Aarón Cassano.
París, Francia.Un flashback vuelve a abordarme al completo nada más abrir los ojos. El sonido de las sirenas de la ambulancia en la que voy tumbado, enchufado y medio inconsciente, trae un recuerdo del que me arrepiento y del que me arrepentiré toda mi vida.
La policía sigue la ambulancia por detrás sin embargo, no hay nadie dentro de la ambulancia conmigo. De nuevo, su imagen aparece frente a mí. Sus ojos verdes encharcados me observan mientras me suplica que vuelva a abrir, por completo, mis ojos. Me grita que me quede con ella y me repite lo mucho que me ama. Sin embargo, no puedo responder. Siento una sensación tan real de como mi garganta se inunda de sangre, de como mis pulmones se colapsan y de cómo de a poco a poco mis labios se paralizan.
Ella se agarra el pecho mientras grita quedándose sin voz y de fondo, solo el suave pitido continuo nos da a entender a ambos que mi ritmo cardiaco desciende en picado. Cuando la máquina emite un último pitido, mis ojos siguen abiertos y la veo tirarse encima mia, toquetear la máquina y gritarle a esta misma que deje de fallar.La ambulancia da un frenazo, el conductor abre la puerta y niega en dirección a Atenea mientras repite «Hora de la muerte: 17:23».
Y tal y como la escena ha aparecido frente a mis ojos, vuelve a desvanecerse haciéndome saber que la ambulancia continúa su camino, que los policías nos siguen por detrás abriéndome paso y que no estoy muerto. Al menos todavía no.
Intento mantener aquel día lejos de mis pensamientos, pero al igual que siempre, una vez me he imaginado la escena frente a mí, mi cuerpo inconscientemente le emite la orden a mi cerebro para que me muestre el resto de la historia.
De uno el flashback se apodera de mí. Los escucho hablar, gritar y murmurar. Ella le obliga a hacer algo incluso después de que el sanitario hubiese apagado la maquina que medía mis constantes. Él le asegura que es imposible que la máquina falle, asi que obligado, se acerca a mi cuerpo, me agarra la muñeca derecha y me toma el pulso.
«—Sin pulso, majestad —murmura—. Lo sentimos.»
Ella repetía «imposible, imposible, imposible» pero ya era tarde porque hasta yo mismo lo había sentido. Mi corazón dejó de latir, y todo para mi se oscureció. Sin embargo, sean sus plegarias o las súplicas desconsoladas que hizo agarrada a mi pecho mientras lloraba, recuerdo levantarme en una cama de hospital, custodiado por Ryan y unos cuantos guardias que desconocía.
(Recuerdo)
Ryan Bennett
Unas horas después de declarar oficialmente muerto a Aarón...Atenea sigue encerrada en su habitación, sentada en las esquinas llorándole a su pena y siento algo que jamás habia sentido. Siento una culpa que me corroe, que se abre paso por mis venas haciéndose dueña de todo mi maldito cuerpo.
Soy incapaz de mirarla a los ojos y decirle que debe ser fuerte mientras a quien le llora está postrado en una cama de hospital con sus constantes fluyendo incluso tras declararse clínicamente muerto.
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Una Alianza Prohibida II (Bilogía Alianzas) ©
RomanceSumido en la oscuridad, Aarón ha caído en un pozo del que parece no haber retorno. La lucha por resistir a la brutalidad que implica ser el nuevo Boss lo consume, pero el peso del poder finalmente lo arrastra. Tras innumerables búsquedas fallidas de...