Aarón Cassano.
Moscú, Rusia.La luz del atardecer ya se cuela entre las sombras de los árboles y las antiguas verjas que rodean la mansión. El aire fresco de la tarde acaricia mi rostro, pero no es suficiente para calmar el fuego que siento en el pecho.
La llevo buscando desde esta mañana, pero parece ser que el viento se la ha llevado.
No hay ni rastro de ella, nadie sabe ni nadie la ha visto.Sigue siendo igual de escurridiza.
Me gusta.En cambio, esquivar a Gavriel ha sido más fácil de lo que pensaba. La gente que me rodea me teme, me respeta, pero todos ellos no son más que una distracción. El verdadero objetivo, la verdadera razón por la que estoy aquí, es ella. Siempre ha sido ella.
No tengo intención alguna de volver a reavivar la alianza con Gavriel. Ni con él ni con nadie.
Solo con mi jodida mujer.Sigo escuchando las llamadas de las otras mafias, que me buscan, que necesitan saber qué está pasando conmigo, sin embargo no respondo a ninguna de ellas sin importarme las consecuencias. No quiero oírlas. Estoy demasiado concentrado en el sonido de mis propios pensamientos, en la pulsante necesidad de encontrarla.
Avanzo entre los arbustos, en silencio. Mi paso es casi inaudible mientras me adentro en la zona exterior de la mansión, donde la seguridad es más laxa. Nadie parece estar por aquí, y me pregunto si el mundo entero está tan obsesionado con mantener las apariencias que no se da cuenta de lo que está ocurriendo en las sombras.
De repente, lo escucho.
Un disparo.El sonido es nítido, claro, y me congela el cuerpo por un segundo. Mi instinto me lleva a correr, y no me detengo hasta que veo lo que he estado buscando.
Está allí. En el centro del terreno, rodeada de polvo y oscuridad. Mi vista se enfoca en ella. Atenea.
Está de pie, sobre un cuerpo caído, aún con la pistola en la mano. El eco del disparo todavía retumba en mi mente. Ella no parece ni sorprendida ni aterrada, sino concentrada, fija en la figura muerta frente a ella, la respiración acelerada, los músculos tensos bajo la tela rasgada de su ropa. La escena es surrealista. Como algo sacado de un sueño turbio y excitante. Mi corazón late con fuerza mientras la observo.
Atenea está allí, ensangrentada. Con el sudor empapando su cabello, pegado a su cuello. Cada movimiento que hace es tan elegante, tan feroz, que me cuesta creer que haya pasado tanto tiempo sin verla. Ella está diferente, mucho más fuerte, más... dominante. Como una sombra que toma control de todo a su alrededor.
Los latidos en mi pecho se aceleran, mi cuerpo responde de inmediato, cada músculo se tensa ante la visión. El contraste entre el sudor que resbala por su cuello y la sangre en sus manos me vuelve loco. Las cicatrices, los movimientos calculados, la manera en que se agacha ligeramente para revisar el cadáver con una frialdad que solo ella sabe mostrar... todo en ella grita poder.
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Una Alianza Prohibida II (Bilogía Alianzas) ©
RomanceSumido en la oscuridad, Aarón ha caído en un pozo del que parece no haber retorno. La lucha por resistir a la brutalidad que implica ser el nuevo Boss lo consume, pero el peso del poder finalmente lo arrastra. Tras innumerables búsquedas fallidas de...