10 Sorpresa

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—Isabel—

Debe ser lo más bonito que la persona que te gusta te abrace por la espalda, pero más aun bonito es que tú le gustes a esa persona.

Mis papás a veces se pasan de melosos, se portan como si no hubiera un mañana. Él a veces toca la guitarra y le canta con mucho sentimiento. Y no porque sea mi papá, es que él realmente tiene una voz tremenda, y no lo hace seguido, solo lo hace para ella que lo mira como si no existiera nadie más, y creo que termina más enamorada de lo que estaba.

Al cielo, le robé una estrella —cantó al son que iba tocando en su guitarra, con sus ojos puestos en mi mamá y ella dejó de leer los documentos en los que estaba concentrada—. Al prado, una rosa tan bella.

—Abel... —Estaba realmente sorprendida.

Y al tiempo, le pedí un momento, contigo, para poderte amar —Ella se levantó y se acercó a la sala para sentarse junto a él, y vi que una lágrima rodó por su mejilla—. Te quiero, como nadie te quiso, por miedo, es que no te lo digo, y al viento, que es mi único amigo, le pedí... te lo diga por mí. Te quiero, te quiero, te quiero mas no sé, si puedo, si debo, por miedo, decir que te quiero, te quiero, te quiero y que no puedo más... vivir sin ti.

—Un día llegué a tu casa, y escuché esa canción —dijo ella. Mi papá dejó la guitarra de lado y centró toda su atención en ella, limpiando con su pulgar esas lagrimas que seguían saliendo de manera silenciosa y que ella parecía no sentir—. Dijiste que tu mamá tenía la música en el estéreo y que salió apresurada al trabajo, pero no era verdad —Él negó en silencio sin dejar de sonreír para ella, y con esa mirada que yo creo solamente nosotras conocemos—. Yo vi tu guitarra en la sala, tu estabas practicando esa canción, por eso te pusiste nervioso.

—Desde que te vi por primera vez, fuiste esa fuente de inspiración que le faltaba a mi vida, Chaparra.

—Y tú con tu afán de verte antipático ante todo el mundo, y el mundo sin saber lo tierno que eres.

—Eso no es un privilegio que se merezca el mundo, Chaparra, solamente tu e Isabel.

Los besos entre ellos nunca faltan así que esa vez no fue la excepción.

Me fui lo más silenciosa posible a mi cuarto, y les dejé disfrutar su momento.

Mi mamá termina de preparar las dos tazas de café, y le entrega una a mi papá, es cuando él suelta ese abrazo por la espalda, y notan mi presencia así que dejan su cuchicheo y silencian sus risitas.

—Isa... —La seriedad de mi papá me alerta, pero no creo que mi mamá le haya dicho lo de César.

—¿Mi amor, te preparo leche con chocolate o quieres cereal? —pregunta mi mamá interrumpiendo a mi papá, le entrega su taza con una mirada de esas raras que no entiendo como lo hacen, pero solamente entre ellos se entienden. Es como si se hablaran por telepatía, pero con los ojos.

—Cereal —respondo, y mientras mi mamá abre lo toma de encima del refrigerador, yo saco un plato de la alacena y una cuchara para sentarme en la mesa donde mi papá ya está comiéndose un pan, siguiéndome con la mirada. Entonces entiendo por qué mi mamá lo interrumpió.

Se queda callado hasta que ella se acerca con la caja de cereal en una mano, y la leche en la otra.

—Anoche te fuiste a dormir en cuanto entramos, ¿cómo te la pasaste? —pregunta mi mamá.

—Chido. Estuvimos viendo películas, después las quitamos porque a César no le gustan de ese tipo —Se me escapa sonreír. ¿Aun estará con el macaco? No puedo mandarle mensaje porque mientras estemos en la mesa, o reunidos los tres, está prohibido usar celulares—. ¿Y ustedes? ¿La pasaron bien? ¿Cómo está mi tío?

Al final del arcoíris | En procesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora