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Tuve que alejarla de mí. Enviarla lejos. Y ese ha sido mi mejor decisión. 

Pero ya sabía que la maldición no me dejaría en paz hasta que cumpla lo comedido. Tenía que acabar con Geneviev. Mi vida. Mi amor.

¿Por qué tenía que ser ella? Realmente la amo con todo mi ser. No puedo destruirla. No puedo. Se suponía que ella era la indicada.

Cuando llegué la encontré asustada. Y cómo no, si acababa de ver a todas esas mujeres mutiladas. Cómo no sentirse así. Su error fue haberse quedado para pedirme explicaciones. Su error también fue haber abierto esa puerta prohibida.

No pude decirle mucho. Solo la abracé y le rogué que se fuera y no volviese.

Lo hizo. Se fue.

Y ahora cada noche sueño que la lastimo. Que uno su cuerpo a la colección de Barba Azul. Haciendo compañía a los otros cadáveres.

No me gusta esto. Me he vuelto un huraño. No hablo con nadie. Solo pienso en ella. En lo que habría sido si tan solo hubiese seguido mis órdenes. No la culpo, claro que no. La amo. Esté donde esté ella sabe que es lo más importante para mí. Mi familia sabe donde está. Ellos se encargan de su cuidado.

Porque....hace un mes me llegó unos exámenes. Una niña. Ella está embarazada y no podré estar en estos momentos con ella. No puedo.

¡Qué mierda de vida!

No podré acompañarla. Cuidarla.

Solo pienso en acabarla de una vez por todas y no puedo. No deseo hacerlo. Pero mi cuerpo es como una marioneta. No sigue mis mandatos. Mis manos pican por tocar el néctar de su vida. Sentir su sangre caliente, espesa, que se escurra entre mis dedos.

No puedo seguir así.

—Charles. 

—Déjenme solo.

—No podremos dejarte solo. No cuando....

—¡¿No pueden dejarme en paz?! —Grito con enojo. Todos salen sin refutarme, toda mi familia me deja solo en esta mansión que tanta muerte oculta.

Pienso en como hubiese sido mi vida. Estaría feliz con Geneviev, esperando a nuestra hija. Tan felices. No puedo seguir existiendo si tarde o temprano sé que la comenzaré a buscar para acabarla. No puedo imaginarlo, porque acabar con ella sería acabar con todo mi mundo.

Tomo con ambas manos el arma del cajón del escritorio mientras observo el porta retrato de nuestra boda. Junto a otro en la que aparece una ecografía y mi hija. Aquí terminaría la maldición por mi parte. Mi hija lo cambió todo. Solo espero que nada le falte. Ni a ella ni a Geneviev.

No puedo seguir así, con estas ideas. Sé que esta decisión es la mejor para ambas. Ellas serán felices. Lo sé. Lo serán mientras yo no exista.

Y así será.

La maldición de Barba Azul © [Historia corta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora