Amor de locos

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Aguas Turbias"**

El auto de Alexander se detuvo bruscamente frente a la acera, y el silencio que siguió al tumulto fue pesado. “Bueno, ya están a salvo. Pueden bajarse de mi auto”, declaró Alexander, mirando a las chicas con un toque de autoridad.

“Ni quisiéramos estar en tu auto, la verdad”, contestó Miriam, cruzando los brazos, su voz cargada de tensión. La adrenalina aún recorría su cuerpo.

“Si no fuera por nosotros, ustedes estarían muertas”, replicó Alexander, cada palabra impregnada de frustración. Volteó hacia Tomás. “¿Acaso saben quiénes eran esos hombres?”.

Tomás miró a las chicas y, con preocupación, se unió a la conversación. “No, no lo saben, pero lo que está claro es que les querían hacer daño. ¿No tienen idea de qué estaba pasando?”.

“Bueno, no los conozco, pero era obvio que estaban tras ustedes”, afirmó Alexander, enderezándose en su asiento.

“¡Eso es sólo suposiciones!”, exclamó Miriam, su tono más fuerte ahora. “¿Acaso piensas que somos responsables de esto?”.

“¿Y quién más lo sería? Necesitamos respuestas, y ahora están ustedes aquí en mi auto, generando problemas”, añadió Alexander, el enojo y la sorpresa mezclados en su expresión.

Fue entonces cuando Larisa decidió intervenir, buscando calmar la situación. “Chicos, esperen. Esto no nos lleva a nada. Ahora estamos a salvo. No vamos a resolver nada discutiendo”.

Tomás asintió, tratando de mediar. “Larisa tiene razón. No podemos perder tiempo en esto. Lo más importante es que se aseguren de estar bien”.

“Tienes razón,” dijo Miriam, respirando hondo para contener su frustración. “No queremos hacerles más problemas”.

Finalmente, después de un momento de tensión, decidieron que lo mejor era que las chicas bajaran del auto. “Está bien, nos bajaremos. Solo no sabemos si estará bien…”, murmuró Tomás, visiblemente preocupado por su seguridad.

Alexander, por su parte, se sintió un tanto irritado. “¿Qué tiene de importancia? Ya no están nuestras manos. Lo mejor que podemos hacer es alejarnos de todo esto”.

Miriam tomó un respiro profundo, sabiendo que el momento de separarse había llegado. “Gracias por ayudarnos. Pero ahora necesitamos resolver esto por nuestra cuenta”, dijo con una mezcla de gratitud y determinación.

Después de un breve intercambio de miradas, Tomás y Alexander vieron a las chicas salir del auto. El ruido del motor pronto se desvaneció mientras ellas se alejaban, un aire de incertidumbre rodeándolas.

Una vez que las chicas se alejaron, las miradas de los chicos se cruzaron en un silencio incómodo. “¿Crees que estarán bien?” preguntó Tomás, ya sintiendo la pesadez de la situación.

“Espero que sí, pero no se puede hacer más”, respondió Alexander mientras giraba el volante y se dirigían a la carretera. Sin rumbo claro y aún procesando los eventos del día, los chicos se alejaron, sin tener idea de lo que podría sucederle a Miriam y Larisa en su búsqueda de respuestas.

Así, mientras las chicas se enfrentaban a su propio destino, los chicos reflexionaban sobre cómo la vida, a veces, tomaba giros inesperados, llevándolos a situaciones que jamás habrían imaginado.

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