Antes de que la era de los dioses iniciara, mejor dicho; en el lapso de tiempo que creó el sendero para que la era de los dioses iniciara: los Caballeros de la Guarda dirigidos por Arturo Péndragon hicieron nobles hazañas a lo largo de Gran Bretaña.
El era un príncipe, el príncipe de Camelot. Y como todo príncipe llegaría el día en el que se cumpla su destino y hacienda al trono. Pero, antes de ese ascenso, Arturo quería aprender, vivir y soñar. Así que se fue de Camelot. Conoció a cuatro nobles guerreros que después se convertirían en sus compañeros.
¡Inició! Una leyenda. Para ayudar, salvar y proteger a los más débiles.
Inició, un camino con guerreros de diferentes tribus.
¡El camino! ¡La búsqueda! ¡El anhelo! Fueron motivos de continuar caminando con el tiempo, aceptando el destino y a la naturaleza obedeciendo.
Y aunque el camino fue más que glorioso. La búsqueda los llevo hasta su destino. Un destino, que acabó con el anhelo de seguir engrandeciendo.
Se perdió...
La leyenda con una traición. La traición de Merlín.
¡Perdió! A su padre, asesinado ante las filosas y tenebrosas hojas de la espada de los susurros.
Perdió, La corona que cayó en las manos equivocadas.
Perdió, A otro amigo Consumido por las llamas del infierno, un amigo que en su carne, el fuego corría en lugar de sangre. Borg, era su nombre.
Pero...
¿Perdió su propia voluntad?
¡NO!¿Acaso el Príncipe se quedaría con las manos cruzadas?
¡NO!¿Qué haría?
El Alto Mago le daría la respuesta.¿Cuál respuesta?
Ha Excalibur debes empuñar...¡EXCALIBUR!
Creada por los dioses: los doce olímpicos. Bendecida con cuatro dones: Gracia, Inmortalidad, Sabiduría, Fortaleza. Dejada por las manos de Thor. En la dimensión creada por Quetzalcóatl. Para entrar ahí, la maldición de Odín dicta que debía estar cerca de morir.Solo contaba con dos amigos y una tripulación de cien hombres. A los cuales, perdió cuando finalmente estuvo en el punto entre la muerte y la vida.
En el limbo estás, nunca morirás, pero te dañarás. Digno tal vez seas, pero, aunque lo seas, la espada que deseas requiere pruebas.
Esas fueron las palabras de la guardiana. La guardiana de la dimensión que oculta la espada, su única compañía. ¿Quién lo diría? Que un siglo ahí viviría. Hasta que un día:
El Limbo, florecía como en la primavera. Primavera dominante en ese verde valle del que destacó una colina rodeada de bosques de pinos altos, y terrenos verdes pastos.
Antes de que la luz del día se esfumara por completo, las nubes en el cielo se oscurecieron, imitando así el comportamiento de una tormenta, las tormentas que soplaban las trompetas del mismísimo Thor.
La furia de Zeus con violentos azotes, el suelo golpeaba. Los potentes rayos destruían el verde y pequeño mundo, hasta que el más fuerte golpeó la cima de la colina y fue el puente. Puente que reveló la fuente de magia. Magia que a todo el limbo contagia.
Excalibur, finalmente se reveló ante el humano.
—Estás listo —dijo la guardiana: Verdes cabellos, verdes ojos y verdes velos. Pues, la madre naturaleza, en lo verde es maestra. Con un espiral de hiervas, ella se marcha, y lo deja en las tinieblas.
Arturo Péndragon, en medio de un campo de pastos altos caminó hacia su destino.
Las hierbas de démeter bailaban alegres cuando los pulmones de Ehécatl soplaron como fuertes vientos que movían incluso los árboles de los bosques que rodeaban la pequeña montaña. Pero, también hacían fluir el cabello largo y capa azúl del humano.
Las nubes, truenos, rayos y vientos a toda costa debían proteger la espada, antes de cederle al humano el control sobre ellas. Y el humano, guiado por su voluntad inquebrantable debía ignorar y aguantar.
En marcha, pensó, y comenzó, comenzó a caminar hacia su destino, ese destino que con el viento frío intentaba congelar su cuerpo. Ese destino que con los rayos amenaza su vida. Ese destino que al entrar al limbo le otorgó poder, y ahora se lo roba.
Moriría sin duda.
El limbo comenzó a desmoronarse, escombro por escombro.
Con cada paso se le concedió el regalo de experimentar el paso del tiempo físicamente, ya que si conseguía la inmortalidad ese regalo tardaría milenios en llegar, y de no ser así, aun así es como termina la vida humana. Una vida que ya había entregado en el limbo.
Caminó con esperanzas vivas.
Un vacío se estaba formando en ese pequeño pedazo de universo. La tierra se partía, los árboles se secaban, lo verde se transformó poco a poco en gris, mientras el único camino viable terminaba en una sola piedra.
Caminó con esperanzas vivas. Y un cuerpo que estaba envejeciendo.
Llegó entonces a la cima, aguantando el clima frío, los pies temblorosos, y el cuerpo más arrugado que una pasa. Con ambas manos sujetó la empuñadura dorada, el pomo adoptaba la forma de la cabeza de un león.
No tenía fuerzas, pero lo intentó. No tenía dudas, así que lo intentó. No tenía nada, y aun así lo intentó.
¿Porqué?
Porque era su destino retirar la espada y alzarla directo al cielo para ordenarle que parara de atacarlo y procediera a escucharlo.
Todo terminó en una piedra, que apenas y alcanzaba para mantener a Arturo Péndragon de pie, ahí acabó y ahí fue donde inició, ese momento lo marcó todo, un antes, y un después.
Ese momento fue lo más glorioso que pudo haber sentido en el fondo de su alma. Ese momento de victoria inició como calma, luego se transformó en una rápida reflexión, y terminó en nostalgia.
En ese momento, las nubes se esparcieron pero la última de ellas, derramó una lluvia sobre esa última roca.
En ese momento si juventud regresaba mientras reflexionaba sobre la vida que entregó y la vida que entregaría.
Ese momento sirvió para ocultar las lágrimas que derramó al recordar a los muertos. Los muertos que en el mundo real solo tendrían cien días de fallecidos. Esas lágrimas, entre la lluvia se perdieron.
Cuando el poder a él regresó y su cuerpo rejuveneció. Ese Rejuvenecimiento le regaló la inmortalidad.
Poder, conocido como gracia. Gracia, que le regaló control sobre la naturaleza.
Por naturaleza, el tenía fortaleza física, mental y espiritual, Excalibur, solo las tuvo que aumentar.
Y finalmente, sus pensamientos hicieron nulo ese momento. Pues, debía apresurarse y acabar con su más grande tormento.
Desterrar al enemigo era su nuevo objetivo. Para liberar a su pueblo, y acabar con la vida de un viejo amigo.
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Relatos de héroes.
FantasyErase una vez una era... Una era de Dioses, Héroes Y Reyes. Una era, en la que el apocalipsis se acercaba al mismo tiempo que el orden mundial cambiaba. Una era, en la que los dioses bajaron a la tierra, y esos sucesos se ocultaron. Una era, que for...