Amor de locos

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Un Encuentro Aterrador"**

Alexander y Tomás avanzaban por las calles de la ciudad en el auto de Alexander, disfrutando de su reencuentro después de tantos años. La música sonaba suavemente de fondo mientras intercambiaban anécdotas de su infancia.

“Y no puedo creer que hasta hoy no hayas probado el sushi en mi restaurante favorito. ¿Qué te parece si vamos después de dejarte en el hotel?” sugirió Alexander, sonriendo.

“Suena perfecto, pero primero, tenemos que ver cómo ha cambiado esta ciudad”, respondió Tomás, observando la bulliciosa actividad urbana.

De repente, un destello de movimiento captó su atención. “¿Qué fue eso?” dijo Tomás, buscando con la mirada lo que había pasado por su lado. Justo en ese momento, dos chicas aparecieron corriendo, con el rostro pálido de miedo, casi chocando contra el auto de Alexander.

“¡Esas chicas!” exclamó Tomás, reconociendo la situación. “Mira cómo corren. Algo no anda bien”.

Ambos chicos hicieron contacto visual con las chicas, y en un instante, se dieron cuenta de que no tenían idea de quiénes eran. Sin embargo, el terror en sus rostros era inconfundible. Las chicas siguieron corriendo, sin detenerse, a medida que un grupo de hombres las perseguía por la calle.

“¡Alex! ¿Qué está pasando?” preguntó Tomás, frunciendo el ceño al ver a los hombres corriendo tras ellas.

“Quizás son ladronas, o algo así”, respondió Alexander, manteniendo la calma. “No es nuestro problema, Tomás. No podemos involucrarnos en eso”.

“¡Mira esos tipos! No parecen policías. Se ven peligrosos”, dijo Tomás, la preocupación comenzando a apoderarse de él. “Parece que realmente quieren atraparlas”.

“Vamos, no le des más importancia. No podemos quedarnos aquí. Tenemos nuestra propia vida”, insistió Alexander, aumentando la velocidad un poco, dispuesto a dejar el extraño episodio atrás. Sin embargo, la mirada angustiada de Tomás se mantenía en el espejo retrovisor.

“No puedo permitir que esto quede así. ¿Y si realmente están en peligro?”, argumentó Tomás, sintiendo cómo su sentido de justicia se encendía.

“Escucha, lo que hacemos ahora podría poner en peligro nuestras propias vidas. Solo son dos chicas corriendo, no podemos arriesgarnos por un par de desconocidas”, dijo Alexander, tratando de razonar con su amigo.

Tomás, sin embargo, sentía que había algo más en juego. “¡Pero no sabemos de qué están huyendo! Tienes que entender, si las dejamos y algo les ocurre... nunca me lo perdonaría”.

Finalmente, tras un instante de silencio, Alexander sintió que la presión de la situación lo llevaba a tomar otra decisión. “Está bien, está bien. Pero si lo hacemos, debemos ser astutos. No nos metamos en problemas innecesarios”.

Con un giro decidido, Tomás indicó que iba a dar la vuelta para seguir a las chicas y averiguar qué estaba sucediendo. La mente de ambos estaba llena de adrenalina mientras regresaban a la escena.

**Escena de Confrontación**

Al girar, se encontraron nuevamente con la escena: las chicas, corriendo con todas sus fuerzas, se adentraron en un callejón entre edificios. Los hombres, con la mirada fija, no parecían dispuestos a abandonar la persecución.

“¡Mira, ahí están! Vamos a ayudarlas”, dijo Tomás, frenando en seco.

“¡No, espera!” gritó Alexander. Pero ya era demasiado tarde. Tomás salió del auto y corrió hacia el callejón.

“No, no! ¡No te vayas solo!” gritó Alexander, sintiendo la urgencia de seguirlo.

Tomás encontró a las chicas acurrucadas en una esquina, visiblemente aterrorizadas. “¿Qué está pasando?”, preguntó con voz firme. “¿Quiénes son esos hombres?”.

Miriam, con miedo en sus ojos, respondió: “No lo sabemos, pero nos están persiguiendo. No somos ladronas, ¡por favor ayúdennos!”

Larisa, aún en shock, añadió: “Tenemos que escondernos. No estoy segura de qué quieren, pero parece grave”.

Sin pensarlo dos veces, Tomás miró a Alexander mientras ambos evaluaban la situación. “¡Al coche! Ahora, rápido!” exigió, y las chicas no dudaron en correr detrás de ellos.

**Escena de Escape**

Mientras Alexander arrancaba el auto, la adrenalina corría por sus venas. “¡Sujétense!” gritó, acelerando lo más que podía, dejando atrás a los hombres que ahora se alejaban.

“¿Vieron hacia dónde fueron?” preguntó Tomás sin aliento.

“¡No lo sé! ¿Por qué no podemos simplemente ir a la policía?” Larisa estaba desesperada.

“No tenemos tiempo para eso. Solo sigan calladas y mantengan la calma. Debemos salir de este lío”, respondió Alexander, concentrado en la carretera.

Mientras se alejaban, los hombres desaparecían de su vista, y un suspiro de alivio llenó el coche. Aún así, la tensión seguía palpable. Nadie podía ignorar la sensación de que su día había tomado un giro inesperado.

En esos momentos de incertidumbre y peligro, un nuevo lazo se formaba, uniendo a estos cuatro jóvenes en una lucha inesperada por la verdad y la protección mutua. ¿Qué les depararía el destino a continuación? La aventura recién comenzaba.

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