- La Fiesta -

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No sé cómo dejé que Book me convenciera de ir a esa fiesta. Él sabía que no era mi estilo. No me gustaban las multitudes, ni la música ensordecedora, y mucho menos la idea de perder el control. Pero ahí estaba, en el salón abarrotado, sintiéndome fuera de lugar mientras Book ya se había perdido entre la multitud.

—No te ves nada mal cuando te esfuerzas un poco, Jimmy —dijo una voz familiar a mi lado.

Era Sea, con una sonrisa que mezclaba burla y algo más. Llevaba una chaqueta negra, y su cabello, despeinado a propósito, lo hacía ver más irresistible de lo que quería admitir.

—No vine aquí para impresionar a nadie —dije, girando la mirada para no enfocarme en él.

—Claro, claro —contestó Sea con tono distraído, y noté cómo su atención se desviaba hacia la barra donde ya había demasiada gente bebiendo.

Yo sabía que las fiestas no eran mi territorio. Prefería pasar desapercibido, mantenerme sobrio y, sobre todo, alejado de situaciones que me pusieran en una posición incómoda. Pero esa noche todo parecía estar en mi contra. Book había desaparecido con Force, y la única persona que quedaba para mantenerme compañía era Sea, lo cual no ayudaba a mi intento de mantener la compostura.

—Vamos a por algo de beber —propuso Sea, ya arrastrándome hacia la barra sin esperar mi respuesta.

—No creo que sea buena idea... —intenté decir, pero Sea ya había pedido dos tragos antes de que pudiera terminar la frase.

Cuando los vasos llegaron, me quedé mirando el mío con incertidumbre.

—No muerde, Jimmy —bromeó Sea, levantando su vaso y tomando un largo trago.

Lo observé, y por alguna razón, mi cuerpo decidió que no quería quedarse atrás. Tomé el vaso y di un sorbo, sintiendo cómo el alcohol quemaba al bajar por mi garganta. No estaba acostumbrado a beber, pero lo necesitaba si iba a sobrevivir esa noche junto a Sea.

Uno se convirtió en dos. Dos en tres. Y antes de darme cuenta, ya había perdido la cuenta de cuántos tragos llevaba.

La música sonaba más fuerte, las luces parpadeaban en colores, y todo alrededor comenzaba a desdibujarse. Pero entre todo el caos, la figura de Sea se mantenía clara. Él se había acercado más, y su presencia era lo único que me mantenía anclado a la realidad. Su sonrisa se había suavizado, y sus ojos me miraban de una manera que nunca había visto antes. O tal vez era el alcohol. No lo sabía con certeza.

—¿Estás bien, Jimmy? —preguntó, inclinándose hacia mí para que pudiera escucharlo por encima de la música.

—Me siento... raro —admití, apoyándome en la barra para no perder el equilibrio.

—Eso pasa cuando no sabes manejar bien el alcohol —dijo Sea, riendo suavemente.

Su risa me irritó por alguna razón, pero también me sentí atraído por ella. Tal vez era el alcohol, tal vez era todo lo que había estado reprimiendo, pero en ese momento algo dentro de mí se rompió. Esa tensión que había estado evitando finalmente explotó.

Antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, me incliné hacia Sea, más cerca de lo que nunca antes me había atrevido.

—¿Sabes algo? —dije, con la lengua un poco más suelta de lo habitual—. Estoy harto de que juegues conmigo.

Sea me miró, sorprendido al principio, pero luego esa sonrisa traviesa volvió a su rostro.

—¿Ah, sí? —respondió, como si estuviera retándome—. ¿Y qué vas a hacer al respecto?

No sé qué me impulsó. Tal vez fue la acumulación de provocaciones, tal vez el alcohol hablando por mí, o tal vez simplemente ya no me importaba mantener el control. Lo único que sabía era que me lancé hacia él, mis manos aferrándose a su chaqueta mientras lo acercaba más. Y entonces lo besé.

Fue un beso torpe, lleno de necesidad y deseo reprimido. Al principio, Sea no reaccionó, probablemente sorprendido por mi audacia. Pero después de un segundo, lo sentí responder. Sus manos se movieron hacia mi cintura, tirándome hacia él mientras el beso se volvía más intenso. La música, las luces, las personas a nuestro alrededor desaparecieron. Solo existíamos él y yo en ese momento.

No sé cuánto tiempo pasó antes de que finalmente me apartara, jadeando ligeramente. El mundo giraba un poco, pero no podía apartar la vista de Sea. Sus labios estaban entreabiertos, sus ojos brillaban con algo que no podía descifrar del todo.

—Vaya... —murmuró Sea, aún sin soltarme—. No pensé que tenías eso en ti, Jimmy.

Mi corazón latía desbocado. Me había lanzado a algo que no había planeado, y ahora no sabía qué hacer. La vergüenza comenzó a subir lentamente cuando me di cuenta de lo que acababa de hacer. Yo, el tipo tranquilo, el que nunca perdía el control, acababa de besar a Sea en medio de una fiesta.

—No... no sé qué... —comencé a decir, pero las palabras se me atoraron en la garganta.

Sea me observaba con una mezcla de diversión y algo más, algo que no podía definir.

—Tranquilo —dijo suavemente, acercándose de nuevo—. No te preocupes, Jimmy. Esto es solo el comienzo.

Su mano acarició mi mejilla, y por un segundo, pensé que iba a besarme de nuevo. Pero justo en ese momento, alguien chocó con nosotros, interrumpiendo el momento y recordándome dónde estábamos.

Me alejé rápidamente, sintiendo el calor subir por mi cuello. El mundo a mi alrededor volvió a entrar en foco, y las risas y los gritos de la fiesta me hicieron darme cuenta de la realidad. Había causado una escena, y sabía que no iba a poder escapar de lo que acababa de pasar.

—¿Todo bien por aquí? —dijo una voz familiar, y cuando levanté la vista, vi a Book observándonos con curiosidad.

A su lado, Force se cruzó de brazos, con una sonrisa que claramente decía que había visto más de lo que yo hubiera querido que viera.

—Jimmy solo se está soltando un poco —respondió Sea, sin preocuparse por lo que los demás pudieran pensar. Yo, por el contrario, sentía cómo me hundía en la vergüenza.

Book me lanzó una mirada interrogante, pero no dijo nada. Sabía que iba a preguntarme más tarde, cuando estuviéramos a solas.

—Tal vez es hora de que te relajes un poco más, Jimmy —dijo Force, aún con esa sonrisa que me ponía nervioso—. A todos nos viene bien de vez en cuando.

Book lo miró de reojo, claramente no muy conforme con la situación, pero también sin decir nada más.

La tensión entre Sea y yo aún colgaba en el aire, aunque ahora era más evidente que nunca que habíamos cruzado una línea que no podía deshacerse. Sabía que las cosas entre nosotros no iban a ser las mismas, y por mucho que quisiera, no podía ignorar lo que acababa de pasar.

El problema era que no sabía si estaba preparado para enfrentar las consecuencias de lo que había comenzado.


Entre libros y señales rojas | JimmySeaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora