Llevar la contraria a los padres en la adolescencia es muy común.
Salir cuando ellos no quieren, usar ropa que a ellos no les gusta, peleas constantes e incluso salir con personas que no son buenas para ti.
Esta contraria nunca tuvo razón, ¿Debías...
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Caminaba con seguridad por los pasillos, sonrisas coquetas y saludos amables salían de forma instantánea.
Aunque ella no se sentía así. Estaba confundida, y había evitado a toda costa a sus amigos y a Tobias. Quería aclarar su mente, no quería que nadie se metiera en sus decisiones.
—No puedo creerlo... —estaba en el baño, el único lugar donde había un poco de paz.
—Esta semana ha pasado demasiado.
Había un grupo de chicas además de ella.
—Lilian tiene la nariz partida, Medea se escapó con un muchacho y Dalilah saliendo con un emo, el mundo está de cabeza.
Dalilah se congeló al escuchar su nombre salir de la conversación casual en el baño. Su espalda se tensó mientras trataba de no hacer ruido, apoyándose contra la fría pared del cubículo. Sabía que los rumores volaban rápido en la escuela, Eso era lo que quería después de todo.
—¿Con el nuevo? —preguntó una de las voces con tono incrédulo. —No me lo creo. Ella siempre ha estado con chicos... ya sabes, del equipo de fútbol o algo así. No es su tipo.
—Pues parece que sí, lo vi con mis propios ojos. —la otra chica bajó la voz, como si compartiera un secreto prohibido. —Los ví irse al bosque la otra noche. Se veían... bastante cercanos.
El corazón de Dalilah dio un vuelco. ¿Habían visto lo que pasó? La situación con Toby había sido confusa, oscura, pero no quería que nadie lo supiera. Todo el control que creía tener se le escurría entre los dedos, y ahora los demás comenzaban a notarlo.
—¿Tobias? —la incredulidad en la voz de la otra chica era evidente. —¿Qué está haciendo Dalilah con alguien así?
—Eso mismo me pregunto yo. —la primera rió con sarcasmo. —Tal vez ya se cansó de los chicos lindos. ¿Quién sabe qué le gusta en realidad?
Las chicas siguieron hablando, riendo entre ellas, pero Dalilah ya no podía escuchar claramente. Un zumbido llenaba sus oídos mientras su mente se hundía en la mezcla de rabia, confusión y algo más... vergüenza.
