En el vasto océano del Nuevo Mundo, un reino se alzó como un faro de esperanza y desafío: el Reino de Solaria. Gobernado por la enigmática y joven Sultana Diana D. Baskerville, de apenas 14 años, este reino declaró su intención de desafiar el statu...
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El imperio Solarian noche
Diana se encontraba en su habitación, disfrutando de un sueño tranquilo, hasta que fue despertada abruptamente por el sonido de aleteos. Se levantó rápidamente de la cama, adoptando una posición de pelea mientras sus ojos escudriñaban la habitación en busca del origen del ruido.
"Has crecido bastante", dijo una voz familiar. Diana giró su cuerpo rápidamente y vio, posado sobre la cama, al búho Hunter.
"¿Qué haces aquí? Hace años que no me contactas", preguntó Diana, tratando de ocultar lo mejor posible su desconfianza hacia el dios.
"Solo vengo a pedirte un favor", respondió Hunter con un tono enigmático.
"¿Qué tipo de favor quieres como para venir a interrumpir mi noche?" preguntó Diana, cruzando los brazos mientras miraba al búho con una mezcla de curiosidad y recelo.
"Me parece gracioso cómo lo estás manejando todo. Este experimento realmente es interesante. Ver cómo un mundo cambia al anteponer a una persona con más poder es realmente entretenido", dijo Hunter, sus ojos brillando con un destello de diversión.
"¿Te parece que mi vida es tu programa de televisión? No me parece gracioso", replicó Diana, su voz cargada de frustración.
"¿De qué te quejas? Tú también lo dijiste, te gusta ser curiosa. No te quejes conmigo por tus propias decisiones", fue lo último que dijo Hunter antes de desaparecer en un susurro de viento.
"Maldición", murmuró Diana en voz baja, justo antes de escuchar cómo la puerta era abierta con fuerza y varios guardias entraban apresuradamente.
"Sultana, ¿se encuentra bien?" preguntaron los guardias, con preocupación evidente en sus rostros.
"Sí, no se preocupen", respondió Diana, tratando de calmar a sus protectores mientras su mente seguía procesando la inesperada visita de Hunter.
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*Nuevo Mundo, Moby Dick*
La mañana llegó al Nuevo Mundo después de la fiesta, y muchos apenas podían levantarse. El aire estaba cargado de la resaca de la celebración, y el sol brillaba con una intensidad que parecía burlarse de los que aún se recuperaban.
"Lady Tsunade, ¿puedes levantarte?" preguntó Yamamoto con una mezcla de preocupación y urgencia. "Tenemos que partir hacia el Reino Ryugu".
"Ah... me disculpo, Yamamoto... realmente llevé mi forma de beber demasiado lejos", respondió Tsunade, recordando con una sonrisa avergonzada los eventos de la noche anterior.
"¿Un poco demasiado lejos? ¿Te refieres a coquetear con el resto de los Piratas de Barbablanca?" replicó Yamamoto, alzando una ceja. "Casi te desnudas solo para 'mostrar'. Gracias a Dios que estábamos allí para evitar que lo hicieras".
