COLIN

125 12 0
                                    

Él todavía recordaba con claridad el día que Penélope desapareció de su vida, como si hubiera sido ayer. La partida de ella había sido repentina, un golpe que nunca vio venir. Un fin de semana, él y su familia se fueron a visitar a unos amigos de su padre, una escapada corta, apenas tres días. Cuando regresaron, ella ya no estaba.

Al principio, pensó que era un malentendido, que quizás Penélope y su familia habían salido de la ciudad por algún asunto familiar y que volverían pronto. Pero las horas se convirtieron en días, y nadie regresaba a la casa de al lado. Cuando finalmente decidió preguntar, la respuesta lo dejó frío: Penélope y su familia se habían ido... sin decirle nada. Sin una palabra, sin una despedida.

Ni siquiera sus padres sabían los motivos. Eloise, quien había sido la mejor amiga de Pen, estaba tan desconcertada como él. Su madre intentó consolarlo, diciéndole que tal vez había sido una emergencia, algo que la familia no había podido compartir, pero ninguna explicación parecía suficiente. ¿Cómo alguien a quien amabas tanto podía irse así, sin más?

La falta de respuestas lo destrozó. Las primeras semanas las pasó en un torbellino de emociones, sin poder dormir ni pensar en otra cosa que no fuera el vacío que su Plumita había dejado. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué ella no le había confiado la razón para irse? ¿Había algo que él no supiera?

Pasó incontables horas revisando su teléfono, esperando algún mensaje, alguna pista de lo que había sucedido. Pero ella nunca llamó. Ni una carta, ni una explicación. Nada. Todo lo que habían compartido, todos sus momentos juntos, parecían haberse evaporado en el aire, como si nunca hubieran significado nada para ella.

Con el tiempo, la confusión se convirtió en dolor, y luego, en un esfuerzo por seguir adelante, él intentó olvidar. Intentó ahogar sus sentimientos saliendo con otras chicas, forzándose a reír, a disfrutar, a intentar volver a sentir algo parecido a lo que había sentido con su Rojita. Pero cada intento se sentía vacío. Ninguna relación duraba, porque en el fondo, seguía comparando a todas con ella. Seguía esperando respuestas que nunca llegaban.

Había tenido un par de novias desde que Penélope se fue, pero nada había sido realmente serio. Ninguna chica llenaba el vacío que ella había dejado en su vida. Aunque lo intentara, aunque tratara de convencer a sus amigos y a sí mismo de que había seguido adelante, la verdad era que todavía la amaba. No podía sacársela de la cabeza.

De vez en cuando, cuando el silencio de la noche lo envolvía, él se encontraba pensando en ella, imaginando dónde estaría, qué estaría haciendo. Se preguntaba si alguna vez pensaba en él, si se arrepentía de haber desaparecido sin decir nada. Pero esos pensamientos le dolían demasiado, así que rápidamente los apartaba. Era más fácil fingir que la había superado que admitir que el abandono de Penélope todavía lo perseguía.

A veces, cuando pasaba frente a la casa de Pen, ahora vacía y en silencio, una oleada de recuerdos lo golpeaba. Las risas, las miradas compartidas, los momentos en que creían que el futuro era suyo. Y ahora, todo eso parecía haberse esfumado en el aire. El amor que sentía por ella no había desaparecido, pero lo había enterrado bajo capas de frustración, de enojo y de decepción.

Sus padres también estaban igual de desconcertados. Nadie en su familia comprendía por qué los vecinos de tantos años, amigos cercanos, se habían marchado sin siquiera una explicación. Y aunque el tiempo había pasado, ese vacío persistía. Seguía intentando llenar ese espacio, pero la sombra de ella siempre estaba presente, como un eco en el fondo de su mente.

Intentar olvidarla había sido una tarea imposible, pero ¿Qué más podía hacer? No tenía respuestas. Solo el recuerdo de una relación que había terminado abruptamente, sin un cierre, sin una despedida. Y aunque había intentado seguir adelante, una parte de él seguía esperando... esperando que Penélope volviera, esperando que algún día le explicara todo lo que había sucedido.

......

Cuando Colin se enteró de que la familia de Penélope había vuelto a la ciudad, el mundo pareció detenerse por un segundo. Estaba en la cocina, revisando algunos papeles, cuando su madre soltó la noticia casualmente, como si no fuera algo que cambiaría todo para él.

—¿Qué dijiste? —preguntó, dejando caer lo que tenía en las manos. Su corazón comenzó a latir con fuerza, un golpe sordo en su pecho.

—La familia Featherington. Volvieron. Los vi esta mañana cuando pasé por la casa. Estaban descargando maletas, parece que han regresado de forma definitiva.

Un nudo se formó en su estómago. Las palabras flotaban en el aire, pero no lograba procesarlas del todo. Después de tres años de silencio, de ausencia total, ahora Penélope estaba de vuelta. Todo lo que había enterrado tan profundamente, todo lo que había intentado olvidar, comenzó a revolverse dentro de él, como si los recuerdos hubieran estado esperando este momento para salir a la superficie.

Su madre continuaba hablando, pero él apenas escuchaba. Ella estaba de vuelta, y eso significaba que todas las preguntas que había tenido durante esos años podrían finalmente encontrar una respuesta. Pero en lugar de alivio, sintió una oleada de emociones que no podía controlar. Rabia, confusión, tristeza... y algo más, algo que había estado negando durante tanto tiempo: el amor que nunca se había apagado por completo.

—¿Estás bien? —le preguntó su madre, notando su reacción.

—Sí... solo... — se pasó una mano por el cabello, nervioso—. No esperaba eso.

Y era cierto. Durante tanto tiempo había aprendido a vivir sin su amor, o al menos a pretender que lo hacía. Había intentado seguir adelante, salir con otras chicas, convencerse de que lo había superado. Pero en el fondo, sabía que nada había sido lo mismo. Nadie había sido como Penélope, y ahora, de repente, estaba de vuelta.

La rabia lo golpeó de nuevo. ¿Cómo se atrevía a regresar después de todo ese tiempo, como si nada hubiera pasado? Sin explicaciones, sin disculpas. Solo... aparecer. ¿Qué pretendía ella al volver? ¿Creía que todo podía regresar a como era antes? ¿Pensaba que él había estado esperando todo este tiempo, congelado en el mismo lugar?

No podía evitarlo. A pesar del enojo, del dolor, una parte de él quería verla, quería confrontarla, exigirle respuestas. Pero la otra parte, la más profunda, todavía la amaba. Todavía se aferraba a los recuerdos de lo que habían compartido, a la esperanza de que había habido alguna razón, algo que él no sabía.

Caminó hacia la ventana y miró hacia la casa de los Featherington. Estaba tan cerca, como siempre lo había estado. Pero ahora, esa cercanía parecía aún más dolorosa. En algún lugar detrás de esas paredes, ella estaba allí, tal vez pensando en él o en lo que había dejado atrás.

—Voy a salir un rato —dijo de repente, sin mirar a su madre. Necesitaba aire. Necesitaba pensar.

Pero cuando salió a la calle, sus pies lo guiaron inevitablemente hacia la casa de Penélope. Sabía que no debería, que no estaba listo para verla, pero no podía evitarlo. Quería respuestas, quería verla, aunque al mismo tiempo el miedo lo consumía. ¿Qué pasaría cuando estuviera frente a ella? ¿Podría controlar las emociones que lo habían atormentado durante tanto tiempo?

Una mezcla de nostalgia y ansiedad lo invadía con cada paso. Cuando estuvo a solo unos metros de la casa, vio movimiento por la ventana. Su corazón dio un vuelco. Era ella. Su Pen. De pie junto a una de las ventanas, mirando algo que no podía ver desde su posición. Se veía diferente, más adulta, como si los años la hubieran cambiado más de lo que él esperaba. Y en ese momento, todas las emociones reprimidas durante esos tres años se desbordaron.

La quería confrontar, exigirle respuestas, pero al verla, algo lo frenó. Ella había vuelto, pero él no estaba listo para enfrentar todo lo que su regreso significaba.

IkagaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora