La Sombra Del Amor ( Completa)

capitulo 28: aliados

Narra Alice

Las luces parpadeantes y el frío característico de la sala de espera en la comisaría eran casi reconfortantes en comparación con el ambiente que habíamos dejado en el bosque. Zack y yo habíamos logrado salir de esa cueva, pero la imagen de aquella caja con el mensaje desesperado seguía grabada en mi mente, llenándome de una urgencia que apenas podía contener.

Hannah y Roger habían insistido en ir directamente a la policía. "Es demasiado para nosotros solos," había dicho Roger, mientras intentaba calmar sus manos temblorosas. Él había estado en la cueva antes, y sabía que algo oscuro habitaba allí.

Nos sentamos, cada uno inmerso en sus pensamientos mientras esperábamos al oficial que había prometido atendernos. La tensión entre nosotros era palpable; no hablábamos, pero el peso de lo que habíamos visto hacía que nuestras miradas fueran suficientes para comunicarnos. Hannah rompió el silencio, sus ojos fijos en la puerta de la oficina.

—No puedo esperar más. Los niños… no tenemos tiempo —susurró, su voz entrecortada.

Fue entonces cuando la puerta se abrió y un oficial entró, seguido por una figura femenina que me resultó familiar: Natalie, la prima de Roger. Su presencia era inesperada, pero al verla, comprendí que venía a ayudar.

—¡Natalie! —exclamó Roger, con una mezcla de sorpresa y alivio—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Me enteré de lo que ha estado pasando, y sabía que tarde o temprano vendrías aquí —respondió ella, su mirada firme y decidida—. No podía quedarme al margen.

El oficial, al parecer un viejo conocido de Natalie, asintió. Había en él una seriedad que indicaba que conocía la gravedad del caso. Nos invitó a entrar a su despacho, donde el ambiente parecía aún más denso.

—Cuéntenme todo —dijo el oficial mientras nos acomodábamos. Sus ojos, acostumbrados a ver situaciones difíciles, reflejaban un rastro de inquietud.

Respiré hondo y comencé a hablar, describiendo el bosque, la cueva y los símbolos. Al mencionar la caja y el mensaje, vi cómo la expresión del oficial cambiaba. Parecía luchar entre el escepticismo y el temor. Natalie, sin embargo, no mostraba dudas.

—Sé exactamente de qué están hablando —dijo Natalie, mirando al oficial—. Si esas marcas son lo que pienso, esos niños están en peligro real. Los he visto en otros casos, y siempre son señal de rituales oscuros.

El ambiente se volvió aún más sombrío. La seriedad de Natalie hacía que la historia, por más increíble que pareciera, cobrara una dimensión aún más perturbadora.

—Entonces, ¿nos van a ayudar? —preguntó Zack, con un tono casi desafiante.

El oficial asintió lentamente, pero antes de que pudiera responder, la puerta del despacho se abrió de golpe. Un hombre, de apariencia extraña, entró sin previo aviso. Tenía los ojos vidriosos y parecía perdido, como si no supiera cómo había llegado allí.

—Ellos… me están llamando —murmuró con voz temblorosa—. Están en el bosque… no quieren que se acerquen…

Sin más, cayó al suelo, inconsciente. Un escalofrío recorrió la habitación, y nadie dijo una palabra por varios segundos. Fue Natalie quien rompió el silencio.

—Tenemos que ir ahora —declaró, su tono firme y urgente—. Si ya están afectando a otros, no queda tiempo. Esos niños… y tal vez más vidas dependen de nosotros.

El oficial tomó su radio y pidió refuerzos, aunque su rostro mostraba que dudaba si ellos estarían preparados para lo que se avecinaba. Sin embargo, su mirada volvió a fijarse en nosotros, y asintió.

—Los voy a ayudar, pero quiero que sigan las instrucciones de Natalie. Ella parece saber más de esto de lo que cualquiera de nosotros entiende —dijo con voz seria, sin apartar los ojos de la puerta.

Roger le dedicó a su prima una mirada de gratitud y admiración. Con una determinación renovada, nos pusimos en marcha. Al cruzar el umbral de la comisaría, sentí cómo una oleada de miedo se mezclaba con un atisbo de esperanza. Sabíamos que estábamos caminando hacia lo desconocido, pero ahora teníamos aliados, y aunque el riesgo era enorme, también lo era nuestra voluntad.

Estábamos listos