capítulo 24 El diario maldito

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Narra Alice

El diario en mis manos pesaba más de lo que imaginaba, como si contuviera algo más que palabras. Las paredes temblaban alrededor de nosotros, y cada página que pasaba parecía hundirnos más en una oscuridad profunda, no solo física, sino espiritual.

—No puede ser... —murmuré, releyendo las palabras que advertían de la trampa. Cada letra parecía un grito desesperado de alguien que ya no estaba. Olivia había intentado advertirnos, pero habíamos llegado demasiado lejos.

Los pasos arrastrados se acercaban, multiplicándose en ecos que hacían imposible determinar de dónde venían. Era como si la oscuridad estuviera viva, acechando, jugando con nuestros nervios al borde de la fractura. Roger respiraba rápido, casi hiperventilando, mientras Leo intentaba controlar el temblor en sus manos. Yo sabía que teníamos que mantenernos unidos, pero el pánico comenzaba a fragmentar nuestra voluntad.

—Alice, ¿qué hacemos? —preguntó Zack, su voz ronca y quebrada.

Cerré los ojos por un momento, obligándome a pensar. Mi mente buscaba desesperadamente un patrón, una salida. El diario era más que un objeto; Olivia lo había dicho. Quizás había algo escondido en las palabras, alguna pista que aún no habíamos descifrado.

Abrí de nuevo las páginas, saltando entre entradas garabateadas, hasta encontrar una que me congeló el alma:
"Para salir, debes renunciar... Algo debe quedarse atrás."

Mis manos temblaron. Sabía lo que significaba, aunque no quería aceptarlo. Había un precio para escapar, y el diario no dejaba lugar a interpretaciones. Algo... o alguien, debía quedar atrapado aquí abajo.

—¿Qué dice? —insistió Leo, al ver mi expresión.

—La única forma de salir es... dejar algo. O alguien. —Las palabras pesaron como piedras en mi boca.

El silencio que siguió fue brutal. Nadie se atrevió a hablar. La idea flotaba entre nosotros como una amenaza silenciosa. Las sombras parecían más cercanas, como si esperaran que decidiéramos por ellas.

—No... —murmuró Roger, sacudiendo la cabeza—. No vamos a dejar a nadie. No hay forma...

Pero todos sabíamos que la mansión no perdonaría. Lo había dejado claro: no nos iba a dejar ir sin tomar su precio.

Narra Zack
Sentí cómo la atmósfera se volvía insoportable. El peso de la decisión que flotaba en el aire era más aterrador que cualquier monstruo que nos persiguiera. Cada fibra de mi ser gritaba que teníamos que salir, pero ahora sabía que no todos lo haríamos. La idea era repugnante, pero ahí estaba, mirándonos a todos en silencio, obligándonos a elegir.

Alice apretó los labios, tratando de mantener la compostura. Sabía que estaba intentando encontrar otra solución, pero en sus ojos ya había algo decidido. Ella siempre había sido la más fuerte, la más decidida... y temía que esa determinación la empujara a hacer algo peligroso.

—Yo puedo quedarme... —comenzó, pero no la dejé terminar.

—¡No! —interrumpí con más fuerza de la que sentía.

—Zack, no tenemos otra opción. Tú sabes que alguien tiene que hacerlo. —Su voz era suave pero firme, llena de esa obstinación que siempre me había sacado de quicio y que ahora partía mi corazón.

—No voy a dejarte aquí. —El miedo me atravesaba como una aguja caliente, pero la idea de abandonarla era aún peor.

El ruido en los pasillos se intensificó. Las cosas estaban cerca, demasiado cerca. Ya no había tiempo.

Leo apretó los puños y dio un paso adelante, como si estuviera dispuesto a sacrificarse, pero Alice lo detuvo con una mirada severa.

—No eres tú quien debe decidir —dijo ella, y su tono no dejaba lugar a discusión.

Nos quedamos allí, en silencio, mientras las sombras comenzaban a engullirnos. Algo tenía que ceder. Al final, siempre cede.

Entonces escuchamos el sonido más terrible de todos: un llanto suave, lastimero, casi humano. Pero no era un llanto de este mundo.

—Está jugando con nosotros... —susurró Roger, aterrado.

Alice se volvió hacia mí, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y determinación.

—Zack, confía en mí. Si yo me quedo... todos ustedes podrán salir.

—No. No puedo hacerlo. No sin ti.

Las lágrimas amenazaban con salir, pero las reprimí. No podía permitir que ella tomara esa decisión sola.

Entonces lo supe. No había una respuesta correcta. No había héroes en este juego retorcido. Sólo supervivientes... o víctimas.

Elijo no dejarla -pensé para mis adentros

—Si uno se queda, nos quedamos todos —declaré, mi voz firme, sin titubear.

Alice me miró, sorprendida, y luego, lentamente, asintió. Una tenue sonrisa apareció en sus labios, aunque sabía que esta elección significaba enfrentarnos a lo peor juntos.

La Sombra Del Amor  ( Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora