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—César—

Definitivamente me siento mejor. No sé como lo hace, pero basta unos pocos segundos con ella para que se me olvide todo.

En otra ocasión, lo de ayer me traería bajoneado todo el día, pero hoy no ha sido así.

Desde que Leandro comenzó a hablarme, cambió el lugar con la chava que se sentaba enfrente de mí, y pensé que hoy se iba a sentar donde antes, pero no.

—¿Y esa pinche alegría, güey? —pregunta después de girarse sobre su pupitre y recargar los brazos en el respaldo—. Hasta los ojitos te brillan.

—No es cierto, no mames —respondo evadiendo su mirada juiciosa.

—Güey, pero si siempre andas bien pinche serio, y hoy..., nomás mírate, si hasta nervioso te pones —Se ríe y no hay pedo. Tiene razón, porque estoy tratando de sacar el cuaderno para hacerme güey después de la sonrisa que se me escapó—. No mames —dice sorprendido y lo miro esperando a que hable—. No, güey, ya caíste.

—¿Qué?

—Te gusta —asegura en voz baja, poniéndome más nervioso y se vuelve a reír porque sabe que tiene razón—. Estás todo pinche rojo, güey, te gusta.

—Ya, cabrón —suplico cuidando el tono de mi voz—. ¿No tienes otra cosa que hacer? Mandar mensajes a doble u por ejemplo.

—¿Doble u?

—Willy Wonka, güey —aclaro en buen pedo porque desde que empezamos a hablar, me he soltado con este cabrón. Y desde el sábado, entablamos más confianza. El güey suelta una carcajada.

—¿Entonces? ¿Te gustó o no la sorpresa?

—No habría modo de que no. Se voló la barda. La neta, pero ¿no tendrá problemas con su papá?

—¿Por la guitarra? —Asiento—. Nah, no creo. Ella no hace nada que sus papás no aprueben..., bueno, excepto pelearse.

—¿Pelearse?

—Sí, güey. Ahí donde la ves como medio mansita, nomás es una pantalla porque esa morrita le sabe entrar a los madrazos. En la secu le decían "Gallito de pelea"

—¿Por qué?

—Porque la molestaban mucho. Mis tíos no lo sabían, hasta que se los dije porque ella no quería hablar. Por eso ella dejó de llevarse conmigo por un buen rato, porque pensó que le decía todo a mi tío, pero pues no era así. Esa vez hablé porque no mames, ya la traían de su mensa y no había semana que no llevara un reporte y llegara madreada a la casa. La provocaban, se peleaba y nada más había una culpable, ¿adivina quién?

—¿Por qué no quería decir nada?

—Ni idea, güey. Pero yo creo que era porque no quería preocupar a mis tíos. Siempre pensé que ellos tenían la idea de que era bien amiguera, pero no. Ellos la conocen a la perfección y sabían que algo no andaba bien. Mi tío habló conmigo y me di cuenta de que ellos sospechaban algo, pero no querían abrumarla tampoco. Y entonces le dije a mi tío lo que pasaba y la mandaron a terapia. Que no es nada malo, solamente querían saber que estaba pasando y por qué ella no quería decirles nada.

—Entonces era neta lo que me dijiste el otro día.

—Sí, güey. Hablé con ella, me dijo lo que pasó, pero no puedo ir con mis tíos otra vez si apenas me volví a ganar su confianza. Estoy tratando de convencerla para que sea ella la que hable. Pero, güey, no le vayas a decir nada.

—No, tranquilo. Entonces, su papá sabe de la guitarra.

—Sí, pero no le tengas miedo. Es bien chido, nomás tiene la cara de mamón, pero no es así. Y ella anda bien entusiasmada con enseñarte, y güey, neta, no la desanimes.

—Tenías razón —digo de pronto, admitiendo que estaba equivocado.

—¿Ah, sí? —Asiento—. ¿En qué?

—En que ella es una niña increíble.

—Pues que bueno que te diste cuenta, güey. Porque se ve que tú también le gustas y un chingo, eh —Esa confesión me hace sentir un fuerte cosquilleo en mi interior, y siento que de pronto hace mucho calor—. ¿Le mandaste mensajes?

—No.

—Estás bien pendejo, ¿por qué no? ¡Güey, el número era para que lo hicieras!

—Porque dijiste que los domingos se va con sus papás, no quise interrumpir, y en la noche, pues no sé..., ya era tarde —Y no mentí, después de la madriza que me puso mi papá, si me vi tentado, pero no me atreví.

—Mándale mensaje, güey, que no se te duerma —asiento pensando que hoy sí lo haré, a menos que me vuelva a acobardar.

—¡César! —exclama Gastón falsamente, interrumpiéndonos—. Veo que ya empiezas a ser más sociable mi estimado.

—¿Qué chingados quieres, Gastón? —pregunta Leandro con fastidio.

—Relájate, güey. Venimos en son de paz, ¿verdad Many?

—A huevo. Es que vimos a nuestro amigo hace rato hablando con una morrita de primer año, y ahora con el buen Leandro —En cuanto la nombra, me atrevo a mirarlos—. Es todo un acontecimiento para alguien antisocial.

—Es asocial, idiota —corrige Leandro.

—Como sea, güey. Me entendiste.

—En fin —interviene Gastón—, la morrita con la que hablaste, ya sabes..., la chaparrita de ojos verdes, bronceadita, bonita, me la encontré antes de las clases, pero llevaba prisa así que fui a buscarla a los salones de primer año, y como tengo una suerte bien perra, la encontré en el primero que me asomé. Descubrí que es tu prima Leandro. ¿Me la presentas? Es que neta, está bien preciosa.

—No güey, no te la presento y ni se te ocurra acercarte a ella —advierte Leandro a la defensiva con las palabras que estaba a punto de decir.

—Uy mi buen..., eso no te lo puedo prometer porque si no lo haces tú, lo va a hacer aquí mi amigo César, ¿verdad, güey? —Se dirige a mí con tono de advertencia, pero me vale madres.

—No —respondo consciente de las consecuencias, y en su cara ya no está esa sonrisa burlona.

—Creí que éramos amigos, Cesar —dice con seriedad.

—No te la vamos a presentar porque tus pinches intenciones son de entretenimiento y, Gastón, ella no es el pinche bufón de nadie —aclara Leandro, y agradezco que sea el profesor el que interrumpa la conversación en cuanto entra al salón.

Gastón me mira con advertencia, pero me vale madres. No voy a dejar que se acerque a ella, no importa si recae en mí, he aguantado por menos.

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¡Gracias por leer!

Capitulo cortito, pero necesario <3

Lo de Gastón ya es guerra declarada


Al final del arcoíris | En procesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora