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Hades la sostenía de su larga cabellera intentando que ella levantara la cabeza para poder escucharla. Sus estocadas fuertes, por momentos, hacían que su cabeza cayera sobre el colchón y cubriera su voz. Maléfica había estado ahogando sus gritos contra las sábanas, pero mientras más se acercaba a su segundo orgasmo, era más difícil no querer desatarse y dejar que el Palacio Real completo la escuchara.

— ¡Más rápido, más rápido! — exigió ella. Los cabellos cercanos a su frente estaban pegados a su cara debido al sudor y su boca estaba casi seca por el tiempo que llevaba gimiendo.

— ¡¡Dí que eres sólo mía!!

— ¡Jamás!

El Dios del Inframundo soltó su cabellera y concentró su agarre en la cadera de su ex- esposa. Para él, la imagen que estaba teniendo era simplemente gloriosa. Le fascinaba poder ver su espalda convertirse en una cintura pequeña y culminar en una cadera ancha que formaba un corazón con sus glúteos.

Siempre le había gustado esa imagen suya, pues su piel clara le daba una mejor vista de sus cuantiosos lunares distribuidos por toda la espalda. En un pasado muy muy lejano incluso le había compartido sus deseos de poder besar cada uno de ellos cada noche por el resto de su existencia.

Pero el pasado eran sólo recuerdos intangibles y en su presente ya no había lugar para esas cursilerías. 

Sus manos entonces exploraron la curva de su medio cuerpo, haciéndolo exhalar al percatarse que sus medidas eran tan pequeñas que sus diez dedos abarcaban casi toda su cintura.

— ¡Sigue, sigue! ¡Mierda! ¡Así!

Gracias a su condición de Dios, Hades tenía un aguante bastante beneficioso, pero oírla le excitaba a niveles ridículos, tanto como para tener que concentrarse en no terminar pronto para seguirla escuchando por más tiempo.

Una nalgada convertida en apretón la dejó enrojecida y él siseó al percatarse de que su palma cabía a la perfección en su glúteo, casi como si las nalgas de Maléfica estuvieran hechas para él y sus manos.

Pronto, él la vio retorcerse nuevamente bajo su dominio y eso le provocó un cosquilleo en la pelvis que lo hizo gemir con ojos a medio cerrar. Ella le pedía que parara, pero él no quería, quería terminar junto con ella si es que era posible. Sin embargo, no sucedió.

Él siguió con su trabajo por un par de minutos más ignorando las súplicas de Maléfica para que se detuviera por la hipersensibilidad que sentía en ese momento.

— Déjame terminar dentro — le pidió, recostándose sobre su espalda sin dejar de invadirla.

Ella se lo concedió entre jadeos. Su oreja era atacada por mordidas suaves que contrastaban con el picor de la barba de Hades contra su mejilla sudorosa.

—¡Dilo! ¡Dí que eres mía! ¡Dí que me perteneces!

— ¡Púdrete!

— ¡Mierda! — exclamó en un gruñido casi doloroso propio de su orgasmo.

Ella se dejó caer en el colchón, siendo aplastada por Hades, que le dio suaves besos en sus hombros.

— Demonios, te sientes delicioso.

Ella sintió el líquido caliente correr por sus muslos una vez que Hades salió de su interior y se recostó a su lado. Quiso devolver el cumplido, sin embargo, en cuanto se dio cuenta del lugar en el que se encontraban, comenzó a reír. Él le siguió el juego, aún temblando por su clímax.

— Te superaste esta vez, Hades — dijo al fin, sin dejar de reír — ¿acaso los cuadros de esos imbéciles mirándote te prendieron?

Él dejó salir una carcajada más fuerte al tiempo en que aparecía papel higiénico para Maléfica.

Cenizas (Hades x Maléfica | Hadeficent)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora