capitulo 70

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El amanecer en Arabasta se desplegaba con un esplendor que parecía pintar el cielo con tonos de esperanza y renovación

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El amanecer en Arabasta se desplegaba con un esplendor que parecía pintar el cielo con tonos de esperanza y renovación. La brisa matutina acariciaba suavemente las dunas doradas, mientras el sol ascendía majestuoso, iluminando cada rincón de la vasta nación. En las calles, el bullicio de la gente se mezclaba con risas y música, creando una sinfonía de alegría que resonaba en cada corazón. La llegada de la alianza Monarkon había sido como un rayo de luz en tiempos oscuros, y la noticia de su intervención se había esparcido como pólvora, encendiendo el espíritu de celebración en cada ciudadano.

La caída de Cocodrilo, el temido señor de la guerra, se había convertido en una leyenda que se contaba con orgullo en cada hogar. Sus casinos, antaño símbolos de corrupción y decadencia, ahora yacían en ruinas, marcando el fin de su tiranía. La gente hablaba con admiración del misterioso novato que, contra todo pronóstico, había logrado lo imposible: derrotar a Cocodrilo en su intento de huida. Este día, sin duda, quedaría grabado en la memoria colectiva como un hito de liberación y justicia.

En el búnker de la Marina, un lugar sombrío y austero, las paredes parecían vibrar con la furia contenida de Cocodrilo. Su voz, cargada de frustración y rabia, reverberaba en el aire pesado. "¡Todo iba perfectamente! ¡Todo! ¡Y esa maldita sultana tuvo que arruinarlo todo! ¡Tch!" Sus palabras eran un eco de su impotencia, mientras golpeaba con furia las frías paredes de su celda. La sultana Diana del Imperio Solarian, con su astucia y determinación, había desmantelado meticulosamente las operaciones de Baroque Works, dejando a Cocodrilo sin refugio ni poder. Los Piratas del Sombrero de Paja, con su audacia característica, habían reducido a escombros Whiskey Peak, su base secundaria, completando así su humillación.

Cocodrilo, con los puños apretados y los dientes rechinando de ira, sentía cómo su mundo se desmoronaba. Todo su esfuerzo, su búsqueda incansable, había sido en vano. Ahora, expuesto ante el mundo, había perdido no solo su título de señor de la guerra, sino también su reputación. "Algún día me vengaré de ti, sultana. Y también de ti, Sombrero de Paja," murmuró con un odio que ardía en su interior, prometiendo un retorno que, en su mente, sería inevitable.

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"... ¡Ciertamente hace calor aquí!" exclamó el Comodoro Calix Andino, mientras se acomodaba frente al aire acondicionado, dejando escapar un suspiro de alivio que resonó en la sala de control. Sus subordinados, empapados de sudor, lo miraban con admiración y una pizca de envidia. Ante sus superiores, Calix era el hombre más confiable, respetado y estricto, un pilar de disciplina y eficiencia. Sin embargo, con aquellos bajo su mando, mostraba una tolerancia extrema, ganándose su lealtad y respeto a través de gestos de camaradería y comprensión.

Cuando la sultana Diana entró en la sala de control, su presencia impuso un silencio reverente. Todos los soldados se pusieron de pie en un acto de respeto, excepto el Comodoro, quien permaneció sentado, enfurruñado por el calor. Diana, acostumbrada a su comportamiento, suspiró con una sonrisa que iluminó la habitación. "¿Comodoro Calix? Creo que estamos llegando al puerto, ¿verdad?"

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⏰ Última actualización: Nov 02 ⏰

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