Después de escuchar aquella canción de Jung-Kook, sentí que algo en mi interior se había desbloqueado. Había pasado tanto tiempo tratando de dejar el pasado atrás, de soltar lo que fuimos, que no me había dado cuenta de que estaba guardando una parte de mí en esa historia. Era momento de redescubrirme, de vivir por completo en el presente.
Los días comenzaron a pasar de manera diferente. En lugar de evitar los recuerdos, aprendí a atesorarlos, a verlos como capítulos hermosos de mi vida que me habían ayudado a ser quien era. Mi relación con Jung-Kook había sido intensa, mágica, pero también frágil. Y, aunque la despedida fue dolorosa, me di cuenta de que esa historia me había enseñado mucho: cómo amar profundamente, cómo abrirme y ser vulnerable, y, sobre todo, cómo encontrar mi propia fuerza.
Un día, mientras paseaba por el parque, recibí una notificación de un evento de música local. Una parte de mí quería evitar cualquier cosa que pudiera recordarme a Jung-Kook y su mundo, pero algo en mí también anhelaba reconectarme con esa pasión, con la música que él y yo compartimos. Decidí ir, pensando que sería una manera de reconectar con esa chispa que siempre me hizo feliz.
La tarde del evento, me encontré rodeada de personas que, como yo, estaban allí para disfrutar la música, perderse en las melodías y vivir el momento. Observé las caras de quienes estaban a mi alrededor, notando sus sonrisas y la alegría que irradiaban. Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que podía respirar sin el peso de la nostalgia en mi pecho.
Mientras escuchaba a los artistas en el escenario, sentí una paz indescriptible. No era el mismo tipo de emoción que sentía con Jung-Kook, pero había algo liberador en la idea de disfrutar sin expectativas, de sentir sin necesidad de retener. Al final de la noche, cuando la última canción llenó el ambiente, cerré los ojos y me dejé llevar por el ritmo, sintiendo que, en ese momento, estaba finalmente en paz con todo lo que había sido y con todo lo que vendría.
La vida continuó, y yo comencé a escribir sobre mis experiencias. Decidí plasmar en palabras todo lo que había aprendido, como una forma de liberarme completamente. Cada página que escribía era un paso hacia adelante, un recordatorio de que cada experiencia, por dolorosa que fuera, también podía ser una fuente de fortaleza.
Un día, mientras revisaba mis notas, me encontré escribiendo una carta para Jung-Kook. No tenía la intención de enviársela, pero escribirla me permitió decir todo aquello que nunca tuve el valor de expresar. Al terminar, la leí en voz alta, sintiendo cómo cada palabra aliviaba mi corazón:
"Querido Jung-Kook,
Gracias por haber sido una parte tan hermosa de mi vida. Gracias por enseñarme el amor en su forma más pura y por permitirme ver un lado de mí misma que no conocía. Sé que nuestras vidas seguirán caminos distintos, y aunque puede que nunca volvamos a vernos, quiero que sepas que siempre llevaré en mi corazón lo que compartimos. Tal vez nunca debimos encontrarnos, o tal vez nos encontramos para aprender una lección que de otra manera no habríamos aprendido.
Espero que encuentres toda la felicidad del mundo, y que la vida te dé todo lo que mereces. No importa cuán lejos estés o lo que el tiempo haga con nuestros recuerdos; siempre serás parte de mí.
Con amor eterno,
La chica que una vez te amó en silencio."
Al terminar la carta, sentí una paz indescriptible. Era como si, al soltar esas palabras, también estuviera soltando el último rastro de lo que alguna vez fue. Guardé la carta en un sobre y la dejé en un cajón de mi escritorio, donde sabía que no la volvería a ver, pero que siempre tendría un lugar especial en mi corazón.
Unos meses después, mientras caminaba por la calle, vi una nueva pantalla publicitaria con Jung-Kook, pero esta vez algo era diferente. En lugar de sentir el mismo nudo en el estómago, una sonrisa sincera apareció en mi rostro. Me alegraba verlo seguir adelante, ser exitoso y feliz. Y, por primera vez, no sentí tristeza, sino una profunda gratitud por lo que habíamos compartido.
Había pasado página. La vida seguía, y yo estaba lista para escribir mi propio camino, sin ataduras, sin expectativas. Había aprendido a amarme a mí misma de una manera que antes no sabía posible. Y, en ese amor propio, entendí que algunas historias están destinadas a ser recordadas, pero no necesariamente a ser revividas.
Finalmente, estaba en paz.
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Por siempre, Jung-Kook
FanfictionNunca pensé que una simple noche de concierto cambiaría mi vida para siempre. Que el chico en el escenario, con esa sonrisa perfecta y esa mirada intensa, se convertiría en algo más que una fantasía lejana. Pero el destino tiene formas curiosas de j...