Capítulo VI. Paddock

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Los días pasaban entre carreras, rumores y momentos robados. Checo y Max sabían que lo que había entre ellos era especial, pero la presión del mundo exterior comenzaba a hacerse palpable. Durante las últimas semanas, la prensa había empezado a hacer eco de su cercanía, especulando sobre un posible romance entre los dos pilotos de Red Bull. Aunque ambos intentaban mantener la relación en secreto, había algo innegable en la forma en que se miraban, en el roce accidental de sus manos en el paddock.

Tras la carrera en Sudáfrica, el ambiente en el equipo era tenso. Lando, celoso de la atención que Checo y Max se brindaban mutuamente, comenzaba a hacer comentarios sutiles pero punzantes que no pasaban desapercibidos. Una tarde, mientras todos se preparaban para los ensayos, Lando se acercó a Max, sonriendo con una chispa de malicia.

—No sé, Max, me parece que Checo está disfrutando de la fama. Tal vez deberías recordarle quién es el verdadero campeón —dijo, dejando caer la insinuación con una risa nerviosa.

Max lo miró, su mandíbula apretada, sintiendo una mezcla de enojo y frustración. Checo, que estaba cerca, escuchó el comentario y su corazón se hundió. La tensión entre ellos era cada vez más evidente, y a pesar de las sonrisas que compartían, el mundo exterior comenzaba a infiltrarse en su espacio seguro.

Más tarde, mientras se preparaban para los ensayos, Checo buscó a Max en el paddock. La adrenalina corría por sus venas, pero su corazón latía con más fuerza por otro motivo. Cuando lo encontró, Max estaba revisando algunas notas en su teléfono, visiblemente concentrado.

—Oye, Max —dijo Checo, acercándose con cautela—. ¿Tienes un momento?

Max levantó la vista, y sus ojos se encontraron. Checo sintió cómo una chispa de conexión pasaba entre ellos, un recordatorio de lo que estaban construyendo a pesar de las adversidades.

—Claro, ¿qué pasa? —respondió Max, su voz suave pero tensa.

Checo inhaló profundamente, buscando las palabras adecuadas. —Solo quería ver cómo estabas. Todo esto con Lando y la prensa... no quiero que te afecte.

Max sonrió levemente, pero había un destello de preocupación en sus ojos. —Lo sé, pero a veces es difícil. No sé cómo seguir ocultándolo.

Checo se acercó un poco más, su aliento entrecortado por la cercanía. —No estás solo en esto. Somos un equipo, ¿recuerdas? —dijo, sus dedos rozando el brazo de Max de manera casual, pero cargada de electricidad.

Max tragó saliva, sintiendo cómo la conexión entre ellos se intensificaba. —Tienes razón. Pero no puedo evitar sentir que esto podría salir mal. Especialmente con Lando acechando.

—La presión es intensa —admitió Checo, con la mirada fija en Max—. Pero necesitamos encontrar nuestra manera de manejarlo.

La conversación fue interrumpida por el sonido de los motores rugiendo en la pista, un recordatorio de la realidad que los rodeaba. Pero antes de que se separaran, Max no pudo resistir la tentación. Con un impulso repentino, tomó la mano de Checo, entrelazando sus dedos por un breve instante. Fue un gesto pequeño, pero cargado de significado.

—¿Ves? No hay nada que temer —dijo Max, su voz casi un susurro.

—Lo sé —respondió Checo, su pulso acelerado, sintiendo cómo la conexión entre ellos se profundizaba. —Pero tenemos que ser fuertes.

Max asintió, consciente de que ese simple acto era una declaración que desafiaba el mundo exterior. Justo en ese momento, se sintieron invencibles, como si pudieran enfrentar cualquier cosa juntos.

Mientras avanzaban hacia la pista, la atmósfera se volvió aún más densa. La presencia de otros pilotos y miembros del equipo no ayudaba a aliviar la tensión que habían creado. Al acercarse a la zona de garajes, Checo y Max se vieron interrumpidos por Yuki Tsunoda, quien se acercó con una sonrisa amistosa.

ENTRE CURVAS [CHESTAPPEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora