capitulo 27 : Adrenalina en el abismo

2 1 0
                                    

Narra Alice

El bosque me envolvía como una trampa. Cada crujido bajo nuestros pies hacía que mis nervios se tensaran un poco más, y la bruma espesa no ayudaba. Zack caminaba unos pasos delante de mí, sosteniendo la linterna, pero ni siquiera esa luz parecía suficiente. Todo a nuestro alrededor estaba demasiado quieto, demasiado silencioso, como si algo nos vigilara.

Tragué saliva. “Tienes que mantenerte enfocada, Alice”, me dije. Pero con cada minuto que pasaba, la sensación de que estábamos entrando en un lugar del que tal vez no saldríamos se hacía más fuerte. No había vuelta atrás. Los niños desaparecidos estaban cerca. Podía sentirlo.

—¿Estás segura de que era por aquí? —susurró Zack sin mirarme, su voz baja pero atenta.

—Completamente —le respondí, tratando de sonar más segura de lo que me sentía. La brújula antigua que habíamos encontrado en la casa giraba como loca entre mis dedos, pero de algún modo, sabía que íbamos en la dirección correcta.

Fue entonces cuando lo vi: un destello en el suelo.

—¡Zack, espera! —Me agaché y tomé un brazalete de cuero gastado.

Él se detuvo y se acercó rápidamente. El brazalete tenía las iniciales grabadas: J.M.. Mis dedos temblaron. La madre de Jason Miller lo había descrito con precisión: "Si encuentran eso, están cerca de mi hijo. Por favor, tráiganlo de vuelta."

—Es de uno de los chicos... —murmuré, sintiendo un nudo en la garganta.

—Estamos cerca —dijo Zack, con una firmeza que intentaba contagiarme.

De pronto, escuchamos un sonido extraño: un gemido suave, casi imperceptible, arrastrado por el viento como un susurro.

—¿Oíste eso? —Le agarré el brazo sin pensar.

Zack asintió. Estaba tan tenso como yo, pero, como siempre, su rostro no lo mostraba. Solo un leve brillo en sus ojos delataba la adrenalina.

Sin decir nada más, nos movimos en dirección al sonido. La bruma parecía abrirse a nuestro paso, llevándonos más adentro del bosque, hasta que llegamos a la boca de una cueva. Era oscura como la noche misma, y el aire que salía de ella estaba cargado de algo… mal. La entrada estaba marcada con símbolos tallados que no reconocía, pero el peligro que emanaban era inconfundible.

Miré a Zack, y él me devolvió la mirada con una media sonrisa confiada.
—¿Vamos? —preguntó.

—Siempre —respondí, aunque mi corazón latía con tal fuerza que apenas podía respirar.

Zack encendió una bengala, y el resplandor rojizo hizo que la cueva pareciera aún más siniestra. El frío dentro era brutal, pero avanzamos igual, con pasos silenciosos y los sentidos alerta. Cada sonido que hacía eco en esas paredes de piedra me hacía pensar en los niños, en su miedo, en lo que podrían estar pasando. Pero también, muy en el fondo, una parte irracional de mí solo podía pensar en él: en Zack, caminando a mi lado, su presencia una línea fina entre la calma y la tormenta.

El eco de una risa infantil me hizo detenerme de golpe.

—¿Lo escuchaste? —susurré, apretando su brazo sin darme cuenta.

Él asintió y entrelazó su mano con la mía. Me sobresalté al sentir el calor de su piel, pero no me aparté. No podía. No quería. En ese momento, en medio de la oscuridad, con el miedo oprimiéndonos, ese pequeño contacto era lo único que me mantenía firme.

—Todo va a salir bien, ¿sí? —me susurró, inclinándose hacia mí.

—Confío en ti —le respondí, mi voz más suave de lo que esperaba.

Nuestros rostros estaban tan cerca que podía sentir su respiración mezclándose con la mía. Por un segundo, olvidé todo: la cueva, los símbolos, los niños. Solo estábamos Zack y yo, como si ese momento, en medio de todo el caos, fuera solo nuestro.

Él acarició mi mano con el pulgar, y mis piernas temblaron un poco. Iba a besarme, lo supe incluso antes de que sus labios se acercaran. Me incliné hacia él, ansiosa, con la certeza de que había esperado esto más tiempo del que quería admitir. Y justo cuando el mundo parecía detenerse...

Un estruendo sacudió la cueva, y el grito desgarrador de un niño rompió el hechizo.

—¡Vamos! —grité, soltando su mano y echando a correr sin mirar atrás.

Zack fue detrás de mí, y la bengala iluminó la cámara al final del túnel. Al llegar, me detuve en seco. Mis ojos se abrieron de par en par ante lo que vi: mochilas infantiles esparcidas por el suelo, como restos de un juego perverso. Y en el centro, un círculo de velas apagadas rodeando una caja de madera antigua.

Me acerqué con cautela, mis manos temblando mientras miraba los símbolos tallados en la caja. Eran idénticos a los de la entrada de la cueva.

—¿Qué demonios es esto? —murmuré, sintiendo un frío extraño en la nuca.

Zack, sin decir nada, abrió la caja. Dentro había un cuaderno infantil. Las páginas estaban llenas de dibujos, la mayoría garabatos sin sentido, hasta que llegamos a la última.

Era un mensaje, escrito con letras torcidas y apresuradas:
"Ayúdennos. No queda mucho tiempo."

El aire se volvió aún más pesado. Sentí que algo se quebraba dentro de mí: miedo, desesperación… y algo más.

—Tenemos que encontrarlos ahora —dije, con la voz firme a pesar del nudo en mi garganta.

Zack me miró y asintió. En ese instante, lo entendí. Estábamos cerca, pero no había vuelta atrás. El abismo se había abierto bajo nuestros pies. Y no importaba lo que encontráramos al otro lado: juntos, íbamos a saltar.

La Sombra Del Amor  ( Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora