—César—
¿Fenomenal? Qué onda con esa morrita...
Lo que es tener varo y tener la vida resuelta que no sabes diferenciar los verdaderos problemas.
Tenía que ser una pinche broma.
Además, vi cómo me miró ese hombre que sin duda es su papá. Con esas personas no es bueno ni relacionarse, son problemas seguros.
Espero que no vuelva a acercarse. Se ve que no aguantaría una carrilla como la que suelen dar esos dos pinches pesados.
Me duelen los pies, pero es porque perdí la condición en las vacaciones. En una semana mas o menos iré recuperándola y me vuelvo a acostumbrar.
Ya no sé que es peor, si estar en la casa, o en la escuela. Y todo el camino me sirve para reflexionar si de verdad necesito esto de estudiar y aspirar a ser algo más que un miserable don nadie como mi tío me lo suele repetir. Lo de aspirar a ser alguien más, lo de ser un don nadie es cosa mía. Él siempre ha creído en mí.
Chingado. Pinche dilema que me cargo, caray. No quiero decepcionarlo, pero francamente, me ronda mucho en la cabeza si neta es buena idea seguir aguantando. Puedo salir sin pedos de la casa, busco un trabajo cualquiera y ya está, pero tambien lo pienso mucho por mi abuela. No puedo dejarla sola.
—¡Cesarín! —Me toma por sorpresa justamente mi tío, y eso anima mi día, así que sonrío porque algo bueno está sucediendo después del día de mierda en la escuela..., si quitamos lo de la morrita, claro. Me acerco a la par que él en cuanto se levanta del sillón para abrazarlo—. ¿Cómo te fue, cabrón? ¿Qué tal el regreso a clases?
—Pues..., fenomenal —digo sin pensarlo mucho, pero me arrepiento casi al instante.
—¡Eso, cabrón! —festeja, como siempre lo hace—. No esperaba menos de ti, canijo.
—¿Tú como estas, tío? —pregunto dejando la mochila sobre el sillón—. ¿Hace mucho que llegaste?
—Nel, tiene poco. Quería saber cómo te había ido y para darte esto antes de que venga mi jefa —Saca su cartera y me entrega unos billetes—. Para lo que necesites, cabrón. Y si necesitas más, solo dime. Si te piden para algún trabajo, un libro, lo que sea, me avisas ¿va?
—Gracias, tío —Guardo el dinero que ya no es mío, con eso me quitaré a esos dos pinches latosos de encima—. ¿Y dónde está la abuela?
—Fue a buscar al parásito de tu padre, ya sabes cómo es.
Desde que el abuelo murió, se ha empeñado en tener algo por lo qué preocuparse y ese es mi papá.
—Pues no tendrá que buscar mucho, está en el callejón —señalo caminando a la cocina, estoy hambriento—. En lo suyo, ya sabes..., lo de siempre.
—No lo dudo. Pero en fin, hazle entender a la jefa... —Me encojo de hombros.
—¿Cómo está Abi? —Se levanta y me sigue hasta la cocina donde ya estoy recalentando lo que sobró en la cena de anoche.
—Con mucho trabajo, pero les manda saludos —Ya no pregunto por qué no vino, si es claro que a ella no le gusta el ambiente que hay aquí, y prefiere evitarlo.
De pronto mi abuela llega, la miro de soslayo y mi tío se acerca al refri a buscar una cerveza.
—Cesarito, ¿a qué hora llegaste mi niño? —Sus manos sujetan como pueden mis cachetes porque no suelto la sartén, y deja un beso en cada una con todo el cariño que siempre me descarga.
—No tiene mucho, abuela. ¿Dónde estabas? —Ella me quita la sartén y cuidadosamente me va empujando hasta quitarme de la estufa—. Ora, siéntese pues —digo, pero ella agita la mano como espantando una mosca, así que me siento en el pequeño comedor riéndome de cómo pelea por adueñarse de su cocina.
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Al final del arcoíris | En proceso
Novela JuvenilIsabel, una joven apasionada y aventurera, vive la vida al límite. Su mundo se basa en la emoción y la exploración constante. Por otro lado, César, un joven introvertido y tímido, se refugia en su mundo interior, alejado de los riesgos. Cuando sus c...