La maldición de Barba Azul © [Historia corta]

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Las olas embaten contra las enormes piedras del acantilado. En el muelle se ven a las personas felices, tomándose fotografías antes de zarpar en el crucero que los llevaría por el hermoso océano.

La brisa hace bailar mis cabellos oscuros y enrojecer mis mejillas por el golpe de esta. Se puede decir que estoy tranquilo y feliz, ya que ahora soy dueño de una empresa petrolera. Pero quien piense aquello de mí, está muy equivocado.

¡Oh, la soledad! Cuan perturbadora y asfixiante que llega a ser. Esta me agobia, me deja sin aliento y apriesa mi corazón en un agarre de muerte.

Las mujeres habían por montones, pero siempre las caracterizaba la desobediencia. No falta decir que terminaba solo.

Según mis abuelos, nuestra familia está bajo una maldición que corre por nuestras venas sin ser vista. Barba Azul. Quizás nuestro antecesor o simplemente una leyenda sin importancia si no fuera por lo que me sucede.

Creo todo eso. Me pasa lo mismo que a aquel pirata. La muerte llena mis manos hasta desbordarlos. Y extrañamente no me quita el sueño.

La maldición pasa por cada hombre de la familia y es extraño que algunos puedan encontrar a la mujer ideal.

Como mi abuela, mi madre y mi cuñada. Mujeres extraordinarias y de buen corazón. Puro. Que no mide a quien entregarse ciegamente.

A mí se me hace difícil. No hay ninguna. Quizás mi destino sea estar solo. Y está bien. La curiosidad hace al hombre débil. Es algo que debería considerarse pecado.

¿Qué pasaría si llegase a enamorarme? ¿Qué sucedería cuando le diga mi única orden? No abrir aquella puerta de ornamentaciones de oro no debería ser una tentación. ¿Qué pasaría si la curiosidad cubre sus sentidos y no piense en mis advertencias?

La perderé. Morirá. Y en mis manos. Maldita sea mi destino de acabar con cada mujer que me atrae.

Maldita sea mi sangre si algún día llegase a destruir mi corazón al quitarle la vida a aquella mujer de la que me enamoraré.

O de la que ya me he enamorado.