Eleven

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La cara de Jungkook y de la señora Jeon en cuanto vieron al doctor Jeon acercarse con Taehyung agarrado de los hombros fue descomunal. En la mujer hubo cierto disgusto y en el del castañito hubo incomodidad y confusión, como si no supiera qué estaba pasando y por qué estaba pasando.

—Perdón por la demora, queridos. Convencer a este muchachito de que acepte algo es realmente difícil —tras estar completamente cerca, apartó una silla para Taehyung, indicándole con la cabeza que se sentara en ella. Con la cara hirviendo y unos molestos nervios atormentando su corazón y estómago, obedeció. Posteriormente, el hombre se sentó al lado. Cabía destacar que Taehyung estaba en el medio, precisamente al lado de Jungkook y del padre de este—. No vas a huir tan fácilmente de mí.

¿Era una amenaza? Porque la había cumplido al pie de la letra.

—No debiste traerlo, cariño —comentó la señora Jeon, incrementando los síntomas molestos en el pobre adolescente—. Se nota que su madre es una persona problemática.

—E-ella tiene razón... Mi madre podría molestarse —murmuró Kim, levantándose de la silla. Sin embargo, la mano del señor Jeon en su brazo ejerció presión en su cuerpo, volviéndolo a sentar—. No quiero problemas...

—Y no vas a tener problemas —dijo con seguridad, intercalando su mirada entre el chico y su mujer, como si estuviera advirtiéndole algo a esta última—. Siéntate con nosotros. Permítenos conocerte más y que nos conozcas más.

Seguidamente, la mesa quedó en silencio y el doctor aprovechó aquello para llamar a un mesero.

Jungkook juntó sus manos por debajo de la mesa, pegándolas a su regazo y quedándose tan quieto y callado como nunca había estado. Taehyung estaba en la misma posición, con la única diferencia de que tenía la cabeza gacha con el propósito de eludir contacto visual. Para su mala suerte, la señora Jeon estaba al frente suyo.

Todos ordenaron.

—Taehyung, ¿qué te apetece a ti? —Preguntó el hombre—. Y no me salgas con que no tienes hambre o sed.

—Es que no tengo hambre ni sed, pero muchas gracias por tomarme en cuenta —educadamente, hizo una pequeña reverencia hacia él—. Muchas gracias, señor, de verdad.

—Nada de eso —negó con la cabeza—. Pide algo.

—Es que...

Cansado, el hombre soltó un corto suspiro. La señora Jeon veía divertida la situación y Jungkook se quedó perplejo mirando un punto fijo, como si estuviera en una especie de shock.

—Que sea un jugo de mora, sopa de pollo y algo seco con muchos vegetales y proteína —le indicó al mesero, fatigado de que el muchacho no cediera. El empleado asintió, anotando la orden y retirándose—. Eso te ayudará a recomponer fuerzas. El jugo de mora le ayudará a la sangre que perdiste.

¿Por qué el señor Jeon tenía que ser tan amable? Era un hombre encantador, pero el contexto era lúgubre y, honestamente, estar en esa mesa era como estar en el infierno si consideraba que tenía al lado al chico de sus sueños.

El chico que atesoraba.

El chico que admiraba.

El chico que... amaba.

El chico que lo empujaba cada vez más al precipicio del infierno, en donde algún día sí o sí terminaría cayendo.

El chico que era su paraíso, y que a la misma vez era su perdición.

—¿Cómo es que te llamabas? —preguntó la mujer—. ¿Teayung?

—Taehyung, señora —corrigió respetuosamente.

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