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Celia temblaba mientras apretaba la falda de su vestido bajo la mesa, observando con creciente angustia a su hijo sentado en las piernas de Marvolo. Él sostenía su varita y, con un aire de diversión, usaba el hechizo Imperio en una rata, haciéndola bailar mientras Morfin reía a carcajadas.

—¿Te gusta eso? —preguntó Marvolo, mirando a su hijo, quien asintió entusiasmado—. Entonces te mostraré otro truco que te gustará aún más.

Celia se dio cuenta de que Marvolo había estado hablando en parsel todo el tiempo, y una punzada de preocupación atravesó su pecho. De repente, escuchó el murmullo de Marvolo:

—Crucio.

La rata comenzó a retorcerse, emitiendo gritos desgarradores de dolor. La sonrisa de Morfin se desvaneció al instante, y su mirada buscó la de su madre. Al ver sus ojos llenos de lágrimas, Celia se levantó, sintiendo un impulso protector.

—Vuelve a sentarte —ordenó Marvolo con desdén. Celia apretó los puños, pero obedeció, regresando a su lugar.

—Mami… —murmuró Morfin, su voz temblorosa resonando en el silencio.

Marvolo dejó a la rata en paz y se giró hacia su hijo, su expresión cambiando a una mezcla de reproche y desdén.

—¿Qué es eso? ¿Inglés? Eres mi heredero, solo debes hablar en parsel.

—Lo siento, yo no… —intentó Morfin, su voz temblando.

—¡Nada de inglés! —gritó Marvolo, su voz resonando con furia.

Morfin llevó sus manitas a la boca, tratando de contenerse. El inglés era el único idioma que conocía; no tenía idea de cómo hablar parsel.

—A partir de ahora, irás todos los días a mi oficina para que pueda enseñarte. ¿Entendido? —dijo Marvolo, su mirada firme.

El niño asintió rápidamente, sintiendo la presión de su padre.

—Muy bien —continuó Marvolo, acariciando el cabello de su hijo y luego mirando a Celia. Ambos eran muy parecidos: el color de cabello, de ojos, el tono de piel, la nariz e incluso el pequeño lunar debajo del ojo derecho.

Marvolo se sintió satisfecho al ver los rasgos que compartían, aunque sabía que si no fuera por la endogamia, podrían haber sido aún más guapos. Había elegido a Celia entre otras candidatas por esa razón.

Sin embargo, eso no importaba. Estaba furioso porque Celia no había hecho un buen trabajo educando a su hijo. La miró con reproche y enojo antes de levantarse, llevando a Morfin en sus brazos.

—¿Dónde lo llevas? —preguntó Celia, angustiada.

Marvolo la miró con burla, disfrutando de su inquietud.

—A comprar su varita. ¿Crees que un noble Gaunt debería esperar hasta los once? Eso es de sangre sucia.

Celia sintió cómo el corazón le daba un vuelco al escuchar esas palabras.

—Marvolo, Morfin es muy pequeño. No puedes llevarlo y exponerlo a magia oscura; podrías romper su núcleo.

Era evidente que el único lugar donde encontraría una varita para alguien tan joven sería en el Callejón Knockturn, un lugar repleto de magia oscura y peligros inimaginables.

—Deja de decir que es muy pequeño; lo haces creer que es débil. Él es un Gaunt, ¡métetelo en la cabeza, mujer! No diste a luz a un niño para ti, lo diste para los Gaunt.

 Él es un Gaunt, ¡métetelo en la cabeza, mujer! No diste a luz a un niño para ti, lo diste para los Gaunt

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Era un verano de 1907 cuando la pequeña y destartalada cabaña de los Gaunt recibió a un nuevo miembro.

Merope Gaunt, una niña que compartía la misma condición que sus padres y su hermano, dormía plácidamente en su pequeña cuna. Morfin la observaba con una mirada llena de ilusión.

Celia los veía desde la cama con una sonrisa en el rostro.

—Morfin, mi rey —lo llamó suavemente. Su pequeño ya tenía seis años, y aunque no había podido evitar muchas cosas, había logrado que su hijo no se volviera del todo vulnerable a la magia oscura.

—¿Qué es, mami? ¿Quieres agua? ¿Qué necesitas? —preguntó, acercándose preocupado a su madre. Celia le sonrió, sintiendo el calor de su cariño.

Su pequeño se había vuelto excesivamente sobreprotector y complaciente con ella.

—¿Te gusta tu hermanita?

—Sí, me gusta. Es muy linda, como tú, mami.

Celia lo miró con ternura. Sabía que no era linda, pero las palabras de su hijo la hacían sentir especial.

—Tu hermana es tu responsabilidad, ¿entendido? Ella es tuya para proteger.

Morfin asintió con seriedad, tomando las palabras de su madre con una reverencia que parecía más allá de su edad.

—Lo prometo, mami. La cuidaré siempre —respondió, con la determinación brillando en sus ojos.

Celia sintió una mezcla de orgullo y preocupación. Era reconfortante ver a su hijo tan comprometido, pero también sabía que la vida en la cabaña de los Gaunt no sería fácil. La magia oscura que rodeaba a su familia era una sombra constante, y ella temía que Morfin y ahora Merope estuvieran expuestos a ella.

—Recuerda, mi rey —continuó Celia—, la magia puede ser poderosa, pero también peligrosa. No dejes que te consuma. Siempre elige el camino correcto, incluso si es difícil.

Morfin asintió de nuevo, aunque la comprensión completa de las palabras de su madre aún le era esquiva.

—Prometo ser un buen hermano. Haré que Merope se sienta feliz.

Celia sonrió, sintiendo que su corazón se llenaba de esperanza. Morfin podría haber nacido en una familia marcada por la oscuridad, pero él también poseía la luz que podría contrarrestarla.

Sin embargo, mientras contemplaba a sus hijos, un profundo temor la asaltó. ¿Podría Morfin resistir la influencia de su padre y el legado de los Gaunt? La historia de su familia era un legado de poder y maldad, y ella temía que su hijo, por más bueno que fuera, pudiera verse atrapado en esa espiral.

—Siempre estaré aquí para ayudarte —dijo Celia, rompiendo el silencio—. Si alguna vez sientes que no puedes manejar algo, ven a mí. Siempre seré tu refugio.

Morfin sonrió

—Lo haré, mami. Siempre seré tu rey y tú mi reina. Oh, ahora mi hermanita es nuestra princesa ¿Cierto?

Celia se sintió un poco más aliviada al escuchar eso.

—así es, es nuestra princesa.

Morfin sonrió volviendo a acercarse a la cuna para ver a la pequeña dormilona y tocarle suavemente la pequeña mata de cabello negro.

—Mi hermana es tan linda mami, creo que todos van a querer robarla. Hermanita, que guapa eres, mucho.

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