- Buenos días, Fina, queda algo de café por si quieres desayunar. Si buscas a tu padre ha salido muy temprano con Damián. – Digna organizaba sentada en la mesa de la cocina las tareas que el servicio debía realizar ese día.
- Buenos días, sí, sí, mi padre me avisó anoche de que hoy no podríamos vernos hasta la noche. – Fina se sirvió un café y tomo asiento junto a Digna. – En realidad es con usted con quien quería hablar, si no le molesto.
- Que tonterías dices, hija, a mi no me molestas nunca, al contrario, me alegro mucho de que nos visites.
- Recibí su carta, por eso he vuelto. Necesito saber qué le está pasando a mi padre y sé que él no se atreve a contármelo. – El rostro de Fina reflejaba preocupación y tristeza. – No se cómo ayudarle si él no me deja. Anoche traté de que se sincerara, pero se limitó a asegurarme que estaba como una rosa.
Digna pasó a relatarle los episodios de los que ella misma había sido testigo, los que el resto del servicio había presenciado y como él se negaba siquiera a visitar a la doctora Borrell.
- Eres a la única que él escucha, Fina, ya sabes que tu padre es un cabezota. Si alguien puede conseguir que acuda a la consulta con la doctora eres tú.
- Muchas gracias, Digna, por preocuparse por él en mi ausencia. No fue fácil para mí tomar la decisión de marchar – La puerta de la cocina se abrió de golpe y Fina interrumpió rápidamente su conversación con Digna.
- Marta, ¿necesitas algo? Estas formas no son propias de ti. – La mirada hacia su sobrina era de reproche.
- Lo siento, tía, se trata de una urgencia, necesito a Isidro, ¿le ha visto usted? – El tono entrecortado de Marta indicaba que no solo había entrado con prisas en la cocina, debía llevar un rato corriendo por la finca.
- No está aquí, está llevando a tu padre, cálmate, por favor, no me gusta verte así. – El reproche de su tía la ayudó a serenarse un poco.
- Es verdad, es verdad, mi padre hoy tenía que reunirse con unos empresarios en Talavera de la Reina. Justo hoy, justo hoy, no puede estar pasándome esto a mí.
- Doña Marta, ¿podemos ayudarla nosotras? ¿Necesita algo? – De repente Marta se dio cuenta de que Fina acompañaba a su tía, la angustia y lo poco habitual que era que ella estuviera en la casa le habían impedido reparar en la presencia de la muchacha.
- Gracias Fina, pero no podéis ayudarme, necesito a tu padre o a un mecánico, mi coche no arranca y tengo varias reuniones importantes a las que atender hoy.
- Si no le importa yo podría examinar el coche, no tengo los mismos conocimientos que mi padre, pero sí tengo alguna idea. De pequeña disfrutaba pasando tiempo con él mientras realizaba sus labores de mantenimiento.
- No sé, supongo que no pierdo nada si lo intentas. – Marta no acababa de fiarse mucho, pero la desesperación la obligaba a aceptar cualquier tipo de ayuda. – Vamos, no perdamos tiempo, el coche está en el camino sur.
Sin tiempo que perder las dos mujeres llegaron rápidamente hasta donde el coche esperaba. Marta miraba el reloj, nerviosa, si no conseguía llegar a tiempo a todas sus reuniones del día no solo sería problemático para la empresa, además tendría que aguantar los reproches de su hermano Jesús y volvería a ver cuestionado su papel como directiva de Perfumerías de la Reina. Fina abrió la puerta del conductor, se acomodó en el asiento e intentó arrancar el coche.
- No arranca, es por lo que buscaba a tu padre. – Marta se estaba arrepintiendo de haber dejado que la muchacha examinara el coche, para intentar arrancarlo sin más ya estaba ella.
- No lo dudo, doña Marta, pero mi padre me enseñó que ante problemas mecánicos siempre se debe ser metódico y descartar primero todos los fallos habituales, incluido que el coche pasado un tiempo arranque con normalidad. – Fina mostraba mucha seguridad en sus palabras, pero Marta seguía dudando y se dedicaba a dar vueltas alrededor del coche.
Los conocimientos sobre el funcionamiento de los automóviles de Fina empezaban a sorprender a Marta. La joven se movía como pez en el agua, realizaba comprobaciones dentro y fuera del coche, descartando lo que según ella eran las averías más comunes, como que el coche tuviera una pérdida de combustible o que no tuviera batería. Entró en la casa y regresó con el maletín de herramientas de su padre y continuó descartando incidencias.
- Doña Marta, necesito que intente arrancar el coche, para verificar los cables de las bujías. – Marta procedió sin reticencias a cumplir con la petición. – ¡Hay chispa! ¡hay chispa!
- No entiendo nada, ¿es bueno o malo que haya chispa?
- Sin chispa el automóvil no podría encender el motor, el problema no está en las bujías, ahora comprobaré el distribuidor y el módulo de encendido.
Marta volvió a mirar su reloj, esta vez ya desesperada. Estaba a punto de tirar la toalla, de entrar en la casa y llamar desde el despacho a las fábricas que debía visitar aquel día para cancelar sus reuniones cuando sucedió: Fina le gritó animada que lo volviera a intentar, que tratara de arrancarlo de nuevo, que creía que había encontrado el problema. Funcionó. El motor arrancó y Marta soltó toda la tensión acumulada con un largo suspiro.
- No puede ser, no puedo creerlo, Fina, lo has conseguido.
- Hemos tenido mucha suerte, doña Marta, si no llega a funcionar ya tendríamos que haber esperado a mi padre. – Se quitó los guantes de trabajo y los guardó de nuevo junto a las herramientas en el maletín.
- ¿Me volverá a dar problemas hoy? Debo partir ya mismo a Toledo si quiero llegar a tiempo. Y justo hoy tengo que desplazarme a otras dos poblaciones más.
- No se lo puedo asegurar. Solo puedo ofrecerle acompañarla, de esta forma si vuelve a fallar podré ayudarla de nuevo. – Fina señaló el maletín de herramientas
- No creo que sea adecuado, seguro que tendrás muchas cosas que hacer.
- Sería mi forma de devolverle el gesto que tuvo ayer conmigo trayéndome desde Madrid. Además, mi padre no volverá hasta tarde hoy y no tengo ningún asunto que atender aquí. Pero bueno, la acompañaría si me deja que le ponga una condición.
- ¿Una condición? – Marta estaba intrigada. - ¿Qué condición?
- Que me deje conducir a mí. – Ambas rieron a la vez por la ocurrencia de la joven. – Desde que me fui a París no he podido volver a conducir, y créame, es algo que siempre he disfrutado, creo que es por lo mucho que admiro a mi padre, de alguna forma conducir me conecta con él.
Marta bajó del asiento del conductor, se quedó unos instantes de pie, frente a Fina y sonrió dirigiéndose al asiento del copiloto.
- Está bien, puedes conducir, pero me sentaré delante, necesitarás de mis indicaciones para llegar a la dirección donde me esperan.
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Toledo - París - Toledo
Fanfic¿Y si Fina se hubiera marchado con Esther a París la primera vez que esta se lo propuso? Este fanfic explora la vuelta a Toledo de una Fina Valero sofisticada que ha estado viviendo en París los últimos tres años. ¿Lograrán Fina y Marta enamorarse e...