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Ahora las noches se me hacen eternas. Ya no puedo dormir tranquilo. Siento cada vez más miedo. Geneviev se está tomando en serio esta relación, y yo no me quedo atrás, pero tengo miedo, mucho miedo de lo que podría pasar. Ella no es una mujer cualquiera. Quizás sea la correcta.

Ya la he llevado a conocer a mi familia. Y todos piensan que tengo razón. Ella es la indicada. Pero...¿Y si me equivoco? No quiero arriesgarla a algo como esto. Quiero una vida con ella. Quiero ser feliz a su lado, amándola todos los días de mi vida. Pero esta maldición me nubla mis aspiraciones.

Ella ahora está hablando frente a mí. Diciendo las escalas de intereses de la empresa como si recitara una canción. Su cuerpo se pasea de lado a lado, mostrando ese traje formal de color azul que hace unas horas, en casa, le quité para volver a vestirla.

—...y las exportaciones ya están en aumento. Países como Ecuador, Colombia, Perú y Argentina buscan un convenio con la empresa para la transformación de los hidrocarburos.....¿Me estás escuchando, Charles?

Su rostro muestra enojo. Frunciendo sus labios rojos en una mueca de disgusto que rápidamente cambia a una coqueta al ver mi sonrisa. Sé lo que piensa. Lo mismo que yo en este momento.

Se acerca con sigilo a través de la mesa de juntas pero se detiene cuando los inversionistas aparecen.

Hora de trabajo.

La invito a cenar en la noche. Esta vez me voy a mi casa. Todas estas noches con ella nos hemos quedado en un departamento que alquilé al notar cómo nuestra relación se iba solidificando. La llevo a un lugar especial. Al rancho de la familia. Ella aún no sabe de mis intenciones esta noche. Ni yo estoy seguro. Comemos, charlamos. Bailamos a la luz de las pequeñas luces que guindan desde las ramas de un árbol seco.

Tan bella, hermosa, espléndida. Su cabeza apoyada en mi pecho, sintiendo el ritmo de mi corazón, sintiendo el suyo contra el mío. Ambos latiendo con frenesí.

—Esto es hermoso, cariño. —Susurra levantado la cabeza para mirarme a los ojos. Sin pensarlo, la beso con dulzura, sabiendo cómo tratarla. Con amor. Y en ese momento todas mis dudas se esfuman.

Solo me imagino a ella en mi futuro. Ella, y unos pequeños junto a mí. Tan perfecto.me separo de ella lo suficiente para poder respirar. Ya no aguantando las ganas, me hinco de rodillas frente a ella.

—Genie, sabes muy bien lo feliz que me has hecho en estos últimos meses. Me conoces, sientes que mis sentimientos son verdaderos. Sé cómo reaccionas a mi presencia. A mi toque. A mis besos. —Tomo su mano, dejando un beso en su dorso. —Me haces demasiado feliz, mi amor. Demasiado. Sé que es demasiado pronto, pero esto me importa. Me importa porque deseo tenerte para mí. Saberte mía por completo. Amarte y gritarle a todo el mundo que soy tuyo. En cuerpo y en mi alma, todo yo te pertenece.

Sus ojos se cristalizan, dejando que las lágrimas se derramen por sus mejillas. Pero su expresión no muestra más que sorpresa. Armándome de valor, saco la pequeña caja forrada de terciopelo de mi bolsillo, abriéndola delante de ella. Mostrándole el anillo de la familia. Una banda de oro sólido cubierto por diamantes diminutos, coronado por un lapislázuli

—Ya no quiero esperar más, mi amor. Quiero compartir mis días y noches contigo. Quiero ser el culpable de todas tus sonrisas, quiero ser el dueño de tus pensamientos. Quiero ser quien venere tu cuerpo, tu espíritu...Geneviev, mi dulce ángel. Permíteme cumplir mi sueño de formar mi familia contigo a mi lado. Permíteme hacerte feliz. Sé mi esposa, mi amiga, mi amante, mi confidente. Sé mi todo. —dejo escapar un suspiro nervioso y aprieto con fuerza la caja en mi mano— ¿Aceptas compartir tus días junto a mí?

Espero paciente su respuesta pero no llega de inmediato. Solo se cubre su dulce boca con las manos. Espero a que me diga algo. Me observa con lágrimas en los ojos y comienzo a pensar en una respuesta negativa. Quizás sí estoy yendo rápido. Quizás es una señal.

—Geni....amor...yo... —comienzo a pensar en algo qué decirle pero me interrumpe.

—Sí, claro que sí. —Se abalanza a mi cuerpo, envolviendo sus brazos en mi cuello con fuerza. Estoy inmóvil. En unos segundos, reacciono, envolviéndola con mis brazos su cintura, atrayéndola a mi cuerpo. Sintiéndola.

Estoy feliz. Plenamente feliz.

Le coloco el anillo que sellará nuestro futuro, o el sello de un destino trágico.

La maldición de Barba Azul © [Historia corta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora