3. El Tesoro Oculto

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-Seonghwa... -dijo Wooyoung impaciente-. ¿Podrías por todos los Santos canonizados dejar de mirarme con lástima? ¡Lo odio!

-¡Es que te ves como la mierda! -se disculpó-. ¿Quieres que te lo de en la boca?

-¡NO! -bramó apartando los palillos con fideos que le tendía-. ¡No estoy manco!

En realidad sus nudillos estaban en la miseria, después de fregar dos días de seguido esa apestosa ropa, la piel de las manos se le había agrietado y le dolía horrores.

La vida en el regimiento era una patada en los testículos: horas insalubres de despertar, a las 4 de la madrugada, comidas horribles y porciones diminutas, ejercicios, aprendizaje en lucha y uso de armas de fuego, gritos y órdenes, órdenes y más órdenes.

Como si eso no fuera suficiente, Wooyoung también debía soportar a ese capitán que parecía haber sido parido por Juana la Loca y bautizado por Benedicto IX. ¡Lo detestaba!

A lo largo de esas 48 horas en que había llegado al regimiento, Choi San no le daba descanso. El muy condenadote.

Andaba detrás de él, se aparecía por el fregadero para decirle idioteces y se burlaba de su poco talento para lavar.

En el comedor le quitaba el apetito, pues San se sentaba muy cerca, con el otro cuervo de Mingi y ambos se ponían a devorar los platos abundantes preparados especialmente por los cocineros.

Supuestamente no debería haber privilegios entre los reclutas ni los oficiales ni los superiores. Pero Choi San y Mingi eran los emperadores de esa mierda de regimiento.

-Oye, no te vayas a morder la lengua -comentó Seonghwa divertido-. Por ahí y hasta te envenenas solo.

-¡Aish! ¿No los ves? -se quejó mirando en dirección a la mesa de San-. ¿Quién demonios se creen estos cuervos? ¡Ellos comen lo mejor! ¡tienen camas suaves! ¡se duchan con agua caliente, Seonghwa! ¡CON AGUA CALIENTE!

-¿En serio? -preguntó el chico de pelo largo, abriendo grande los bonitos ojos-. Eso sí que es un lujo.

-No voy a poder seguir viviendo así por mucho tiempo, te juro que estoy así -dijo uniendo las puntas de sus dedos índice y pulgar-. ¡ASI DE PERDER EL POCO JUICIO QUE ME QUEDA!

-Sht, no te alteres, ¿o quieres que el capitán te siga castigando?

Wooyoung se pasó las magulladas manitas por el rostro. Luego suspiró.

-No te imaginas cómo extraño mi cama, mi comida, la piscina, a mi nana. ¡Todo lo que no tengo aquí! ¡Todo lo que ese hijo de perra me quitó!

-Wooyoung, el capitán Choi será una mierda -dijo Seonghwa-. Pero él no es el responsable de lo que te pase a ti. Todos los ciudadanos debemos cumplir con el servicio. Solo tuvimos la mala suerte de terminar en este regimiento, no creo que los demás capitanes sean muy diferentes a él...

-¡Ay! ¡Cualquiera es mejor que ese bicho! -gritó dando un golpe sobre la mesa-. ¡Me tomó de punto, Seonghwa! ¡Quiere que me muera! ¡Es un sádico que disfruta viéndome sufrir! ¿No te das cuenta? ¡mira mis preciosas manos! ¡míralas!

‐¡Las veo!

-¡Pues míralas bien! -bramó levantándose como una fiera-. ¡porque estarán en el cuello del capitán en un segundo!

-Wooyoung... ¿qué carajos piensas hacer? ¡vuelve a sentar tu culo! -lo llamó Seonghwa.

Gracias al cielo logró agarrarlo de la camisa y lo tumbó en el suelo junto a él.

El Último RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora