Capítulo 03

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Aarón Cassano

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Aarón Cassano.
París, Francia.

Todo está en silencio cuando llego a la base policial de París. El edificio parece un desierto, como si todos los que aquí trabajan hubieran decidido que la noche les pertenece. Pero no Masón. Su despacho es la única fuente de luz en todo el pasillo. Una luz fría que parpadea levemente mientras ilumina los bordes de las ventanas, dándole al lugar una sensación aún más vacía.

Mis pasos resuenan en el suelo de baldosas mientras avanzo hacia él. Al llegar a la puerta, lo veo inclinado sobre una mesa llena de papeles y pantallas encendidas. Sus ojos están fijos en las cámaras de seguridad, revisando cada segundo, cada detalle.

—Sabía que te encontraría aquí —digo, sin preámbulos, mientras me apoyo contra el marco de la puerta.

Masón levanta la vista, sorprendido, pero luego asiente con una sonrisa cansada.

—¿No puedes dormir tampoco? —pregunta, señalando con la cabeza la silla frente a él.

Cierro la puerta detrás de mí y me acerco lentamente, tomando asiento. Las pantallas parpadean con imágenes del Louvre, del lugar del robo, de los callejones aledaños, y me doy cuenta de que estamos revisando las mismas grabaciones en las que he estado pensando desde anoche.

—Necesito volver a ver esto —le digo, sin rodeos.

—Me lo imaginé. Sospechas cosas y no encaja, ¿verdad?

Asiento, entrecerrando los ojos hacia las imágenes borrosas en la pantalla. La silueta de la ladrona aparece una y otra vez, moviéndose con una precisión casi imposible, deslizándose por las sombras como si el lugar fuera suyo. Todo es demasiado perfecto. No hay errores, no hay vacíos en su estrategia. Si fuera otro ladrón, habría dejado al menos un rastro.

Masón mueve el ratón y retrocede algunos segundos en las grabaciones. La figura oscura aparece de nuevo, pero hay algo distinto esta vez. No es en su movimiento, no es en su forma de moverse como una sombra; es algo más pequeño, algo más sutil. Y cuando me doy cuenta de lo que es, me inclino hacia adelante.

—Detente ahí —ordeno.

Masón pausa el video justo cuando la ladrona gira una esquina, y es entonces cuando lo veo. Un reflejo pequeño en la esquina de la pantalla. No es una joya ni una pieza de equipo, es... algo personal. Algo que no pertenece a un ladrón experimentado. Es un colgante que cuelga desde su cuello, reflejando la luz por un breve segundo.

—¿Eso es...?

—Un colgante —masculla Masón, asintiendo lentamente—. No lo había notado antes.

—No está relacionado con el robo —añado—. Es algo que ella lleva por su cuenta, algo importante para ella.

Eso cambia las cosas. Si lleva algo personal en medio de una operación tan precisa, significa que no solo es profesional, sino que también está conectada emocionalmente a su misión. Ese detalle podría llevarnos a su próxima jugada.

Una Alianza Prohibida II (Bilogía Alianzas) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora