IV - El Peso de un Secreto

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La mañana después de nuestra cita, todo parecía diferente. Sentía que llevaba un secreto tan inmenso que me costaba contenerlo. Cada pequeño detalle de la noche anterior me perseguía, como una película que se rebobinaba en mi mente una y otra vez: su sonrisa, su risa baja y nerviosa, el roce de sus dedos en mi piel. ¿Cómo iba a volver a mi vida normal después de esto?

Me preparé para mi día en modo automático, como si mi mente y mi cuerpo estuvieran en mundos separados. Intenté concentrarme en el trabajo, pero en cada momento libre, revisaba mi teléfono con una mezcla de emoción y nervios. ¿Me escribiría de nuevo? ¿Habría sido nuestra cita solo un escape temporal para él? Sin darme cuenta, pasé toda la mañana esperando una señal de él.

Finalmente, mi teléfono vibró justo cuando estaba a punto de rendirme. Un mensaje.

Jung-Kook: "Buenos días. Aún estoy recordando anoche, ¿tú también?"

Sentí un alivio tan grande que tuve que morderme el labio para no sonreír como una tonta frente a todos. Con manos temblorosas, le respondí: "Buenos días. Sí, todavía no puedo creer que todo esto haya pasado".

Su respuesta llegó de inmediato: "¿Te gustaría que nos viéramos otra vez? No puedo sacarte de mi mente".

Sentí cómo el corazón me latía desbocado. ¿Otra cita? ¿Sería posible? Apenas podía creer que esto estuviera sucediendo, y mucho menos que él sintiera lo mismo que yo. Pero, al mismo tiempo, un leve temor comenzó a nacer en mí. Esto era real y, al mismo tiempo, complicado. Jung-Kook tenía una vida que estaba en los ojos del mundo entero. ¿Hasta qué punto podríamos seguir así?

Respiré profundo y le respondí: "Claro que me gustaría, pero... no sé si estoy preparada para lo que esto significa".

Pasaron unos segundos que se sintieron como una eternidad. Finalmente, me respondió: "Lo sé. Créeme, yo tampoco lo estoy. Pero... quiero intentarlo, aunque sea complicado".

El peso de sus palabras cayó sobre mí como una realidad que no podía ignorar. Había algo en nosotros, algo que ambos queríamos explorar, pero también entendíamos lo que significaba. Sabíamos que estábamos jugando con fuego, y que un paso en falso podría cambiar nuestras vidas para siempre.

Las semanas pasaron, y nuestras citas se hicieron más frecuentes, aunque siempre en la clandestinidad. Nos encontrábamos en lugares alejados, donde nadie sospechara quién era él realmente. Cada encuentro era un escape, un respiro de nuestras vidas. Hablábamos durante horas, compartiendo secretos y sueños. Con él, sentía una libertad que nunca había experimentado.

A veces, me sorprendía lo fácil que era estar con él, como si nuestras almas se entendieran sin necesidad de palabras. Podíamos pasar una tarde entera hablando de tonterías, o sentados en silencio, solo disfrutando de la compañía del otro.

Pero la calma que sentía con él se desvanecía cuando volvía a la realidad. Empezaba a darme cuenta de que este amor secreto me pesaba. Cada vez que lo veía en un evento o en redes sociales, rodeado de personas y fanáticas que lo admiraban, sentía una mezcla de orgullo y celos que no sabía cómo manejar. Yo era la chica común, la que lo veía desde las sombras, mientras él pertenecía al mundo entero.

Un día, después de una de nuestras citas, nos sentamos en un parque escondido, observando la puesta de sol en silencio. Sentía su brazo alrededor de mis hombros, y a pesar de que ese momento era perfecto, mi mente estaba llena de dudas.

—¿No te preocupa que alguien nos descubra? —le pregunté finalmente, rompiendo el silencio que había entre nosotros.

Él suspiró, mirándome con una expresión mezcla de ternura y tristeza.

—Claro que me preocupa. Sé que esto no es fácil para ti... ni para mí. Pero no quiero que el miedo sea lo que nos separe. Nunca había sentido algo así, y no quiero renunciar a esto solo por lo que la gente pueda pensar.

Tomó mi mano entre las suyas y la apretó suavemente. Yo quería creer en sus palabras, en la posibilidad de que podríamos vivir este amor sin consecuencias. Pero sabía que la realidad no era tan simple.

—Yo tampoco quiero que el miedo nos separe —dije, mirándolo a los ojos y sintiendo una mezcla de emoción y tristeza—. Pero hay momentos en los que me siento atrapada en una ilusión. Sé que eres real, que estos momentos son nuestros, pero al mismo tiempo siento que estoy soñando.

Él me miró con intensidad, como si sus ojos fueran capaces de ver más allá de mis palabras.

—Entonces soñemos juntos —dijo suavemente, mientras sus labios se acercaban a los míos.

Fue un beso tierno, dulce y lleno de promesas que ambos sabíamos que eran difíciles de cumplir. En ese instante, decidí que lo intentaría, sin importar las dudas o el miedo. Estaba dispuesta a vivir este amor como si fuera la última vez, como si el mundo entero no importara.

Por siempre, Jung-KookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora