επτά

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Tímidos rayos de sol se filtraron por los bordes de la cortina, llenando la pequeña sala de Alex de una cálida y suave luz qué marcaba el inicio del día. El castaño abrió sus ojos con delicadeza volteando la cara al sentirla sensible frente al sol, abrazando instintivamente lo que tenia al lado de la cara, hasta que se dio cuenta de que no era una almohada.

—¡Mierda!—, exclamó Alex aventando la mano de Jack, despertándolo al hacerlo.

El castaño dio un leve salto sintiéndose perdido, sin reconocer aún el lugar en el que se encontraba. Se percató de la posición tan inusual en la que había caído dormido, con las piernas colgando del reposabrazos del sillón y la cabeza recargada en el torso del moreno, el cual había pasado la noche sentado. Alex se enderezó recordando lo que había pasado esa noche y maldiciendo cuando las desiciones que tomó le pasaron factura.

—MI cuello me está matando—, susurró sobándose esa parte del cuerpo y sintiendo un dolor agudo por toda su espalda.

Jack tenía los ojos clavados en el suelo, pensando en lo horrible que era la gravedad en tierra firme, al igual que Alex sentía como sus huesos habían quedado en una posición terriblemente incómoda; sin embargo, y a diferencia del castaño que ya se estaba estirando, eso no había sido culpa propia.

—Lo sé, debí de irme a mi cama, lo siento—, dijo Alex como si hubiese leído la mente de Jack.

Está bien, apenas te podías sostener—, suspiró con una cara que confirmaba qué todavía no estaba del todo despierto.

El castaño caminó a la cocina arrastrando los pies, sentía como si su cuerpo pesara una tonelada. Abrió el refrigerador con pereza y se sorprendió al ver que no había nada aparte de una caja vacía de latas de cerveza, un plátano que se negaba a tirar pero ya estaba en las últimas y una embarrada de mermelada en un frasco que no podía usar, porque tampoco había pan. Alex se sintió estúpido por siquiera pensar en que podría hacer un desayuno para dos con las sobras que tenía. Había estado postergando el pedido del supermercado, pero la situación se había vuelto insostenible. Además, necesitaban conseguirle a Jack sus propias cosas, era un poco molesto que él fuera el que se estaba acabando su jabón.

—¿Jack, quieres ir a desayunar?—gritó con una voz ronca.

No era como si hubiera otra opción, y era un alivio para Jack, el chico había estado sobreviviendo de sándwiches toda la semana, por lo que estuvo de acuerdo de inmediato—. Está bien—, arrastró sin mucha energía.

El libanés, modorro aún, decidió tomar una ducha rápida, lo que reafirmaba su necesidad por productos propios. A medida que el agua tibia tocaba su piel, Jack sentía como la pesadez de no haber dormido bien, en contraste con los demás días, iba dejando su cuerpo arrastrada por el líquido. No sabía cómo Alex podía odiar tanto bañarse, era increíble... o tal vez sólo le recordaba a su hogar.

El castaño, mientras tanto, organizó dos cambios de ropa, uno para él y el otro para Jack, haciendo una nota mental para comprarle algo de ropa al chico, y bóxers, sobre todo bóxers. Alex le llevó las prendas al libanés al baño, sin saber por qué le daba tantos nervios entrar, al fin y al cabo ya le conocía el cuerpo. Una vez terminada la ducha Jack se dispuso a vestirse, al igual que su anfitrión, el cual había optado por ocultar l desastre que era su cabello debajo de una gorra. Además de ese accesorio para la cabeza que tenía varias funciones, Alex llevaba una playera gráfica, unos jeans grises y unos vans clásicos, mientras que Jack vestía una camiseta negra y plana además de unos viejos pantalones de mezclilla del castaño y unos converse que apenas le quedaban. Los cuerpos de ambos chicos eran muy similares, Jack sólo era unos centímetros más alto y tenía una complexión un poco más atlética qué la de Alex, por lo que las tallas de ropa no eran un problema, eran básicamente de la misma; sin embargo, el tema de los zapatos era un poco diferente, Jack tenía pies de nadador... por así decirlo.

A Match Into The Water || Jalex a.u.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora