La Caída.

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—¡El consejo ha decidido!

En el mundo más alto de la galaxia.

—Los grandes dioses hemos aprobado tu sentencia.

Los templos del Olimpo festejan la captura del dios corrupto.

—Tus acciones en contra de nuestros mandamientos ya no serán permitidas. Por lo tanto, has sido condenado a la purga existencial.

Es el juicio del dios de la muerte Hades

—Tu vida será purgada, y tú existencia se extinguirá para siempre.

El dios a la cabeza del juicio, era nada más que el mismo Zeus.

—Pero, aún puedes tener una oportunidad.

Los muros altos con columnas al frente rodeaban el coliseo. En las gradas los espectadores abucheaban e insultaban al dios de la muerte, quien estaba esposado, apresado por las cadenas inquebrantables y custodiado por la diosa Atenea y el gran Hares. El resto de olímpicos repartidos por los alrededores de las gradas en las primeras filas y hablando uno por uno.

—Tus acciones aún puede remediarse. Si deseas salvarte —dijo apolo— solo tienes que demostrar que tu propósito para destruir Grandar, se apega los mandamientos.

Bajo la influencia de haber perdido la cordura, el dios de la muerte rio con el mismo nivel de locura que un criminal en el manicomio.

—¿Sa-Salvarme? —alzó la mirada eh intentó caminar al frente sin cubrir mucho terreno, pues las cadenas de los dioses le impidieron continuar— ¡esto no es salvación!—exclamó— estar confinado en este lugar, obedeciendo sus mandamientos, sin hacer nada mientras allá afuera hay guerras y muerte. Luchas incontenibles por el poder. Mortales creyéndose dioses y dioses asesinatos por estos mortales. La vida que creamos, que ustedes crearon debe ser erradicada para que la galaxia pueda prosperar.

—La vida debe seguir su curso normal, la extinción debe ser causada por la propia especie que el paneta alberga. Al menos de la civilización esté atorada en la vida salvaje por miles de años, solo ahí podemos interferir —fue la explicación de Deméter.

—El hecho es que Grandar era un planeta próspero, y ahora, está lleno de Grándarians convertidos en demonios que deberían estar en el infierno —la voz del gran Poseidón.

—¡Pero fueron los grándarian! los que causaron su propia extinción.

—¿Estas negando haber causado la extinción de Grandar? —Zeus tomó la palabra— hermano.

—¡No tengo motivos para negar lo que hice! —alzó la voz, volteó a todas las direcciones y, finalizó su juicio con una amenaza— ellos eran violentos, una raza que si lo deseaban podrían conquistar la galaxia con su imperio. Por eso no lo niego ¡Así como no tendré motivos para negar lo que estoy por hacer!

Las puestas del infierno tocaron los suelos del Olimpo.

Un infierno, que el dios trajo con su presencia, liberando su piel perfecta de dios, una piel que se transforma en suelo de volcán al desprender vapor por cada poro, y la enrojece por completo, el pelo en su cabeza se transformó en brazas, la única prenda que tenía cubría su entre pierna, sus ojos negros no tenían pupilas, pero en su mirada se notaban pequeñas brasas que a completaban sus ojos.

Hades derritió las cadenas que lo aprisionaban, para ser libre. Libre, para tocar el suelo y contaminarlo con la enfermedad del infierno.

Atenea y Hares, lo dioses que custodiaban sus acciones fueron limitados por las manos negras que brotaron del suelo y sus pies halaron.

Luego el pánico sacudió las gradas y los dioses, semidioses, ángeles y seres celestiales presentes reaccionaron y guiados por el instinto de cobardía. Ya afuera del coliseo, se dieron cuenta de que fue inútil. El infierno, enviaba a sus demonios a través de las puertas del suelo, mismo suelo que corrompía con calor, y así... el infierno transformó el Olimpo, en un mundo volcánico, que está a punto de hacer erupción.

Y mientras, los dioses escapan por su cuenta. Semidioses y ángeles que ahí se hospedaban, son arrastrados a servir por siempre al dios de la muerte.

Los doce Olímpicos desaparecieron. O almeno, los que pudieron hacerlo. La suerte de otros no fue la misma.

—Mira lo hermoso que es que el miedo acabe siendo el último sentimiento que sientes antes de dejar la vida —dijo Hades— Atenea, únete a mí, juntos acabaremos con la misera de la galaxia y crearemos vida que no conocerá la debilidad y te prometo que será mejor esta vez.

La diosa, su armadura de guerra estaba rota, su espada la había clavado en el corazón del enemigo desde el primer ataque, su cabello café, el demonio de la muerte sujetaba muy fuerte, y con sus dos manos la de él sujetaba —vete al infierno y acaba con mi existencia de una vez.

—Veras, no puedo irme al infierno. Porque el infierno lo traeré a este universo...

Con su poder, su infernal poder, quemó los cabellos de la diosa.

El fuego del infierno, el que Hades trae con su presencia, quema tu vida iniciando en su interior. Esto ocasiona un dolor, un dolor que no toca tu cuerpo físico, pero te hace sentir que el sol está atrapado en lo más profundo de tu pecho.

Un dolor que ataca directo a tu alma. Sientes que te quemas, pero tu cuerpo no. Sientes el ardor, pero tu cuerpo no. Sientes deseos de morir, pero tu cuerpo siente que está vivo. No miras el cambio en tu cuerpo hasta que tus pecados se han perdonado y entonces tu cuerpo sufre una metamorfosis que te transforma en demonio, luego, cuando finalmente has muerto, te das cuenta de que no es cierto, tu cuerpo camina y sus acciones son salvajes, y tú, tú miras desde el interior mientras sigues experimentando ese dolor. Ese dolor, que ni los dioses pueden soportar.

Y así...

En el mundo más alto de la galaxia.

La era de Hades iniciaba, con su amenaza a los reinos en los cielos. Con la caída del Olimpo. La alerta sonó por todos los reinos celestiales. Y los dioses, volvieron a reunirse en el Vallhala, pues el momento había llegado.

Era hora de juzgar al elegido, el que les pondría fin a las incursiones de Hades en el universo.

El elegido, que era el responsable de salvar a los mundos mortales.


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