5. Ángel Del Infierno

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Todo ocurrió aprisa. San apartó a Changbin de un empujón y se acuclilló junto al cuerpo inerte de Wooyoung.

Llevó una mano a aquel delicado cuello y un suspiro de alivio lo recorrió al comprobar que tenía pulso.

-Está vivo -anunció tomándolo delicadamente entre sus brazos para levantarlo, luego miró a Mingi elevando el mentón-. Teniente Song, lleve a todos los involucrados en la pelea a la sala de disciplina, excepto...-miró de lado a Changbin y gruñó-. Al cabo Seo.

-¡Como ordene, mi capitán!

-Averigüe quién comenzó la pelea... y sobre todo quién es el dueño del cuchillo que hirió al recluta.

-¡Entendido, señor!

-No se abstenga de ocupar la fuerza -dijo con un tono de voz que atemorizó al grupo-. Espero que el culpable se confiese por el bien de todos o yo mismo me encargaré personalmente de sacarles la información y no seré amable. ¡¿Quedó claro?!

-¡Claro, mi capitán!

Así salió del baño adentrándose a los oscuros pasillos con pasos apresurados. Había visto la sangre en el suelo, junto a Wooyoung... la herida no parecía ser muy profunda.

¿Por qué carajos había sentido esa opresión en el pecho al oír que estaba muerto? ¿Y el alivio al saberlo con vida?

No era la primera vez que ocurría un altercado así entre sus soldados, de hecho muchos llegaban a matarse. La vida era cruel y sangrienta en el regimiento. Bueno, dentro y fuera de el. La violencia era pan cotidiano.

Él, como capitán, no debería molestarse por cuestiones de ese estilo. Un recluta más o un recluta menos entre sus filas no ejercía mucha influencia.

Sin embargo, en ese momento sus brazos apretaban a ese chico como si temiera que desapareciera... Wooyoung... quien solo le ofrecía dolores de cabeza y de testículos.

Ese granuja que en tan solo un par de días le había insultado más que nadie en toda su carrera como militar.

Ese niño osado que no temía hacerle frente burlándose de él como si no fuera más que un pedazo de mierda atorado en sus zapatos.

Ese muchachito condenadamente sexy que se le colaba en los sueños y lo hacía despertar con una prominente erección entre sus pantalones.

No. No tenía ningún interés especial en él, habría actuado igual si se hubiese tratado de otro recluta.

Lo llevaría a la Unidad Médica, lo tiraría en una de esas mugrientas camillas y que el sub teniente Yunho se hiciera cargo de él. Si moría o sobrevivía ya era cosa del destino.

***

La Unidad Medica consistía en una gran habitación con paredes de cerámicas verdes y, al igual que el resto del regimiento, lucía abandonado, sucio y decadente. El aire apestaba a lejía y sangre. Había unas cuantas camillas a un lado, un armario con frascos, algunas sillas y una mesa con artilugios médicos.

El teniente Jeong Yunho, un hombre alto, apuesto, de cabellos azabaches, quien se encontraba sentado frente al escritorio revisando unos ficheros, se levantó aprisa al ver ingresar a su capitán.

-¡A su servicio, mi capitán!- lo saludó y sus ojos recorrieron al chico desnudo-. ¿Qué le ocurre?

-Herida de cuchillo en el abdomen -anunció corriendo hacia una de las camillas y posó suavemente a su recluta-. Perdió mucha sangre.

-Me ocuparé de él, señor -asintió lavándose las manos en un cubo.

-¡MUÉVASE , CARAJO! -ladró San impaciente.

El Último RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora