ayudarla, la impotencia de no ser lo suficientemente buena para mi suegro.

Siempre ha sido así conmigo desde que Jennie nos presentó, nunca entendí la razón de su actitud hacia mi, pero ahora lo hacía, y supongo que tiene toda la razón.

Nunca fui o seré lo suficientemente buena para su hija porque no he sabido proteger o siquiera cuidar de ella.

Pero su rechazo o desprecio nunca fue un impedimento para estar con su hija, y solo para que el logre sacarme de la vida de mi castaña o tan siquiera separarnos su única salida es matarme.

Porque solo la muerte podrá separarme de mi novia.

-¿Qué no escuchaste? -insisto observándome con desdén - Largo de mi propiedad -señaló con dureza.

Solo lo observé, el hombre castaño un doctor de renombre, demasiado famoso para mí gusto. El hombre podía ser un gran doctor pero una pésima persona.

A veces creo que me odia no solo por el hecho de ser la pareja de su hija y robarle a la luz de sus ojos, como suele llamarle, si no también por mi posición socioeconómica.

Gracias a el, su familia lo tiene todo e incluso hasta para desechar. Para mi Jennie es como una princesa, ha vivido como una, una princesa muy hermosa, eso siempre lo voy a recalcar, aunque no tenga mucho que ofrecerle a comparación de otros lo que le ofrezco es puro y sincero.

Jennie lo es todo a comparación de mi.

Pero yo no soy nada sin ella.

Para mi, Jennie lo es todo, es mi corazón que cada segundo late gracias a ella, es mi cerebro que funciona por ella, es mi alma que la conforma ella.

Sin ella yo no sería nada, me convertiría en una simple e insignificante partícula de polvo.

-¿Puedo por lo menos ver a mi novia? -pedí mirándolo a los ojos con suplica -. ¿Por favor?

Pareció dudarlo, lo note en su mirada, un destello de consideración por mi, pero su rostro seguía igual de impasible, lleno de seriedad y amargura.

-No -sentenció con dureza -. Y largo de mi vista.

Finalizó cerrando la puerta con fuerza llenando el espacio del eco del sonido sordo producido por la madera.

Observé por lo que me pareció mucho tiempo la puerta frente a mi, pensando en que si tal vez volviera a insistir y está vez mi suegra abriera sería muy diferente, podría estar con mi novia y al menos poder preguntarle si se encontraba bien, y de paso pedirle perdón por no saber cuidarla cuando más lo necesitaba, pedirle perdón por ser una mala novia para ella.

Pero era inútil, era muy conciente de que si volvía a tocar esa puerta quien abriría sería el señor Kim, nuevamente, y esta vez si ya no serían simples gritos quienes me digan que me largue, no se a que punto pueda llegar el hombre con tal de no verme y tampoco estoy dispuesta a saberlo.

Y no por cobardía, si no porque posiblemente después también lo haga con Jennie, aunque dudo que le haga daño a su hija, pues desde que lo conocí ha sido muy protector con ella.

Suspiré con resignación.

Camine de regreso a mi motocicleta, por encima del hombro mire por última vez la puerta que me impedía ir con el amor de mi vida, esa barrera que interponía su padre con tal de no tenerme cerca de ella, la observé con la esperanza de que el hombre tuviera piedad de mi y me dejara entrar a su casa, pero era obvia la respuesta.

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