Tomás y Alexander llegaron al pequeño café donde Tomás había querido pasar el rato, un lugar acogedor con un aire familiar. Antes de entrar, Alexander se volvió hacia su amigo.
"Estoy seguro de que ella estará feliz de verte."
"Sí, lo sé. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que la vi. Aún así, tengo un poco de nervios... No sé cómo estará."
¡Vamos! No hay nada de qué preocuparse."
Ambos se acercaron a la puerta, Tomás respirando profundamente. Sin embargo, antes de que alguien pudiera entrar, un joven apareció de la nada, con una expresión malhumorada.
"¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren?"
"Primero que nada, buenas tardes, niño. ¿No te enseñaron educación o qué?"
El chico lo miró con desdén.
"¿Y a mí qué me importa lo que pienses? No tengo que responderte."
"Oye, cálmate. Solo estamos buscando a la señora Elena. ¿Estás aquí para ayudar o solo para hacer la vida difícil?"
El chico frunció el ceño y cruzó los brazos.
"No sé de qué hablas. No conozco a ninguna señora Elena por aquí."
"Uy, qué mal carácter tiene este mocoso de mierda. Tal vez deberíamos haber traído dulces en lugar de buenas intenciones."
Tomás sintió que la situación se estaba saliendo de control y decidió calmar las aguas.
"Mira, joven . Solo queremos hablar con ella. Si no la conoces, está bien, pero sería genial si pudieras ser un poco más amable."
El chico malhumorado lo miró con desdén, pero a medida que la tensión aumentaba, un ligero cambio en su expresión hizo que Tomás se diera cuenta de que tal vez había esperanza.
"¿Y si sí la conozco? ¿Qué me va a importar a mí?"
También podrías pensar en nosotros como potenciales clientes, ¿sabes? A veces, una sonrisa va más allá de un ataque de actitud."
El chico se quedó en silencio por un momento, y luego hizo un gesto con su mano hacia atrás.
"Si la conoces, está en la cocina. Pero no quiero problemas aquí. Si vienen a causar, será mejor que se larguen."
"Nosotros solo queremos hablar. Eso es todo. Gracias por tu ayuda."
Con esas palabras, Tomás empujó la puerta, que se abrió de golpe, revelando el cálido interior del café. Al entrar, el aroma a café recién hecho y pasteles recién horneados los envolvió.
**Alexander (mirando a Tomás):** "¿Ves? ¡Ya estamos en el camino correcto!"
Tomás sonrió levemente, pero su mente seguía centrada en ver a la señora Elena. Mientras caminaban hacia la cocina, Tomás no podía evitar preguntarse cómo habría cambiado todo desde su última visita.
"Espero que siga siendo la misma de siempre."
"No te preocupes. Algunos lugares y personas nunca cambian. Y si lo hacen, tal vez sea para mejor."
Cuando Tomás y Alexander entraron en la cocina del pequeño café, el aroma a pasteles recién horneados y café llenó el aire. En el fondo, una mujer de mediana edad estaba organizando algunos ingredientes. Al darse la vuelta y reconocer a Tomás, sus ojos se iluminaron.
"¡Mi querido niño! ¡Volviste! ¡Qué grande te has hecho!"
Tomás corrió hacia ella, y en un instante, se encontraron en un cálido abrazo. Fue un abrazo que hablaba de años de amor y cuidado, un refugio en un mundo que a veces parecía caótico.
¡Elena! ¡Te he extrañado tanto! No puedo creer que estoy aquí de nuevo."
La señora Elena lo sostuvo con fuerza, como si nunca quisiera soltarlo. Era la mujer que había cuidado de Tomás desde su infancia, criándolo como si fuera su propio hijo. Los momentos compartidos juntos se hicieron presentes en su memoria, llenándolo de nostalgia.
Entonces, mientras Tomás y la señora Elena se abrazaban, Alexander se sintió un poco fuera de lugar y decidió bromear.
"¿Y solo le darás un abrazo a él, o qué? ¿No hay amor para el amigo que trae sushi?"
Elena, aunque aún abrazando a Tomás, giró la cabeza hacia Alexander con una sonrisa traviesa.
"Tú no mereces ningún abrazo mío, pedazo de imbécil."
"Uy, te estás poniendo muy vieja para ser tan mordaz. Solamente estoy aquí para ayudarte."
Tomás, al escuchar eso, no pudo evitar reirse mientras le daba un ligero empujón a su amigo.
"¡No le digas eso! Ella sigue siendo muy hermosa, como siempre."
La señora Elena se volvió hacia Tomás con cariño, su mirada reflejando años de amor maternal.
"Oh, cariño, gracias. Tú siempre has sido un buen niño, y siempre he querido lo mejor para ti."
Mientras acariciaba la cara de Tomás, sintió la calidez de la conexión que habían compartido. Aquella simple acción transmitía todo el amor que había puesto en su cuidado.
"Me alegra que estés bien, Elena. Quería venir a verte y saber cómo estabas. He estado pensando mucho en ti."
"Yo también, querido. Siempre me preocupo por ti. Aunque este niño mareado (señalando a Alexander) te haya traído aquí hoy, siempre estaré aquí para escucharte.
"Yo solo estoy aquí para el sushi y los pasteles, ¡ya lo saben!"
La señora Elena no pudo contener la risa ante la broma de Alexander. La atmósfera se llenó de calidez y alegría, borrando la tensión que había precedido el encuentro.
"Vamos, a este paso, se van a quedar aquí a almorzar. ¡Y prometo que será delicioso!"
"Eso suena perfecto. Gracias, Elena. Me alegra estar aquí contigo."
Mientras se acomodaban a la mesa, Tomás sintió que la conexión con la señora Elena lo llenaba de una paz que había echado de menos. A su alrededor, los dos amigos se sintieron como en casa, listos para compartir historias y recuerdos en ese cálido lugar.
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Amor de locos
RomanceEn un orfanato, dos amigas, Miriam y Larisa, descubren un oscuro secreto sobre el tráfico de personas que se lleva a cabo bajo el disfraz de un refugio para jóvenes. Temiendo por sus vidas, las chicas deciden escapar y, en su huida, se cruzan con To...