CAPITULO 6

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Los siguientes días transcurrieron con la misma rutina para Charlie: clases, actividades extracurriculares, y breves momentos de paz con Ángel y Lisa. Aunque los problemas con Vaggie y Cherri seguían rondando en su mente, se concentraba en sus estudios y actividades, sabiendo que pronto terminaría su último año en Phillips Exeter Academy.

Mientras tanto, lejos de las aulas, Alastor, el gato rojizo, disfrutaba de su vida de vagabundo con total libertad. Deambulaba por los parques, callejones y techos de la ciudad, adaptándose completamente a su nueva vida felina. Había dejado de preocuparse por la curiosidad de la gente, o los niños que intentaban acariciarlo; ningún niño lograba acercarse a él. Aunque Charlie había sido la única que casi lo había tocado, ya no le daba importancia a aquel encuentro.

Alastor, con su pelaje rojo brillante y su astuta sombra, se había vuelto el rey de las calles. Su sombra, casi como una extensión de su voluntad, lo ayudaba a conseguir comida de los restaurantes cercanos. Un pedazo de pan aquí, un trozo de carne allá, nada se le escapaba. La vida de gato le resultaba increíblemente cómoda y entretenida. Era libre, y esa libertad le encantaba.

De vez en cuando, Alastor miraba desde lejos a los estudiantes del instituto cuando se dirigían a casa. Sabía que ellos estaban atrapados en su rutina, mientras él podía ir donde quisiera, cuando quisiera. Aquella sensación de poder y despreocupación era algo que ya había comenzado a disfrutar sin medida.

Así, los días pasaban tanto para Charlie, lidiando con las presiones de su último año, como para Alastor, que vivía su vida gatuna sin un solo arrepentimiento, feliz de estar fuera de las preocupaciones humanas.

Había pasado un mes desde el incidente en el comedor, y la vida de Charlie había seguido su curso habitual de clases, ensayos y actividades extracurriculares. Ahora era noviembre 26, un día especial, porque esa noche se presentaría la obra de teatro en la que Charlie y sus compañeros de la clase de teatro habían estado trabajando: La noche de reyes, de Shakespeare. Desde temprano, un cartel en los pasillos de Phillips Exeter Academy anunciaba el evento para las 8:00 p.m.

El día transcurrió de manera normal, con las rutinas de clases y actividades que Charlie había asumido como parte de su vida en la preparatoria. Sin embargo, la expectativa por la obra aumentaba a medida que avanzaba el día. Durante el almuerzo, mientras comía junto a Ángel y Lisa, Charlie les preguntó:

—¿Van a venir esta noche a ver la obra, verdad? —su voz tenía un matiz de nerviosismo.

Lisa sonrió mientras le daba un sorbo a su refresco. —¡Claro que sí! ¿Qué clase de amigas seríamos si no fuéramos a verte?

Ángel también asintió, poniendo una mano en el hombro de Charlie. —Estaremos ahí, nena. No te preocupes, ¡te vas a robar el show!

Charlie se sintió algo aliviada, pero entonces Lisa hizo una pregunta que la sacudió por dentro.

—¿Ya les dijiste a tus padres? Seguro estarán orgullosos de verte actuar.

El semblante de Charlie cambió de inmediato. Una mezcla de pánico y ansiedad nubló su rostro mientras trataba de encontrar las palabras. —Yo... no creo que puedan venir. Están muy ocupados y... no sé si tendrán tiempo. Ellos no... no tienen mucho contacto conmigo últimamente y yo…

La voz de Charlie se quebró un poco, y Ángel, notando su angustia, intervino rápidamente. —Okey, okey, cálmate. Todo está bien, ¿vale? No pasa nada. Nosotros estaremos ahí, y eso es lo que importa.

Charlie respiró hondo, intentando calmarse mientras Ángel le daba suaves golpecitos en la espalda. Aunque la mención de sus padres le había causado ansiedad, el saber que sus amigos estarían ahí le dio una sensación de seguridad.

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⏰ Última actualización: Oct 25 ⏰

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