Héroe de guerra.

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Cierto tiempo había pasado desde que la Guerra de la Independencia de Nueva España, ahora denominada México finalizó. Todos aquellos hombres que arriesgaron sus vidas al luchar por este país, por fin podían tener un respiro.

En todas partes los insurgentes fueron reconocidos, y más aún en aquellas tierras de Mérida, en dónde había rumores de una nueva amenaza Española.

Por eso lo enviaron a él, Joaquín del Bravo.

Un trago, era todo lo que el ensombrerado quería al finalizar un largo día de viaje. Se apresuró a buscarlo después de bajar y amarrar si su caballo. Audaz, era el nombre del noble feroz corsario.

Pasar desapercibido no iba a ser tan fácil, nunca lo era. Se sintió en el ambiente cuando entró a la cantina, todos dejaron de gritar, pelear y beber.

El silencio fue Protagonista del ambiente y caminó junto al único ruido proveniente de las pisadas del Insurgente.

Sin hablar, ni agradecer. Sin alzar las manos ni las armas. Sin necesidad de un apretón o de besarle la mano. Tan solo cediéndole el paso directo a la barra. Esa fue la muestra de respeto, que le mostraron al Héroe de Guerra.

—Compadre —dijo el hombre al llegar a la barra— dame el trago más fuerte que tengas.

¡Su voz! Gruesa al igual que la barba recortada. Fuerte, como cada uno de sus dientes. Y áspera, como si el tequila siempre saboreara.

El cantinero no habló, pero sus nervios fueron notables. Después de torpes movimientos, el tequila, estaba en el baso tequilero.

El insurgente, se tomó el trago de un jalón y pidió otro, tenía en cuenta que azotar el vaso en la barra no fue un gesto amable, pero le importó una mierda.

—Otro, llénalo y después quiero que me digas todo acerca de los españoles que les han estado robando sus recursos...

Y así el insurgente fue informado. Salió medio embriagado. Para cumplir la orden que al pueblo lo trajo.

El Héroe de Guerra, atrapó a un traidor en sus propias tierras.

El Héroe de Guerra, liberó a Pablo Córdoba, hijo de pobres y hermano de pobres en pobres tierras.

El Héroe de Guerra, fue a buscar por su cuenta a los responsables de los atracos en contra de las personas, en las tierras locales.

En la costa más cercana, a la general que comanda las fuerzas españolas se le ve nostálgica, pensando en pasado, el único lugar donde aún existe su madre. Su madre que en estas tierras, abandonó a su padre.

Ella se siente inestable, porque aún no tiene mucho alcance. O tal vez porque sabe, que el camino que lleva, la guiará de regreso a su padre.

¡El Héroe!
Resulta ser su padre.

¡El Héroe!
No lo sabe.

¡El Héroe! Destruye, incendia y arruina.

El fuego quemó la pequeña base en donde los españoles comenzaban a agruparse. Las provisiones en fuego se quemaron, las armas en pedazos volaron, y así los sueños de Isabel expiraron.

Insurgente, el tesoro que tanto añoras con tus manos lo has enterrado. La ira interna a tus ojos ha segado. Y con una carta hecha por tu mano nuevamente has llorado.

Para ya de torturar tu mente. ¡El pasado no puede cambiarse, el presente no puede remediarse y no puedes escapar de tu futuro con la muerte!

Para ya de torturarte con el acto embriagarte. ¡Los prisioneros a sus hogares deben regresar, a los aldeanos debes ayudar y los comandantes debes informar!

¡Para ya de envenenarte! Porque en el estado de ebriedad, al lugar de su muerte tu alma hecha pedazos te obligó a retornar.

Rodeado por las cenizas causadas por tu propia ira. La carta a tu amada tu voz una última vez resita.

"Querida Anabel.

Espero que esta carta encuentre su camino y llegue a tus manos. Me duele tener que decirte esto, pero nuestras reuniones ya no serán posibles, debo partir. Este es mi país, debo pelear por él. Esta es mi gente, debo librarnos de la esclavitud. Tú, eres mi vida, debo liberarte de las personas que no nos permiten vivirla. Tu gente jamás aceptará lo nuestro, por eso tengo que hacerlo.

Pero quiero que sepas que siempre estarás en mi corazón, ambas lo estarán. Voy a liberarnos para que podamos vivir sin vernos a escondidas, y por fin ver cuánto ha crecido Isabel. Perdón por lo repentino que esto puede parecer, pues, tengo que desaparecer.

No sé cuándo volveré, pero prometo que lo haré. No puedo soportar la idea de estar lejos de ustedes por mucho tiempo. Tu eres el motivo por el que quiero luchar, de no ser por ti, yo hubiera dejado esta vida aquel día que apareciste y me salvaste.

Espero que me esperes. Y si algo sucede mientras estoy fuera, por favor, escríbeme, busca la manera de hacérmelo saber.

Con amor, Joaquín"

¡Lo conseguiste!
Maldito insurgente.

Con las lágrimas de tu pasado. Has acabado en tu futuro tan anhelado. 

La ebriedad salió por la ventana, cuando las puertas le abriste a la muerte.

Tu vida se ha terminado, porque el gatillo finalmente has jalado.

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