Capítulo 25 Rendirse no es una opción

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Narra Alice
La tensión en el aire era tan densa que costaba respirar. El sótano parecía habernos tragado, envolviéndonos con su penumbra. El diario seguía abierto en mis manos, las palabras en esas páginas susurrando desesperación. Pero había algo más allí, un mensaje oculto que aún no comprendíamos del todo. La pista no era solo sobre sacrificio, sino sobre entendimiento.

—"Algo debe quedarse atrás" —repetí en voz baja, como si al pronunciarlo de nuevo pudiera descubrir otro significado.

Zack seguía a mi lado, con su mandíbula apretada, decidido a no dejarme tomar la decisión sola. Hannah y Roger intercambiaban miradas nerviosas, sabiendo que el tiempo se agotaba y que los pasos en la oscuridad se acercaban cada vez más. Pero de alguna manera, entre todo ese caos, sentí un destello: una certeza que se colaba entre las fisuras del miedo.

—No es sobre nosotros. No es sobre dejar a nadie atrás. —Las palabras me brotaron de repente, casi sin pensar.

—¿De qué hablas? —preguntó Zack, confundido.

Miré de nuevo el diario. El lenguaje parecía incomprensible a primera vista, una amalgama de símbolos y letras distorsionadas. Sin embargo, ahora lo veía claro: no era un idioma, sino un rompecabezas. Las palabras no eran más que capas superpuestas, y si las mirabas desde otro ángulo… cambiaban.

—El diario no habla de sacrificio literal. Habla de desprenderse del miedo —dije, con la voz más firme de lo que me sentía por dentro.

—¿Qué? ¿Cómo se supone que eso nos saque de aquí? —gruñó Roger, desesperado.

—Este lugar se alimenta del miedo. Todo lo que nos ha mostrado, todas las decisiones que creemos tener que tomar... son ilusiones. Nos manipula para que nos traicionemos entre nosotros o nos rindamos. Pero si dejamos atrás el miedo, no puede atraparnos.

Zack me miró como si estuviera loca, pero algo en sus ojos decía que también quería creer. Tenía que hacerlo. No había otra opción.

—¿Y cómo "dejamos el miedo atrás"? —preguntó Leo, visiblemente incrédulo, mientras una sombra más oscura que la noche comenzaba a deslizarse por las paredes.

Respiré profundo. Sabía lo que teníamos que hacer, aunque la idea me aterraba tanto como el monstruo que nos acechaba.

—Cerramos los ojos —dije—. Y caminamos. Sin miedo, sin mirar atrás. No escuchamos nada, no respondemos a lo que oigamos o sintamos. Solo seguimos adelante. Si alguno duda... nos perderemos.

—¿Eso es todo? ¿Sólo caminar a ciegas? —preguntó Roger, incrédulo.

—No. Es confiar —le respondí.

Narra Zack
Cada fibra de mi cuerpo gritaba que esto era una locura, pero vi en Alice una determinación que no había visto nunca antes. Sabía que debía seguirla, confiar en ella aunque la razón me pidiera lo contrario. El eco de los pasos en la oscuridad se multiplicaba; no había tiempo para más preguntas.

—Está bien —murmuré, tomando su mano—. Lo haremos.

Uno por uno, Leo y Roger asintieron también, aunque sus rostros estaban tensos y llenos de miedo. Nos colocamos en fila, aferrándonos los unos a los otros como si nuestras vidas dependieran de ello. Porque, en realidad, lo hacían.

—A la cuenta de tres —dijo Alice, su voz apenas un susurro.

Cerré los ojos, dejando que el miedo burbujeara y, al mismo tiempo, obligándome a soltarlo. Era como saltar al vacío sin saber si habría un suelo que me recibiera.

—Uno... dos... tres.

Avanzamos.

Narra Alice
El suelo bajo mis pies crujía, como si camináramos sobre vidrio a punto de romperse. Podía escuchar cómo las sombras nos susurraban, intentando atraparnos. "¿Dónde vas?", "Esto es inútil", "No escaparás", murmuraban voces desconocidas, frías como cuchillos. Pero no abrí los ojos.

El peso del diario en mis manos desapareció. Fue como si aquello que nos mantenía prisioneros comenzara a desvanecerse. El truco de la mansión no era físico; era mental. No había ninguna jaula real, solo las cadenas que nosotros mismos aceptábamos llevar.

Dimos un paso. Luego otro. La oscuridad se agitó a nuestro alrededor, pero no nos detuvimos.

Sentí la mano de Zack apretando la mía, firme, como una promesa silenciosa. Y entonces lo comprendí: lo que debía quedar atrás no era un objeto, ni una persona. Era nuestra propia duda.

—Sigue caminando —susurré, más para mí misma que para los demás.

Narra Zack
Cada paso era una batalla contra mi instinto, pero no me detuve. Sabía que si abría los ojos o dudaba por un segundo, la mansión nos engulliría para siempre. Escuché a Roger sollozar en silencio, y a Leo murmurar algo como una oración, pero seguimos adelante.

De repente, el suelo bajo mis pies cambió. Dejó de crujir y se volvió sólido, firme. El aire olía diferente, más fresco. Abrí los ojos con cautela, temiendo que todo hubiera sido una trampa más... pero no lo era.

Habíamos salido.

Narra Alice
La luz de la luna nos bañó como una bendición, arrancándonos de la oscuridad que casi nos consume. Estábamos fuera, en el jardín de la mansión. El portal por el que habíamos entrado estaba cerrado tras nosotros, sellado como si nunca hubiera existido.

Roger se dejó caer al suelo, agotado pero libre. Hannah soltó una carcajada nerviosa, más alivio que alegría. Zack aún no había soltado mi mano, y yo tampoco la suya.

Nos quedamos ahí, en silencio, respirando el aire frío de la noche. No había monstruos, ni susurros, ni decisiones imposibles. Solo nosotros, vivos.

—Lo logramos —murmuró Zack, como si no pudiera creerlo del todo.

Asentí, sintiendo una mezcla extraña de alivio y agotamiento. Pero lo más importante no era solo que habíamos escapado. Era que lo habíamos hecho juntos.

—Rendirse nunca fue una opción —dije, más para mí misma que para ellos.

Y por primera vez en mucho tiempo, sonreí.




La Sombra Del Amor  ( Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora