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Prendí un habano para luego asegurar el caballo blanco atándolo a una de las ramas; el lago era hermoso bajo la espesura del cielo oscuro, y las estrellas no eran lo único brillante en el sitio, las luciérnagas danzaban por doquier y la luna escla...

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Prendí un habano para luego asegurar el caballo blanco atándolo a una de las ramas; el lago era hermoso bajo la espesura del cielo oscuro, y las estrellas no eran lo único brillante en el sitio, las luciérnagas danzaban por doquier y la luna esclarecía la superficie de la laguna evitando la tupidez de los árboles del alrededor, ese misticismo permitía una percepción romántico de un escenario que posteriormente había sido cruel.

¿A qué le podría tener miedo?, ¿a mi padre, madre o Amon? ¿a la muerte? ya había hecho un trato con el diablo y había negociado mi vida, yo pisaba el miedo aún cuando moría de angustia.

Suspiré, pequeños recuerdos de la situación anterior invadieron mi cabeza, si bien había leído, la persona del cuadernillo y posiblemente de la carta, era la misma, ¿entonces era perseguida? Amon me había ofrecido su ayuda, ¿qué probabilidad hay de que sea él? ¡mucha! para mi pesar no recordaba absolutamente nada respecto a él en mi pasado, tenía lagunas mentales donde mi único recuerdo era jugar con muñecas de trapo junto con una mucama; además, de vez en cuando soñaba la misma situación y el recuerdo prevalecía, el maldito cerdo se había marcado en mi memoria.

Caminé hacia el muelle, era sombrío y cercano a la inmensa arboleda, eso lo hacía seguro, ¿no? quité mi máscara y la hice a un lado mientras me sentaba en el extremo de este; se había vuelto un hábito venir por las noches para evitar a Amon por las tardes, asimismo, tenía nuevos prejuicios gracias a nuevas adicciones, di una calada al habano y la mantuve en mis pulmones por un lapso largo, aprendí algo de mi verdugo, si eras la presa era mejor fingir ser el depredador antes de que te comieran y yo estaba siendo cazada.

Exhale el humo imaginando mi cuerpo agonizar al ser estrangulada; mis pensamientos sobre mi muerte se volvieron recurrentes, y su único fin era mantener mi miseria reprimida y no me sentía mal, sino rara ¿por qué me urgía la idea de sufrir y ser inmortalizada?

Después de la segunda calada, jalé el borde de mi vestido y lo subí hasta mi muslo, al descubrirlo, miré con fijeza algunas costras recientes. Pegué un suspiro y permití que la parte ardiente del habano se apagará al entrar en contacto con mi piel, mordí mi labio evitando soltar un quejido fuerte y la presión permitió que la sangre brotara de mi boca marchita, así como de mi nueva herida.

Nada podía igualar el vacío de ser nadie, ni siquiera el dolor, ¿y el vacío de amar? no lo conocía, pero sabía que me perseguía el pensamiento íntimo de sus manos al rozar mi espalda, Amon era mi cicatriz más actual y menos prioritaria, así tuviera otras falencias, era él quien con su basta y odiosa presencia las minimizaba.

Algunas hojas resonaron tras de mí, crujientes y secas, elevé mi mirada alerta y me plasmé en mi sitio sin la capacidad de voltear. Rezaba porque fuera el asesino porcino, no Amon. Prefería el oso mil veces antes que al cerdo, pero acá no habían osos, mierda, actualmente no sé cual es peor.

Mi respiración se agitó, lentamente dirigí mi mano hacia la funda de mi daga, esta se aferraba a mi muslo gracias a una liguera. Recuerda, lector, asegúrate de ser depredador, no presa.

La Bastarda Del Duque [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora